Un grupo de maestros bolivarenses debe sortear las trochas más agrestes para llevar el conocimiento a las veredas más lejanas de los Montes de María. Los niños y adultos que reciben estas clases fueron desplazados por la violencia que ahora quieren otra oportunidad de vida. Transmitir conocimientos nunca ha sido una tarea fácil, sobre todo si se trata de cumplirla en condiciones demasiado alejadas de lo que tradicionalmente se conoce como un verdadero contexto educativo. Es esa la misión de un grupo de profesores bolivarenses, que fue escogido y aceptó impartir sus enseñanzas en lejanas veredas de los Montes de María, a las cuales muchas veces ni los carros pueden entrar. Ellos integran la “Fundación Saber Ser”, que desde hace 6 años trabaja con 115 docentes en 63 veredas de poblaciones como El Carmen de Bolívar, San Juan Nepomuceno, San Jacinto y Córdoba, en donde enseñan a 2.600 alumnos entre niños y adultos. La mayoría de esas veredas, además de estar en las elevaciones que conforman a los Montes de María, sufrieron los embates de la violencia guerrillera y paramilitar, por lo que muchas fueron abandonadas por sus pobladores, quienes bajaron hacia los cascos municipales o, en su defecto, emigraron hacia las grandes ciudades del Caribe Colombiano. Idalid Correa Rojas, directora y fundadora de “Saber Ser”, afirma que “gracias a la política de Seguridad Democrática no sólo los campesinos decidieron volver a sus veredas sino que también fue posible el acceso de los maestros hasta esos territorios, a los cuales no es tan fácil llegar”. Y en efecto: para hacer presencia en esos territorios se necesitan hasta dos y tres horas de trayecto en carro y otras dos horas de camino a pie, cuando es tiempo de verano y los senderos se muestran transitables, lo que hace presumir que en invierno las cosas son diferentes y más demoradas, pues se necesita viajar en bestias que no siempre logran sortear las dificultades topográficas. De esa manera, el viaje podría demorar hasta 12 horas. En algunos lugares, los mismos profesores debieron construir puentes de madera y cabuyas para comunicar a las veredas separadas por algún a arroyo o zanja dejada por probables deslizamientos de tierra. Las otras dificultades se fueron venciendo con el tiempo. En gran parte de las veredas no había escuelas; y en las que sí existían, las estructuras estaban destruidas en un 70%. Pero eso no fue lo más fatigoso, dado que primero debieron vencer la desconfianza y los traumas de los pobladores para entonces poder sentarlos sin prevenciones alrededor de una charla magistral. “El común denominador de estas veredas cuenta Idalid Correa era que la gente apenas nos veía llegar, se encerraba en sus casas. Previendo eso, con cada grupo de profesores viajaba una psicóloga, quien recomendó que fuéramos de finca en finca, tocando puertas y organizando charlas con las que nos ganamos su confianza y logramos que salieran a recibir clases”. De acuerdo con el diagnóstico de las psicólogas, los pobladores presentaban cuadros de desconfianza, temor y odio, especialmente entre los niños, entre los que había un número significativo con antecedentes de maltrato. En otras poblaciones hubo la necesidad de improvisar ranchos debajo de los árboles para dictar las clases con los alumnos sentados en troncos, a guisa de pupitres, con los materiales didácticos que llevaban los docentes, aunque en otras veredas, en lo que quedaba de las escuelas, aún se conservaban los tableros y parte de los pupitres. Sólo hubo que retirar la maleza que se estaba apoderando de los salones y de los pasillos. Con la ayuda de los planteles educativos de los municipios, y de la Gobernación de Bolívar, fue creciendo el número de pupitres y demás elementos de ayuda con los que están formando no sólo a niños, sino también a adultos que jamás en sus vidas habían pisado un salón de clases. Idalid Correa Rojas es licenciada en Pedagogía Reeducativa, el área que permite educar a niños y adultos que por una u otra razón han sido desarraigados de su medio social. Es decir, esta especialidad de la docencia se ocupa de niños con problema socialización o de desplazados por la violencia. Dice la docente que ese conocimiento empezó a reforzarlo cuando era funcionaria de la Gobernación de Bolívar y tenía como ocupación el de ser la coordinadora de Programas de Ampliación de Cobertura Educativa en las zonas más alejadas del Departamento. “La fundación nació en 2004 con la Parroquia la Sagrada Familia, cuyo representante era Luis Darwin Díaz Macías, quien, posteriormente, fue trasladado a otro Departamento y la fundación se vio en la necesidad de reunir a los docentes de El Carmen de Bolívar para reactivarla y contratar con el Departamento”, relata la docente. Posteriormente, el Gobierno Nacional expidió la Ley 715 del año 2000, mediante la cual exigía que todos los docentes fueran profesionales o licenciados, lo que alejó a los bachilleres que cumplían la misión de alfabetizar en las zonas más lejanas de los departamentos, de manera que el compromiso siguiente fue ir de vereda en vereda y de finca en finca para demostrarle al Estado que sí había un número exorbitante de niños, jóvenes y adultos por fuera del sistema educativo. Más adelante, se fueron sumando a la causa profesores de los municipios cercanos y hasta de las veredas que habían sufrido la incursión de los actores violentos. La idea era llevar escolaridad hasta los puntos más recónditos de los Montes de María. “Estos profesores, a quienes la fundación ha logrado licenciar y vincular con el Departamento, suben los domingos a las veredas y bajan mensualmente a visitar sus respectivos hogares y a cobrar sus honorarios, pero después vuelven con el mismo amor a continuar el proceso educativo en las montañas”, dice Idalid Correa. Entre los logros que la fundación tiene en su haber se pueden contar los desayunos escolares, que, en un 90%, apoya el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (Icbf); ampliación de la población estudiantil, la confianza y credibilidad que cultivaron en las comunidades de las veredas, alfabetización a padres de familia, adecuación de las escuelas que estaban semidestruidas y el pago mensual a los docentes, ya que al principio debían esperar hasta cinco meses para recibir el sueldo. “Otro aspecto que nos ha dado mucha fortaleza manifiestan los docentes es que impartimos educación de acuerdo con el medio socio-cultural que vamos encontrando. Es así como en muchas veredas impartimos la educación formal, pero también incentivamos la elaboración de artesanías, los proyectos productivos que involucran a la agricultura y sus derivados y el amor por las danzas y la música que es típica de esas regiones”. LABOR EN ASOMENORES La “Fundación Saber Ser” es la única, a nivel nacional, que tiene una escuela desde primaria hasta bachillerato, al interior de Asomenores, sede de Turbaco. Mediante ese programa, ha logrado que jóvenes privados de la libertad se gradúen como bachilleres e incursionen en la universidad, mediante convenios previamente establecidos. En esta entidad, se desarrolla el concepto de “Escuela Nueva”, tomando en cuenta la población fluctuante, que no permite desarrollar el programa académico en un año lectivo convencional, lo que obliga a ajustarlo a los espacios de tiempo o estadía de los jóvenes en la institución. Como buenos resultados, se pueden contar el alto interés de los internos por el aprendizaje y los bajos niveles de ansiedad por escapar del lugar, ya que también se les forma en valores.
Facetas
En los duros caminos de la educación
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