Facetas


Epifanio Garay, el otro retratista de Cartagena

GUSTAVO TATIS GUERRA

17 de junio de 2018 12:44 AM

Epifanio Garay retrató al país complejo, diverso y conflictivo, de finales del siglo XIX y principios del XX.

  Su obra perdura por su belleza, su línea certera, su capacidad para captar los gestos, las emociones y los silencios y el alma de los retratados.

  El presidente  Rafael Núñez, el único estadista del Caribe que ha sido presidente de los colombianos, quien gobernó cuatro veces al país desde su casa del barrio El Cabrero, fue mecenas de Epifanio Garay.

Lo becó para que estudiara en la Académie Julien, de París, pero en 1885, luego de la guerra civil de los liberales en contra de la Regeneración, el artista tuvo que regresarse al país, porque dejaron de llegarle los dineros de la beca.

Aquello fue frustrante para Garay, que había recorrido Europa y Estados Unidos. Su biógrafo Roberto Pizano describe aquel desencanto, luego del elogio de sus maestros parisinos, como un descenso derrotista al país “y entonces se va a las orillas del Chagres (hoy Panamá) con el común ideal de engordar vacas. El negocio por fortuna marchó mal y lo obligó a decidirse a pintar retratos”.

Muchos creían en aquella época, que pintar retratos era una alternativa menor a su regreso a Colombia.

A Garay le hicieron la vida imposible en los círculos artísticos e intelectuales, cuando sospecharon que se apoyaba en las fotografías para sus espléndidos retratos.
Ese secreto artístico era compartido con los grandes retratistas de su tiempo, pero nadie quería reconocer que la fotografía, al margen de que es un arte, también era una herramienta y facilitaba la tarea de los pintores.

Uno de los retratos que hizo en 1891 fue el de Rafael Núñez. El original reposa en el  Museo Nacional, y una réplica se exhibe en la Casa Museo Núñez, en Cartagena.
 

Un presidente débil y pálido

El artista retrató el aura otoñal del presidente Núñez, su semblante pálido, el leve temblor de sus dedos, el río azul de sus venas en sus manos largas, mientras sostiene un libro entreabierto.

Núñez nombró a Garay primer director de la naciente Escuela de Bellas Artes, de Cartagena. Aquí vivió hasta 1892 y regresó a Bogotá.

Además del presidente que se apersonó con la creación de la nueva institución de enseñanza artística, Garay contó con la complicidad creadora de Concepción Jiménez de Araújo.

Al llegar a Cartagena, le regaló a Núñez, el óleo Maternidad, premiado con una medalla de oro en un salón de artistas en París, pero el aire salino y húmedo de El Cabrero le destruyó las capas de color y deshizo las figuras.

En Cartagena hizo varios retratos a personajes de la ciudad: retratos de Henrique L. Román, la niña María Paulina Zubiría Stevenson, la señorita María Conquet, y pintó el inmenso óleo de Bolívar en la Batalla de Boyacá, que permaneció hasta el año 2015 en el Salón Amarillo, de la Gobernación de Bolívar.

Utilizó como modelo para un soldado que aparece muerto, al cartagenero Fidel Pérez Calvo.

La ciudad que quería ser retratada
Garay tuvo solicitudes de personajes cartageneros, autoridades y ciudadanos de la época que lo buscaron para que los retratara. Las mujeres zumbaban a su alrededor para que las eternizara en sus lienzos.

Aquí el artista dejó muchos retratos que aún se conservan y forman parte del patrimonio de algunas familias.

Uno de sus alumnos fue Luis Carlos López, nacido en la Calle del Tablón, el 11 de junio de 1879, quien se matriculó en sus clases, cuando el futuro poeta era un niño. López tenía claro ya que quería retratar a la gente de su ciudad natal. Nunca mostró sus pinturas, pero en 1908, sorprendió a los incrédulos con su primer poemario De mi villorrio, publicado en Madrid, en el que retrata a sus contemporáneos y el espíritu de su ciudad. No es casual que algunos de sus poemas aludan a la pintura: acuarelas, croquis y aguafuertes.

A lo largo de su vida, Garay fue considerado el mejor retratista del país. Fue un hombre dotado de una enorme sensibilidad y una impresionante y polifacética creatividad, como cantante de óperas y cronista de arte. Siempre en su equipaje llevaba su violín.

Fue becado por el gobierno colombiano en 1882 para estudiar pintura en Europa, se matriculó en la Academia Julien, de París. Su beca fue suspendida a raíz de la guerra civil de 1885, y como dijimos arriba, tuvo que regresar a Bogotá.

En medio de ese clima hostigante de un país en guerra, se encerró a pintar todo el tiempo y atender los requerimientos de la gente de aquellos días que soñaban con tener un retrato de Garay: lo buscaban las señoritas y las señoronas de la sociedad bogotana, los políticos y los intelectuales. Uno de sus maestros en París fue el célebre Adolphe William Bourguereau (1825-1905), premio de Roma en 1850. También, Boulanger, Constant y León Bonnat (1835-1932).

Las pinturas de Garay

Uno de sus óleos: La mujer del levita de los montes de Efraín (1899), que hoy puede admirarse en el Museo Nacional, es el mejor desnudo artístico del siglo XIX en Colombia, que desató una controversia de doble moral y enjuiciamiento estético.

Lo atacaron aduciendo que partía de una fotografía: la perfección y sutileza del cuerpo desnudo de la mujer pintado por Garay sigue conmoviendo a los espectadores, más allá de la centuria.

Hay allí un conocimiento minucioso de cada milímetro de piel. Un busto de Epifanio Garay, obra del maestro Silvano Cuéllar, preside la entrada del Museo Nacional.
Allí pueden verse: El Retrato del presidente Rafael Núñez; Retrato de señora, firmado y fechado 1893; Retrato del doctor Manuel A. Sanclemente, ganador del primer premio en retrato en la exposición Colecciona, con ocasión del aniversario del Grito de la Independencia, el 20 de julio de 1899; Retrato de Dolores Caycedo de Garay, firmado; Retrato de Manuel Gray (su hermano); Autorretrato, sustraído del Museo; el cuadro costumbrista Por las velas, el pan y el chocotate; retrato de las señoras: Teresa Díaz Granados de Suárez, firmado y fechado 1893; Dolores Lezaca de Garay (cuñada del artista), María de Jesús Carrizosa de Pardo e Isabel Gaviria de Restrepo, según la semblanza de Marta Fajardo.

Como pedagogo Garay fomentó en Colombia el impulso a los artistas de provincia cuando fue nombrado director de la Escuela Nacional de Bellas Artes, en 1898.Promovió la creación de becas para estudiantes sin recursos pero con deseos de continuar estudios e impulsó las clases de litografía al contratar al profesor alemán Felipe Eduardo Lehner.

Mientras estimulaba este clima extraordinario de formación humanística, la Escuela Nacional de Bellas Artes fue cerrada por la Guerra de los Mil Días.

Vivió un tiempo en Panamá, en donde conoció a la que fuera su esposa: la panameña Mercedes Díaz Remón, de cuya unión nacieron sus dos hijos: Nicole, pianista y compositora, y Narciso, violinista, escritor e investigador de la música y el folclor panameños.

Garay murió el 8 de octubre de 1903 en Villeta. Está enterrado en el Cementerio Central de Bogotá.

Epílogo
Epifanio Garay se inmortalizó con sus retratos.

La Universidad de Bellas Artes de Cartagena lo recuerda a través de una medalla creada que honra a artistas y gestores culturales.

La medalla fue diseñada por el escultor cartagenero Hernando Pereira: moldeó el rostro expresivo y delgado y el cabello desordenado del artista para plasmar la efigie.
El retratista pintó sus obras en medio de las guerras civiles que desangraron al país. Sus pinturas trascienden más allá de su tiempo. Son un testimonio de la nación que heredamos en siglos anteriores. Retratos perdurables como los que hizo su alumno, que nunca mostró sus pinturas, pero siguió el camino de la poesía.

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