Facetas


El legado de la hermana Beatrijs Vansina en Cartagena

OSWALDO SOTOMAYOR

02 de octubre de 2011 12:01 AM

Cuando tuvo frente a sus ojos las casuchas hechas con bolsas plásticas y cartón de Nelson Mandela se convenció que su misión en Cartagena iba más allá del asunto pastoral.
Y la mirada de sus vivaces ojos azules quedó congelada ante la pobreza que tenía al frente, pese a que ya había tenido este contacto con la miseria en su paso por el barrio Jorge Eliécer Gaitán en el distrito de Aguablanca, un deprimido sector de Cali, donde permaneció por 18 años.
Vino a América Latina en calidad de “préstamo” de su congregación, La Providencia y la Inmaculada Concepción,  a la Congregación El Salvador que tiene su sede principal en Cali, por dos años, por las buenas referencias de su labor. Pero su estadía se prolongó por 4 décadas.
Beatrijs Vansina la monja belga que llegó hace 40 años a Colombia se fijó entonces otro reto a su llegada a Cartagena en 1989 por invitación el entonces Arzobispo Carlos José  Ruiseco, que quedó maravillado por su obra adelantada en la capital del Valle.
Aprovechó unas vacaciones para observar la ciudad y el tipo de trabajo que se podía adelantar a través de la Pastoral Social. Vio entonces el drama de la pobreza en toda su dimensión y concluyó que con catecismo, la gente no come y se puso manos a la obra.
En su recorrido por los sectores populares del suroccidente de la ciudad, quedó impresionada con la cantidad de mujeres jóvenes que no hacían otra cosa en sus hogares que pasarse todo el día viendo telenovelas.
“Esto es un pecado- se dijo – pasar el día sin nada que hacer, esto no puede ser. Hay que desprender a estas mujeres de los televisores y la mejor forma es capacitándolas, para que se mantengan ocupadas y ayuden en la economía del hogar”, pensó.
Y así fue. Empezó con los cursos en distintos oficios en el barrio de La Consolata con la ayuda de la parroquia de El Socorro y de allí se fue extendiendo a otros como Los Jardines, El Nazareno, Nelson Mandela, Progreso, Nueva Colombia, Ciudadela 2000, Vista Hermosa y Arroz Barato, aprovechando los salones comunales e iglesias y todo espacio donde se pudiera y que permitiera abrir una ventana a un mejor futuro a toda esta gente.
“Una vez estas jóvenes empezaron a preparase, se acabaron las telenovelas y por consiguiente los chismes, porque están ocupadas y no hay tiempo para el chismorreo”, afirma.
Su legado por más de dos décadas en Cartagena es invaluable. Hoy hay más de 2 mil personas inscritas en los cursos que dicta el Centro Pastoral El Salvador en su sede de Los Jardines y en muchos otros barrios colindantes.
La capacitación en modistería, zapatería belleza, culinaria, floristería, entre otras, le abrió  las puertas a muchas mujeres en el campo de la producción, incluso convertirse en microempresarias y por consiguiente mejorar sustancialmente  las condiciones de vida de sus familias y darle un mano al hombre, para que no sea él quien lleve toda la carga.
Tocando puertas
Pero su labor no se quedó allí. Tocando puertas aquí y allá y moviéndose sobre todo entre amigos y grupos particulares en Bélgica, logra los recursos para llevar a cabo su trabajo social. Se queja del poco apoyo de las entidades del Estado, que no garantizan la continuidad de las ayudas con estas comunidades.
La hermana Vansina creó el programa de recuperación nutricional para los menores de 5 años en Nelson Mandela, con refrigerios, almuerzos, complementos vitáminicos, control médico y charlas formativas para los padres y 5 comedores distribuidos en los sectores de El Progreso, La Primavera, Las Vegas, Villa Hermosa y 3 de Junio, en Nelson Mandela.
Creó una biblioteca escolar para los estudiantes a partir del 3er grado de primaria dotada de computadores para sus investigaciones y tareas escolares.

Además el programa de ayuda humanitaria permite semanalmente la entrega a las personas necesitadas debidamente inscritas en el Centro Pastoral, un mercado, medicamento y otras ayudas como ropa y calzado. Hoy es incalculable el número de personas capacitadas a través del Centro Pastoral El Salvador, que ahora, con la partida de la hermana Vansina, quedará a cargo del padre Rafael Castillo y la coordinación de María del Pilar Guzmán Arrieta

Seguirá ayudando
Si bien su vitalidad es extraordinaria a los 85 años, admite que  ya es hora de partir, porque dice “si el motor se frena, ya la cosa no funciona”. Sin embargo, no va a estar quieta y ya tiene su misión en Bélgica a donde viajó hace unas semanas. Se dedicará en Bruselas a prestarles ayuda a los colombianos que se encuentren en las cárceles por el problema del narcotráfico.

No tuvo tiempo de sentir nostalgia ni ponerse a llorar porque se fue contenta y feliz por el cumplimiento de sus metas: sacar a mucha gente adelante o salvar la vida de un niño desnutrido.
También muy agradecida con toda la gente que la recibió bien y le colaboró en su magnifica obra social y la “soportó con su temperamento frío y muy estricto”.
“La gente de este país, la de Cartagena es muy especial porque la pobreza no logra borrar la alegría, las ganas inmensas de vivir y sentirse bien y por lo cual los voy a recordar siempre”, fue la despedida de la hermana Vansina, un personaje con un corazón muy grande, inolvidable para los habitantes de muchos barrios del suroccidente de Cartagena.

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