La sutileza de sus creaciones son un reflejo de sí misma. De su tez blanca y delicada, de su figura ultrafemenina y sus maneras refinadas.
Un rompecabezas estético que define quién y cómo es la diseñadora monteriana Giovanna Maroso.
Una “admiradora absoluta de la belleza”, cuya vida se confeccionó entre telas y patrones, mientras observaba a su abuela coser para toda la familia. Allí aprendió a cortar, a diferenciar las texturas, a apreciar las siluetas y aprovechar los detalles.
“Mi vida fue influenciada por mi nonna. Una italiana que llegó a Colombia cuando mi padre y mis tíos estaban muy chiquitos. Ella confeccionaba y nos hacía prendas de vestir. Y yo empecé a sentir amor por el diseño desde niña, cuando recortaba los patrones de la revista Burda, que ella traía de Italia”.
Esa pasión heredada y su fragilidad por la belleza marcaron su futuro, tanto así que la llevó a estudiar diseño en La Colegiatura de Medellín, donde se graduó con honores al ser seleccionada para la pasarela de Jóvenes Creadores de Colombiamoda, y luego a hacer un trimestre de patronaje en la escuela italiana Marangoni.
“Siempre he sido amante de la estética. No sólo hablo de moda o el mundo de la confección, sino de todo lo estéticamente bello”, afirma.
“Desde mi infancia un buen paisaje, un amanecer o un atardecer eran cautivadores para mí, y así empecé a entender que era algo importante en mi vida”.
De regreso al país inició su proceso creativo enfocándose en la anatomía femenina, en la delicadeza de las líneas y los trazos llenos de sex appeal. Su propuesta es, sin duda, un despliegue de sensualidad dosificada, que se vuelve memorable sin caer en lo lascivo o vulgar.
“Diseño para una mujer sutilmente sensual, que quiere lucir su cuerpo de forma elegante. Es una mujer clásica y segura de sí misma, con una identidad visual definida”.
Con 14 años en el mundo de la moda, Giovanna parece distanciarse de las fórmulas repetitivas del mercado y se ha dedicado al diseño de vestidos de gala, donde el encaje y las transparencias entran en escena con frecuencia. Un juego óptico que atrapa las miradas y que convierte la piel expuesta en una evocación poética.
“Los encajes y las transparencias son una ventana hacia al cuerpo para expresar la esencia romántica de las mujeres”.
Otra debilidad de Maroso es el negro, incluso en el trópico ella lo prefiere, quizás por el contraste y la sobriedad del color. “Siempre trato de hacer historias de mis colecciones y el negro siempre será uno de los protagonistas”, enfatiza.
También admite que su marca “empezó con una línea femenina de básicos” en el momento en que ella sintió que se necesitaba una propuesta comercialmente agresiva, pero ahora sólo diseña para ocasiones o “eventos que requieran una etiqueta o una presentación especial”, y no para estaciones.
Por eso sus colecciones están concebidas desde el dramatismo de la noche y no desde las tendencias ready to wear (lista para usarse) que se imponen en la moda. De ahí deviene el éxito de Maroso, ese que se ha ido materializando en su tienda de Bogotá y que pretende replicar en Cartagena.
“Amo a Cartagena. La arquitectura de la ciudad vieja para mí es deslumbrante y siempre quise tener una tienda acá, por eso este lugar precede a otros donde quisiera estar”, asegura.
No fue improvisado, de hecho conseguir esa esquina preciada, entre la Calle Don Sancho y la Calle de La Estrella del Centro Histórico, duró un año. Y algunos meses más, hacer que se viera como lo imaginó.
“Nos habíamos enamorado de esta calle porque simboliza el encanto de la magia del Centro. Trabajamos muy duro para conseguir está locación”, explica.
Ahora espera conectarse con la visión estilística del Caribe que la vio nacer y del cual siente tanta nostalgia.
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