Facetas


Guardianes de la memoria de Joe Arroyo

GUSTAVO TATIS GUERRA

12 de agosto de 2012 12:01 AM

Si no estuviera ese letrero en la puerta de la casa: “Joe, Nariño nunca te olvida”. Y esa pintura de su rostro realizado de urgencia en la mañana de su muerte, pocos sabrían que en esa casa de su abuela materna, pasó los años de su infancia el más grande músico que ha dado Cartagena.
Los que pasan por la Calle Bogotá en el barrio Nariño se detienen en esa nomenclatura: 17-259 y dicen: “Aquí vivió Joe Arroyo”. Allí vivió con su  abuela Ana Chávez Iriarte, en esa casa que alguna vez fue de madera y una tormenta la derrumbó Es una casa pequeña, aún en obra negra, sin baldosas, con grietas en la sala, y un patio minúsculo donde alguna vez corrinchara el niño músico. Y dos cuartos muy pequeños donde hoy viven Aida Gueto Chávez,  tía materna y madre adoptiva de Joe, y su esposo Julio César Ortega Cervantes. Y Eric, el hijo de esta unión. En uno de los cuartos, vivió Ángela y Joe, y la abuela Ana Chávez que nunca quiso mudarse a otra parte. Una vez, su nieto Joe le prometió regalarle una casa y Ana le dijo que ella prefería morir en esa casa de Nariño. Joe le prometió a su tía Aida comprarle una casa, y a su tío político regalarle un carro, pero no alcanzó a cumplir sus promesas. La casa vive de milagros, gracias a la paciencia bondadosa de ese par de viejos amorosos que son Aida y Julio, que no han permitido que la casa se venga abajo, aunque la pobreza amenace con socavar sus cimientos. “Somos ricos pobres”, dice con dignidad Julio. “De la suerte a la muerte nadie se escapa”.
De promesas ha vivido también el barrio que aún espera la construcción de un parque con la estatua del Joe.
Aida y Julio son una pareja sencilla y entrañable. “Son unos vecinos humildes y solidarios”, dice Carmen Pantoja, una de las vecinas. Y otra vecina que no quiso revelar su nombre confesó que “se ha cometido una gran injusticia con esta familia que ha pasado grandes dificultades. Creo que  Joe también los ilusionó pero no les cumplió”.
Los dos se conocieron en los años sesenta en una tienda del barrio Lo Amador y se casaron hace 43 años en la iglesia del barrio Torices.
“Mi abuela Concepción Morales me decía: No te cases con una mujer blanca. Búscate una mujer pobre, morena, decente y honrada. No te cases con mujer de plata, porque después te humilla. Yo era un moreno con suerte y mis aventuras fueron siempre con mujeres blancas”, dice con picardía Julio César Ortega Cervantes.
Aida Gueto dice que su sobrino Joe era un niño que no daba molestias. Lo mismo piensa Julio: “Él no se metía con nadie”.
“Cuando iba a buscar el agua”, dice Aida, “iba tocando el tanque como si fuera un tambor, y cuando lo llevaba vacío se lo metía en la cabeza para cantar dentro y escuchar su voz. Entraba siempre por el patio. La música que tarareaba por aquellos días eran los sones cubanos, las rancheras y las baladas”.
Julio se levanta a buscar entre su música que tiene guardada en su cuarto, la canción “El corazón es un gitano” y “Como violetas”, del italiano Nicola Di Bari, que tanto le gustaban a Joe, a quien nombró padrino de su hijo Eric.  La música suena del fondo de su cuarto y se levanta a tientas para buscar su silla. Los dos se resisten a escuchar la música de Joe porque los lleva a las lágrimas. “Yo las escucho todas”, me dice Julio, y empieza a cantar “Abandonaron el campo”. Le pregunto por Catalina del Mar y me dice que era una muchacha que trabajaba donde el Notario Méndez y estuvo a punto de ahogarse en las playas de Bocagrande. Desmiente que la canción Tania fuera dedicada a la hija de Joe. “Esa canción la hizo Joe a Tania de Venezuela”. Nadie le compone una canción a una hija diciéndole “te quiero chupar”, dice riéndose Julio. Aida dice por su parte que le gusta mucho la canción que Joe le hizo a su madre.
Julio tenía su taller de mecánica y fue un conocido latonero y mecánico del barrio Nariño. Me cuenta que un accidente le hizo perder la visión del ojo derecho y parte del ojo izquierdo.
“No distingo su cara ni el color de su ropa, solo veo bultos, y a mis 72 años me siento muy fuerte y con deseos de ser operado para seguir en pie. Ojalá me operaran en Cuba”. Tiene su bastón y sus ojos son Aida y la memoria lúcida y clara que tiene de su propio barrio y de sus habitantes. No cree que haya llegado al séptimo piso de su existencia. Y contradice su propia cédula que le recuerda que nació el 10 de diciembre de 1938. “Mire, cuando mi papá me llevó a sacar la cédula, me puso esa fecha de nacimiento y me aumentó dos años.  Yo soy del año 40. Mi papá estaba borracho”, dice. 
Aida cuenta que Ángela y Joe vivieron primero en la Calle 20 de Julio de Canapote y luego en Bruselas.  A los 7 años vino a vivir a Nariño. El papá de Joe murió el 30 de diciembre de 2011. No tuvo que ver con Joe. Él se fue de la casa a los tres meses cuando en una discusión, Ángela le arrojó el caldero de arroz humeante “en las partes”. Ahora Aida me habla del impacto que vivió al leer la noticia errada de su muerte en el periódico, el pasado sábado.
“Se alarmaron mis vecinos de Nariño y familiares que viven en Barranquilla y pueblos de Bolívar. La primera llamada de alarma nos la hicieron a las cuatro de la madrugada. A mí se me bajó la presión”.
Aida y Julio  han vivido allí toda la vida en esa casa rodeado de una comunidad pacífica y afectiva, entre cartageneros raizales y palenqueros que se establecieron allí desde los años treinta. Aida y Julio recuerdan a las familias Martínez, Aguilar, Pantoja, Velásquez, Flórez, Salas, Valiente, Cassiani, Salgado, entre otros.
La casa es un punto de referencia de la nomenclatura de Cartagena. Todos dicen: “La casa de Joe Arroyo”. Kairen Gutiérrez Tejedor, impulsa la Fundación Artística y Cultural Joe Arroyo, para el fomento de la música, la danza, el teatro, entre los niños y los jóvenes de Nariño. Ana Modesta Ortega, la prima de Joe, que es docente en una guardería del barrio, me dice que la canción que más le gusta de su primo es “La rebelión” que compite con “Noche de arreboles”.
El retrato que pintó Omar Ríos en la puerta de la casa muestra a un Joe sonando su clave. Hay flores blancas de papel para recordarlo en la entrada. Aida y Julio se quedan juntos y de pie, en el centro de su sala, para esta foto.

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