Facetas


El más grande pitcher de nuestra historia

ERICA OTERO BRITO

21 de febrero de 2010 12:01 AM

“El secreto para lanzar está en la bola, en el movimiento de la mano. Cuando vas a lanzarla ya tiene que ir con el veneno que le has puesto” . Orlando “El Caballo” García es el pitcher más poderoso que ha dado la historia del béisbol amateur colombiano. Era capaz de lanzar a una velocidad de 95 millas por hora. Estuvo en las series mundiales de República Dominicana, Nicaragua, en Cartagena, Estados Unidos y Cuba. Las drogas acabaron con su carrera beisbolística, vivió 6 años entre los manglares cerca de la India Catalina, pero tras una batalla campal, ponchó a las drogas. Tuvo conciencia de que había tocado fondo cuando sintió el desprecio de la gente que se cambiaba de acera cuando lo veían. “Mi hermana Amelia llegó a decirme que yo era una piltrafa humana, pero debo reconocerle que años después cuando fui a ingresar a Hogares Crea, me sirvió de acudiente”. Hoy, a sus 65 años está reconciliado con la vida, lleno de vitalidad, poniéndole el pecho a una prueba más que le ha puesto el destino: la muerte en septiembre pasado de su hermano Nelson García, otro gran pitcher del seleccionado colombiano. “El Caballo” habló con El Universal sobre su gloria, su desgracia y su renacimiento. ¿Por qué lo apodaron “El Caballo? Yo llegué al béisbol organizado con ese apodo. Me lo puso el señor Euclides Moreno, ya fallecido, cuando tenía 12 años, tras verme jugar varias veces en La Playita. Él decía: “Caramba, ese muchacho parece un potro, cuando crezca va a ser un caballo”. Y así me quedé. ¿Quién fue su padrino para comenzar en el béisbol organizado? El señor Luis García Salcedo, un entrenador de béisbol de los más famosos que tuvo Bolívar. Me vio en una cancha de barrio y me hizo una prueba. Fue él quien me dijo que mi talento era para pitcher porque yo quería ser segunda base. Tenía 16 años y estudiaba bachillerato en el Colegio de la Esperanza. ¿Recuerda su primer partido en el estadio Once de Noviembre? Como si fuera ayer. En el año 63, en la categoría juvenil. Integraba el equipo Caribesa y jugamos contra Los Gigantes de Crespo. Debuté por lo alto con un no hit, no run, que es lo más grande que puede hacer un pitcher. ¿Cuándo ingresó a la primera categoría? En el año 65 jugué con el equipo Willard, del doctor Alfonso Piñeres. Al año siguiente, el señor Luis García, el mismo que me descubrió, nos propuso irnos para Medellín porque allá había un campeonato y faltaban jugadores. Primero se fue mi hermano Edwin, después yo. ¿Cuánto tiempo estuvo allá? Jugamos un año en la Universidad de Antioquia y después nos emplearon en Coltejer, donde propusimos llevar a mi hermano Nelson con la condición de que lo pusieran a estudiar y aceptaron matricularlo en la Pontificia Bolivariana, en Contaduría Pública. Él se regresó antes que yo a Cartagena. Y en el 68 a mí se me metió la idea de regresarme también, pues aunque hacia parte de la selección de Antioquia, estando allá nunca me iban a tener en cuenta para la selección Colombia, que era lo que quería. ¿Consiguió rápido este anhelo? Apenas llegué a Cartagena me contrató Lesa, ya Nelson estaba en jugando y estudiando en la Universidad de Cartagena. Al año siguiente, se formó el equipo de Conastil y nos llamaron a los dos. Ahí estuve la mayor parte de mi carrera. A Nelson lo emplearon en el área de presupuesto y a mí como mensajero de la oficina de personal. El primer campeonato nacional lo jugué en Barranquilla y me coroné campeón pitcher por juegos ganados y por efectividad. Ese fue mi pase para la selección Colombia. ¿Cuáles eran los equipos más bravos de Bolívar? Colpuertos tenía un tremendo equipo y era siempre el campeón, con figuras como Abel Leal, Siad Jaramillo, Bartolo Gaviria, Humberto Bayuelo, Tomás Moreno, Óscar Luis Gómez. Eran unos ídolos. Pero llegó Conastil, un equipo modesto, con unas figuras como Pompeyo Llamas, la “Bomba” Cervantes, Daniel Blanco, Dámaso Tordecilla y yo. Hicimos un equipo de guerra, que peleaba con el que fuera, cada vez que nos enfrentábamos con Colpuertos los estadios se llenaban, no cabía un alma. ¿Por qué se retiró de Conastil para irse a Colpuertos? En Conastil jugué hasta el 75, porque se me presentó una lesión en el brazo derecho. El tendón se me partió en dos de tanto lanzar. Me operaron por cuenta de la empresa, estuve un año en recuperación y cuando regresé al equipo ya no estaba el técnico Antonio “El Loco” Ruiz, sino otro que no me tuvo la misma confianza. Bartolo Gaviria, quien hacia parte del equipo de Colpuertos y era del sindicato, me ayudó para entrar como entrenador de lanzamiento y me fui enseguida. Estaba tan decidido, que entré ganándome menos que en Conastil. Todos los beisbolistas de Colpuertos tenían fama de mujeriegos. ¿Usted también? Todos los peloteros que tenían fama eran seguidos por mujeres. Yo tuve muchas y era el problema grande cuando uno estaba en el estadio e iba la esposa y las otras muchachas. Tenía uno que esperar que el estadio quedara solo para salir. Afortunadamente, en aquel tiempo no había celular. En ese tiempo estaba casado con Adalgiza Trellos, la madre de mis tres varones. ¿Cuántas mujeres llegó a tener al tiempo? A veces tenía hasta cinco. Tenía a la mamá de Xiomara, tenía a Rosario que vivía en El Espinal, tenía a la esposa, otra por ahí y una más en la empresa. ¿Cómo hacía? Uno sabía cómo hacer las cosas. Les decía tal día nos vemos, no me llames a la empresa porque allá no pasan a nadie. ¿A usted ninguna mujer le dijo que no? En ese tiempo no porque uno con fama, qué mujer lo va a parar en la raya. Al contrario tenía uno que salir huyendo porque a veces estaba con una y se presentaba la otra. Tú no te imaginas ir a una fiesta y encontrarte dos o tres mujeres. ¿Por qué no se pensionó en Colpuertos como los demás? Duré apenas cuatro años, por el tema de las drogas. Entré al béisbol siendo ya drogadicto; cuando jugaba, lo hacía drogado; para las series mundiales me llevaba una libra de marihuana. Empecé a fumar hierba a los 15 años; y en esa etapa de mi vida, en Colpuertos, me derrumbé. Ya no quería trabajar, pedía las órdenes en la cooperativa y las mal vendía para comprar vicio. Terminé retirándome y por un tiempo corto me rebusqué como entrenador en las canchas. ¿Nunca le descubrieron la droga en una serie? ¡Claro! Paradójicamente esa fue mi mejor serie mundial. En Cuba, en el año 1971 en que fuimos subcampeones. Tuve problemas con el técnico, Antonio “Manía” Torres, y los directivos porque me encontraron la marihuana y me iban a sancionar con el regreso inmediato a Colombia, pero la suerte me acompañó porque teníamos un pasaporte colectivo y debíamos salir todos al tiempo. Decidieron que me quedara en la habitación. Cuando mi hermano Nelson hace el no hit, no run, yo no estoy en el estadio. A los dos días de no ir a ningún juego, Abel Leal y los demás jugadores me preguntaron qué pasaba y les conté. Se reunieron y le dijeron a “Manía” y a los directivos que si yo no jugaba, ellos tampoco porque el cam-peonato estaba empezando y los contendores eran fuertes; que me sancionaran cuando regresáramos a Cartagena. Así fue. Ya casi para finalizar el campeonato, venía el juego decisivo con Nicaragua. Si le ganábamos a ellos, peleábamos el campeonato mundial con Cuba. Una noche antes, “Manía” y los directivos me dijeron que querían que yo lanzara ese juego, entonces le puse la condición de que si yo ganaba ese juego, el problema de la marihuana no se supiera en Colombia, y aceptaron. Ganamos el juego dos a uno y quedó el temita superado. La noche de la final fue mejor. El pitcher que iba lanzar por Colombia era Arthur Forbes, un sanandresano, buen pitcher; pero salió con que tenía dolor de cabeza y no podía. Entonces escogieron a mi hermano Nelson y a mí como relevo. En el segundo inning del juego salió mi hermano volao y me metieron a mí. Me entregó las bases llenas y sin out. (Risas) En las gradas había una orquesta. En las tres primeras oportunidades que tuve para lanzar no lo hice, entonces el “umpire” me preguntó qué me pasaba y yo le dije que la orquesta me desconcentraba. Enseguida la mandó a callar y empieza esa gente a re-chiflarme. Bueno, seguimos el juego. Los cubanos alcanzaron a hacer dos carreras y después no hicieron más nada. Perdimos dos a cero. Cuando se terminó el partido, el mismo público que me rechifló me ovacionó con pañuelos blan-cos y empezaron a corear: el relevo llegó tarde. ¿Cómo superó esa etapa? Gracias a los periodistas Eugenio Baena, Fabio Poveda y Marenco, estos dos últimos en Barranquilla. Vivía en una casa destruida en El Papayal que era de otro drogadicto, dormía en el piso, peor que un animal. Una vez unos tipos me mandaron a comprar una droga, con esa plata me fui para Barranquilla, porque sabía que allá quedaba Hogares Crea. Antes, busqué a Eugenio Baena y él me embarcó en el bus y me dijo que hablara con Fabio Poveda, quien se hizo cargo de mí. No tuvo reparo, ni desconfianza para abrirme las puertas de su casa. Después encargó a Marenco de mí y él era quien me llevaba todas las tardes a las charlas de Hogares Crea hasta que pasé interno a la casa finca que tiene la institución. Duré dos años en ese proceso y salí siendo director de uno de los centros de ayuda. Cuando recibí el certificado de reeducado, lo televisaron en directo, toda mi familia fue y empezó una vida nueva. ¿Qué hizo luego? Trabajé como cajero supervisor en la tienda Olímpica de la 72 en Barranquilla y después me trasladaron para Cartagena. Duré unos tres años más, después me retiré porque un jefe me la montó y preferí irme antes de que me dañara mi hoja de vida. Estuve rebuscándome como entrenador de pitcheo hasta que en el gobierno de Samper, Coldeportes nos dio una pensión vitalicia a las glorias del deporte colombiano. ¿Es satisfactoria esa pensión? Bueno sí, alcanza para pagar el arriendo de esta casa donde vivo ahora en Torices, para comer, para pagar la salud y vestirnos. Me sirve. Gracias a Dios porque sino hubiere sido el acabose, dónde iba a conseguir yo algo, ya viejo. ¿Ya está del todo recuperado? Ya esas líneas no me pasan por mi cabeza. Sigo yendo a Charlas en Hogares Crea cada 15 días porque el adicto nunca debe descuidarse. ¿Cómo conoció a la señora Cecilia, su actual compañera? Jugaba sóftbol en la categoría 50. Vivía con mi esposa, con Adalgiza Trellos, porque regresamos después de mi recuperación, pero la relación no funcionó. La conocí en el estadio, me gustó, hicimos conversaciones y ahí queda-mos amañaos.

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