“Los cronistas deportivos ya no apoyan el béisbol. Sólo hablan de fútbol. A muchos se les olvida que construyeron su carrera con lo que el béisbol les daba para comentar en radio. Ellos tienen una deuda: animar a la afición para que regrese al estadio”: Alberto “El Merengue” Barrios. Su carrera en el béisbol amateur fue corta, pero bastó para que la afición lo recordara para siempre como una de las glorias deportivas de Bolívar. Alberto, “El Merengue” Barrios, fue el mejor en su tiempo. Su fuerza le dio los méritos para ser el cuarto bate de la selección Bolívar y su potencia lo destacó en la defensa del equipo, desde su posición de primera base. Pero, la suerte no lo acompañó, en su período de gloria estaban cesantes las series mundiales y cuando se restablecieron en 1965 empezaban a florecer nuevas figuras, como Bartolo Gaviria, a las que él decidió darle su espacio. Actualmente está separado de su esposa, Noris Noriega, vive con un hijo en el barrio El Educador, no tiene pensión alguna y por las mañanas es frecuente encontrárselo en los alrededores de la Matuna, donde se reúne con viejos compañeros del béisbol. “Me hace feliz que ellos me pongan pereque y yo ponerle a ellos”. Entre risas, lagrimas y esperanzado en que su historia sirva de enseñanza a los jóvenes, Alberto "El Merengué" Barrios, de 70 años de edad, hace una reflexión de su vida. ¿Qué recuerda usted de sus primeros años en el béisbol? -Al principio fui un jugador callejero como cualquier muchacho de barrio al que le gusta este deporte. Mi primer equipo organizado lo integré cuando tenía 14 años, en la categoría intercolegial. (Risas) Íbamos a jugar un domingo y nos entregaron el uniforme el jueves y vea yo no me quité ese uniforme desde que me lo dieron hasta que jugué, dormía con el. Lo bueno fue que ese domingo me ponché y mi papá atinó a sentarse al lado de unos apostadores que dijeron: ‘hijueputa pelao tan alto, no pudo con esa bola’ y apenas llegó a la casa me prohibió jugar béisbol; entonces yo jugaba escondío, mi mamá sí sabía; pero a él no le dije hasta cuando me seleccionaron para jugar por Colombia en los juegos bolivarianos del 62 que se hicieron en Barranquilla; y me lo llevé para que me viera jugar. ¿Y qué tal les fue? -Super bien, quedamos subcampeones. Cuando lo seleccionaron para representar a Colombia, ¿a qué equipo de Bolívar pertenecía? -Estaba en El Águila. Yo empecé en la primera categoría en el 56 con el Flota Nar, de Turbaco, en el que fuimos campeones consecutivos cuatro años. Luego pasé a El Águila que fue mi equipo más querido, fuimos campeones en el 62, en el mismo año de los juegos bolivarianos. Le voy a contar, yo era tremendo. Yo nací y me críe en el barrio Getsemaní, pero me gustaba jugar en El Águila que era el equipo de San Diego para llevarle la contraria a mi gente porque en mí época había una pugna entre los getsemanicenses y los sandieganos. Siempre que El Águila le ganaba a Getsemaní yo me iba para mi barrio para que vieran que les había ganado. Yo sentía satisfacción con eso. ¿Quién lo apodó Merengue? -Mis amigos de la juventud, yo llegué al béisbol con ese apodo. Merengue era un doctor de una tira cómica que se publicaba, no me acuerdo si en el Diario de La Costa o El Universal y era un personaje imponente y como yo me veía imponente en el campo por mi estatura y mi complexión física me pusieron así. ¿Cuántos años representó a Bolívar? -Del 62 al 77 más o menos. Estuve en Barranquilla, donde fuimos campeones, en Medellín, aquí en Cartagena, en Santa Marta y en varios amistosos regionales. Y ¿Cuál fue su mejor partido en esa faceta de su carrera? -El partido contra Atlántico en el que fuimos campeones en su propia casa. La final iba cero a cero en el décimo inning y yo bateé un doble y tras de mí Óscar Luis Gómez bateó un jonrón a pesar de que tenía fiebre. Ganamos el partido dos a cero. ¿Por qué no representó a Colombia una sola vez? -No sé. En esa época en la que hice mi mejor papel no se jugaban series mundiales, la primera fue en el 65, para entonces escogieron a Bartolo Gaviria como primera base y empezaron a salir muchas figuras y yo me desmotivé. Como le dije, representé a Colombia en los bolivarianos del 62 y en una serie del Caribe amistosa en la que participaron República Dominicana, Venezuela y Puerto Rico, también quedamos subcampeones. ¿Por qué tomó esa actitud? -Fue una cuestión de pensamiento. Empecé a sentir que ellos tenían mejores condiciones que yo y después de estar en equipos buenos como la Base Naval y Colpuertos, me fui relegando a otros equipos de menos nivel de rendimiento como Getsemaní, Lesa. Alcancé a jugar un partido amistoso con La Policía, a lo último regresé a El Águila, pero ya el “Capi Castillo” no me ponía a jugar tanto; entonces me fui para San Andrés, donde también jugué en La Fontana, equipo que también dirigí y lo hice sub campeón. Pero, ya después en la isla me puse a negociar, viajaba a Panamá y traía mercancía. ¿Usted trabajó en algunas de las empresas para las que jugó? -No. Me lo propusieron muchas veces, pero yo nunca acepté porque para entonces mi familia tenía solvencia económica. Mi papá tenía una tienda en el mercado viejo en la que le iba tan bien que yo iba al colegio en camioneta y en moto. Cuando nadie tenía moto aquí (en Cartagena) yo la tuve. Entonces no sentía la necesidad de trabajar en una empresa, más bien lo ayudaba a él en la tienda. Eso hasta cierto punto me perjudicó porque yo creí que toda la vida iba a ser así. Hoy día mis compañeros están jubilados y yo estoy... no tengo pensión, ni tengo nada. Con esa solvencia ¿por qué no hizo una carrera universitaria? -A mí me gustaba el sector de Minas y Petróleo, pero yo me gradué de bachillerato un 6 de noviembre y a la semana mi papá cayó enfermó y prácticamente no se levantó más, tocó ponerme al frente de la tienda. ¿Qué pasó con ese patrimonio? -Se acabó. Es que mi papá era un señor muy estimado en la ciudad, y yo me equivoqué porque pensé que todo lo tenía fácil por medio de eso, yo nada más decía que era hijo de Demecio Barrios y ya; pero cuando él se murió, en el 64, se cumplió el dicho que dice que muerto el perro se acabó la rabia. La estimación se la tenían a él no a mí, entonces comencé a pasar trabajo. La tienda se vino abajo. Nunca tuve una persona que me orientara. Cuando eso yo tenía 25 años. En el 64 usted apenas comenzaba su carrera en el béisbol ¿No le surgieron nuevas ofertas de trabajo? -Sí, pero también tuve un equivocado ejemplo de mis hermanos mayores. Yo fui el único hijo de mi mamá, pero uno de los últimos de como 20 hijos que tuvo mi papá; y el ejemplo que yo veía de ellos era el derroche de plata y eso fue lo que aprendí. Ellos me decían que como me iba a poner a cumplir unos horarios estrictos en una empresa, entonces me facilitaban la forma de ganarme la vida dándome recursos para hacer negocios, pero ninguno me prosperó y el tiempo corrió. ¿En qué momento se dio cuenta de ese error? -Muy tarde, cuando los trabajos se lo daban a los jóvenes y a los viejos no le daban nada. Todavía sigue siendo así. Además no tuve la suerte de otros compañeros de ser integrantes de los seleccionados que obtuvieron medallas de bronce y plata en la series mundiales, por lo que ya le expliqué antes, así que tampoco cuento con la pensión vitalicia que dio el gobierno. ¿A qué dedicó su vida entonces? -A vender mercancía que traía de Maicao y Panamá. En San Andrés viví del 76 al 90 con esa actividad y luego me regresé para Cartagena a trabajar en una pescadería que tenía una hija. La ayudaba a empacar los pescados que ella despachaba para otras ciudades y a supervisar el personal. En esa época comencé a jugar sóftbol. ¿Qué tal le fue en el sóftbol? -Muy bien. También representé a Bolívar en Medellín y aquí en Cartagena, en el primer año de mayores de 50 me gané seis títulos: champión bate, champión primera base, champión toobay, y entre otros el jugador más valioso de ese año fui yo. Me vi obligado a retirarme por una isquemia cerebral que me dio hace 14 años, la cual me repitió hace año y medio. Soy operado del corazón y estoy necesitando un marcapaso. ¿De qué vive? -De lo que me dan mis hijos. Vivo con uno de ellos en el barrio El Educador. Y me rebuscó vendiéndole cualquier pendejada a mis viejos amigos del béisbol, a veces les ofrezco frutas y cosas así. Ellos más bien me compran por colaborarme. ¿Cuántos hijos tuvo? -(Risas) 18. Tuve cinco con mi esposa y los otros por fuera de la casa; gracias a Dios me llevo bien con todos. ¿Los tuvo con cuántas mujeres? -Con cinco. En aquel tiempo, por aquello de la fama, uno tenía que espantar a las mujeres. Esto no lo digo por las mamás de mis hijos, pero para completar yo tenía carro y eso era peor porque a las mujeres siempre les ha gustado la gasolina. ¿A qué hora se le acabó el desorden? -(Risas) Bueno, *Carlitos ya se murió. ¿Qué es de la vida de su esposa? -Estamos separados desde hace 10 años. Ella sigue siendo mi adoración y lo sabe. Ella era mi reina, lo que ordenara, le encantaba hacerle fiesta a los pelaos y yo la apoyaba en todo, al único que creó que no le hice fiesta fue a Popy, un perrito que tenía. Pero la incomprensión nos llevó a la separación. Le voy a contar, ella es barranquillera de esas bien orgullosas de su tierra y cuando nos enfrentábamos con Atlántico era pelea segura con ella porque si nosotros perdíamos yo veía en ella al equipo del Atlántico y no le aceptaba comida ni nada y si nosotros ganábamos ella se ponía brava. Una vez que ganamos le fui a poner pereque y me amenazó con un cuchillo. (Risas) ¿Quiénes eran sus amigos en el béisbol? -Mis grandes amigos fueron y siguen siendo Óscar Luis Gómez, Abel Leal, Pompeyo Llamas, Isidro Herrera Alejandro Lián y Pintuco Llerena, que ya falleció. ¿Qué anécdota recuerda con alguno de ellos? -Una vez, en el 63, se perdió un juego de cubiertos en el hotel en el que estabamos hospedados en Santa Marta. Revisaron los maletines de todos y no encontraron nada. Nos fuimos para el partido y Óscar Luis (Gómez) dio un batazo y corrió para la base, pero en vez de tirarse llegó parado. Yo le dije: Óscar si te tiras llegas quieto y él me respondió: si me tiró me puyó y me cortó todo porque debajo del pantalón es que tengo los cuchillos y los cubiertos que me robé. (Risas)
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