Cojeando ha llegado de su casa en el Barrio Alcibia hasta la parada de bus del sector conocido como La Loma de Bazurto.
Casi jadeando también por la artritis que padece, Jorge Escalante, logra subirse a la buseta que lo desplazará hasta el Pie del Cerro, desde donde emprende otro agónico pero vistoso recorrido por la entrada del portentoso Castillo de San Felipe.
El Panti, de 69 años, se detiene por momentos. Recuerda que su rutina se repite cíclicamente desde que se despierta a las 4:30 de la mañana.
Reanuda su marcha hasta llegar a El Universal, su lugar de trabajo hace más de 40 años. No lo sabe mucha gente, pero es un católico acérrimo aunque sin pelos en la lengua.
Abre con esfuerzo el portón negro de la entrada lateral del periódico y atraviesa el umbral. Es muy temprano, la sala de redacción del segundo piso está vacía. Ningún periodista ha llegado aún.
Avanza lentamente hasta su esquina donde tiene un pequeño escritorio gris, una lámpara del mismo color, y una mesa de dibujo amplia, que casi nunca utiliza. Hoy tampoco.
Pronto empezarán a llegar los reporteros, el mensajero, las aseadoras, el director, y otro día se iniciará en el diario. Pocos sospechan que el personaje que creó un 29 de octubre de 1967 cumple 45 años mañana.
Entre tanto, extiende su periódico al tiempo que prende el televisor de su cubículo.
A veces –dice- le basta con leer un titular para que se le encienda el foco de su creatividad prolija. Lo advierte, casi ignorando, que su bombillo es incandescente.
Entregará su caricatura hacia el final del mediodía luego de haberla dibujado con lápiz y repasado cuidadosamente con tinta negra. El dibujo será escaneado en el departamento de fotomecánica. Una vez impreso, sin duda, perturbará a alguien mañana.
Por eso es extraño que el caricaturista más famoso de Cartagena sea tímido, apenas musita palabra con quienes no tiene confianza.
En cambio, los que sí son desparpajadamente habladores son sus personajes, y lo es él también cuando se toma sus tragos para desvirtuar un poco su realidad, víctima de un presente marcado por la bohemia y la noche, a las que sí conoce muy bien y de cerca.
La historia de un inmortal que se convierte en su propia ficción.
¿De cuál noticia de Cartagena no hubiera querido enterarse nunca?
- Me impactó la noticia del año 65 (30 de octubre) cuando sucedió la explosión del mercado público que quedaba donde queda hoy el Centro de Convenciones. Recuerdo que fue para estas fechas, antes de las fiestas de noviembre. Fueron unas canecas que tenían como pólvora, y fue muy doloroso, porque hubo más de 50 muertos. Produjo un impacto en todo el país, y las fiestas de noviembre fueron pospuestas. Son cosas que nunca debieron haber sucedido.
¿Y cómo percibe a día de hoy la ciudad?
- Veo que está estancada en muchas cosas y creo que es falta de un liderazgo y una dirigencia que esté enamorada de la ciudad.
Aquí por lo general los dirigentes no actúan por amor a ella sino pensando en qué jugo pueden sacarle ocupando tal o cual puesto.
Uno de los hobbies que yo tengo a veces es coger los volúmenes de años pasados y mirar las noticias y caricaturas de hace 25 ó 30 años. Me doy cuenta que algunas de esas caricaturas podrían publicarse hoy porque nada cambia. Los mismos problemas: las basuras, el transporte, la falta de vigilancia, los servicios públicos... Mientras que uno ve que otras ciudades intermedias, ni siquiera capitales, prosperan porque precisamente la gente las quiere, aquí no... falta de sentido de pertenencia.
Pasemos de la cruel realidad al recuerdo, ¿Cómo fue su niñez?
- Nací en el Pie de la Popa, así que soy cartagenero ciento por ciento legítimo. Nací donde queda ahora la Avenida del Lago, pero eso estaba anegado en ese entonces, el lago cubría todo. Mi casa estaba montada sobre unas estacas, a eso le llamaban un tambo, y por debajo corrían los pececitos.
Cuando quería cambiar de ambiente me iba para Lo Amador, o Nariño.
¿A qué jugaba El Panti de niño?
- Siempre fui muy travieso, y hoy día me da dolor a lo que yo me dedicaba: andaba con hondas para matar animales. Recuerdo que llegaban bandadas de pájaros al lago y era un deleite verlos reunidos y zamparles un 'pedrazo' para ver cuántos me volaba. Hoy en día eso es condenable.
También le ponía trampas para ratones a las lagartijas, y los juegos tradicionales, trompo, bolita uñita, y el barrilete.
¿Cómo nace la pasión por dibujar?
- Bueno yo fui gemelo hasta hace un año. A los dos nos gustaba mucho el dibujo y era un deleite coger los comics de ese tiempo: la Pequeña Lulú, el Pato Donald... y ahí nació la afición en los años 50.
Recuerdo que el Diario de La Costa que era el periódico líder organizaba concursos y le daban a uno premios que eran sencillos como una entrada al cine Miramar.
La cuestión mía fue innata porque me gustaba familiarizarme con esos personajes de caricatura y eso repercutió más tarde cuando estudiaba bachillerato (en el Liceo Bolívar) porque cuando estaban ausentes los profesores uno se ponía a dibujarlos en el tablero para que la gente adivinara quién era (ríe).
¿Siempre tuvo el mismo oficio?
- Antes de dedicarme a las tiras cómicas y a la caricatura fui profesor de dibujo en el Colegio de La Candelaria. Fui profesor de la exministra de Cultura, Araceli Morales como en el 68 o 70. Ella fue la que me recordó el dato. Era una muchacha bien traviesa, ella y sus amigas me decían ‘El niño de las monjas’ porque yo asistía mucho a misa.
¿En qué momento empieza a nacer el caricaturista que conocemos hoy?
- El dibujo estaba anclado ya en mí porque ya dictaba clases. En una ocasión se me dio por crear una tira cómica y se la presenté por primera vez al gerente de ese tiempo de El Universal, que era el capitán Holmes Otero, que a su vez era yerno del fundador del periódico Domingo López.
Entonces el personaje no era El Panti ni nada parecido. Era una imitación de las tiras norteamericanas. Le había puesto por nombre el Doctor Sonrisa.
Al Capitán le gustó el trazo y el ingenio pero me sugirió que me inventará un personaje típico de aquí. Después de eso le tiré cabeza pensando en qué rasgos le daría y ahí nació El Panti.
¿Y cómo lo define usted?
- Lo pintaba como un tipito típico cartagenero: bembón, ojitos saltones, pelito cucú, y el modo de hablar golpeado y mamador de gallo. Nació en el año 67. Al principio dibujaba situaciones de barriada por ejemplo el tipo que se roba la puerca y que lo persiguen, el tipo que le mama gallo a la vendedora de fritos... el Capitán empezó a publicarlo. Ya en adelante pegó.
Y de ahí en adelante a usted lo empiezan a llamar como su creación...
- Cuando ya llevaba un año la tira cómica... aquí en el periódico le dieron mucho bombo a la tira cómica. Lo anunciaban en primera página, era una campaña de expectativa, y la gente se preguntaba qué era.
Hasta que llegó un 29 de octubre y lo publicaron en primera página.
La gente me decía: ‘oye ven acá, ese muñeco que pintas tú se parece a ti, hombe si tú mismo eres’. De ahí en adelante me bautizaron. Es raro el que me llama por mi nombre... quizás en la casa. Y yo acepté, no me choca. Le digo a la gente que pregunte por El Panti no por Jorge Escalante, porque no me conocen.
¿Cuál es su comida favorita?
- El pescado me gusta mucho en sus múltiples formas, más que todo la mojarra.
¿Cuál es el paisaje que siempre sueña?
- Acostumbraba a subir a La Popa en las Fiestas de La Candelaria. Hay un sitio que se llama El Salto del Cabrón, queda detrás del Convento de La Popa. Desde allí se ve el Centro y Manga con su llegada de los barcos. Es precioso.
¿Qué olor prefiere?
- Me gusta mucho el olor marino. A sal. Cuando estudiaba en bachillerato me iba para las murallas a respirar mar.
¿Cuál es su música favorita?
- Sin duda alguna mi género favorito es la salsa. Me gusta Johnny Pacheco, y más que todo la música de mi tiempo, algunas personas me dicen que soy de la vieja guardia. También me gusta Ricardo Ray, sobre todo porque es un tipo estudiado de conservatorio... a Celia Cruz también la oía en mi niñez, cuando ella estaba en la Sonora Matancera.
¿De qué están hechas las mejores caricaturas?
- Me gusta mucho la caricatura punzante, que no sea boba, que le dé duro al personaje que se critica.
¿Qué hace en sus ratos libres?
- Yo no soy casero, me parece aburridor.
Durante mi juventud, y ahora también lo paso afuera de mi casa, no sé estar encerrado y me gusta mucho la salsa. Soy callejero.
Y todavía se toma sus tragos...
- Sí claro. Aunque sí pasé un periodo bien pero bien feo por el alcoholismo, yo tuve que ser internado...
¿Por qué tomaba tanto?
- Sinceramente creo que por mi vida fiestera y bohemia, y por otro lado, es que yo soy muy callado, y cuando uno está con tragos se desinhibe y me gusta soltar lo que uno siente por dentro.
Siempre compré libros para vencer los complejos, era muy aficionado a la revista Selecciones y salían muchos artículos sobre la personalidad, carácter y conducta. Quiero ser un tipo abierto natural, como la gente que veo en la calle, pero todavía eso en mí persiste.
El otro día tuve que advertirle a una periodista nueva: ‘este es mi modo de ser’.
Facetas
El hombre que se convirtió en su propia ficción
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