Facetas


Escopolamina: Peligro invisible

“El caso del hijo mío sí fue verdad. El taxista que lo trajo del Tecnológico de Comfenalco al barrio Los Caracoles le robó un millón de pesos, lo dejó botado por el barrio La Gloria, y allá lo encontró el cuadrante de la Policía, sentado en la terraza de una casa. Ya le dieron de alta, en la casa se le está poniendo suero para que evacué el producto que tenía dentro del cuerpo. Gracias a Dios lo que le echaron no fue mucho”.

Quien habla en estas líneas es el padre angustiado de un joven universitario. Está preocupado porque esta semana, según cuenta, su hijo se convirtió en una víctima más de los ladrones. Pero estos delincuentes no usan como armas cuchillos ni revólveres, sino sustancias que provocan un perverso estado de indefensión a la víctima: escopolamina o burundanga.

“Ese día llevaron al mismo puesto de salud de Blas de Lezo a una muchacha que llegó peor. Al parecer, también le ocurrió mismo”, afirma el padre, quien hizo público el caso a través de una emisora local.

Pero... ¿pasan o no estos casos en Cartagena? ¿Es realidad o ficción? Según la Policía Metropolitana de Cartagena, este año en la Sijín no hay reportes de robos en los que los delincuentes hayan utilizado este tipo de sustancias para someter a sus víctimas. Tampoco las autoridades de salud de Cartagena manejan cifras al respecto. Según ellos, porque es muy difícil verificar cada caso.

“Escucha voces”
Maycol Sánchez es un joven de 23 años, administrador de negocios internacionales. Él nos cuenta la historia de ese turbado día que, afirma, cayó en las redes de la burundanga al subirse en un transporte público en el Centro Histórico de la ciudad.

El hecho ocurrió más o menos así: agarró una mototaxi. En el camino, el conductor lo drogó y robó, y cuando llegó a Los Calamares poco o nada recordaba.

“Estaba en el Centro, por la India Catalina, por ahí se parquean todas las mototaxis. Yo hablaba por el celular y el muchacho de la moto en la que me monté como que se dio cuenta. Yo colgué el teléfono, me lo metí en el bolsillo y cuando volví a revisar ya no estaba el celular. Cuando le pregunté me dijo, ‘vamos a devolvernos a buscarlo’. Pasaron como dos cuadras, cuando no supe nada más”, relata.

Lo próximo que recuerda es que estando en la estación María Auxiliadora, de Transcaribe, todo se volvió nebuloso. A Maycol se le borró el ‘casete’, se enlagunó. “Iba para la casa de mi novia y sinceramente no recuerdo cómo llegué allá”.

Ella, cuando me vio completamente sudado, se asustó muchísimo. Yo tenía los ojos ‘espepitados’, muy abiertos. Me preguntó que dónde estaba, pero no supe qué responderle”, recuerda.

Desorientado y con mucho dolor de cabeza, se sentía como volando, pero con los pies en la tierra. En la clínica Madre Bernarda los médicos le confirmaron su sospecha: su cuerpo estaba intoxicado. 

“Me sentí bastante acelerado y bien extraño. Enseguida, el médico me dijo que había sido la combinación de varios químicos que se llama burundanga, que era algo diferente a la escopolamina. Fue verificado por el médico, efectivamente me drogaron”, explica con claridad.

A Maycol le robaron el Iphone 4 del bolsillo de su pantalón apretado y 200 mil pesos en efectivo. Por fortuna, el robo no pasó más allá de un mal susto y de las secuelas de los químicos. “Puede que haya sido el casco y no me haya fijado, no estoy seguro, pero fue mientras iba en la moto. La billetera me la dejaron, pero tenía todos los papeles desordenados”.

“Durante varios días escuché voces extrañas. Esas eran las secuelas. Gracias a Dios con el tiempo y con el ejercicio se me ha ido saliendo ese químico del organismo porque, en realidad, yo a veces tenía la sensación de oír voces, eso lo asusta a uno”.

Con cuidado
“A medida que la sustancia se va eliminando del cuerpo se van desapareciendo los efectos, algunos residuales, sobre todo los neurológicos. Esos efectos perduran hasta cierto tiempo”, explica Rubén Salas, químico farmacéutico, farmacólogo, toxicólogo y docente de la Universidad de Cartagena. 

Al estar expuesto a estas sustancias, además del estado de indefensión, se acelera el corazón, pueden producirse convulsiones, resequedad y alucinaciones, “que es cuando la persona escucha voces y ve imágenes que no existen. Incluso hay unos que se creen perros o gatos, y así. Lo importante es estar siempre alerta”, afirma Salas.

“Si la dosis no es tan alta, eso produce una amnesia retrógrada, donde la persona no recuerda bien los últimos acontecimientos, previos a la exposición a la sustancia.

A veces lo mezclan con otras sustancias que son depresoras del sistema nervioso central y producen somnolencia y letargo. En algunas personas lo que pasa es lo contrario, se exaltan”, agrega el farmacólogo.

Existen pruebas de descarte de drogas de abuso, que servirían para confirmar, presumiblemente, la exposición a la sustancia. Sin embargo, no servirían para efectos legales, explica Salas. Pero Medicina Legal cuenta con el instrumental indicado para confirmar ese tipo de casos. 

“El cuidado es el que uno pueda tener al no recibir nada de nadie. Estar atentos en espacios públicos y espacios privados. De no hablar con gente que se vea sospechosa, aunque es difícil descubrir quién puede ser el que te va a atacar con la sustancia”, sostiene el toxicólogo.

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