Facetas


Jorge Muñoz, “El Ángel de Queens”

GUSTAVO TATIS GUERRA

05 de septiembre de 2010 12:01 AM

“Todas las noches le arrebato una sonrisa al hambre”, me dice Jorge Muñoz, un pereirano de 46 años, residente en Nueva York, que desde hace seis años, sin fallar, reparte ciento sesenta comidas a jornaleros y hombres de la calle en Queens. Sale desde las siete de la noche, con su provisión de ciento sesenta comidas empacadas, ciento cincuenta botellas de agua, setenta gaseosas, doscientos cincuenta panes y café caliente, para entregárselas a la gente desposeída y hambreada de Nueva York. Regresa a casa a las 11 y 15 de la noche a dormir. Y se levanta a las 5 de la mañana para emprender su tarea diaria: conducir un bus escolar. Algunos de los niños saben que en la noche anterior, este ser bajito, carismático y jovial que es Jorge Muñoz, ha estado en esta misión, y algunos de los padres lo sorprenden con remesas de alimentos en la puerta de su casa. Jorge Muñoz nunca ha fallado en estos seis años. La única vez que la gente se quedó esperándolo fue una noche de nevada en que no pudo sacar su camioncito para llevar los alimentos. Y se sintió destrozado al pensar que esa noche dormirían con hambre. Al día siguiente, fue a buscarlos para comentarles lo sucedido. “Me da mucho pesar cuando veo que alguien desperdicia los alimentos, mientras otros se mueren de hambre. Un pollo calmaría el hambre de un niño”. “Con todo lo que los americanos desperdician un fin de semana, se puede alimentar a cuatro millones de seres humanos”, me explica. Todo empezó así, en una batalla contra el desperdicio de alimentos en Nueva York. Jorge vive desde hace 27 años en los Estados Unidos con su madre, Blanca Doris Zapata, su hermana Luz Helenas, su sobrino Justin Schipe, de 6 años, quien también ayuda a repartir los alimentos. Ah, también vive con dos perros: Dartagnan y Justicie. “Mi mamá que está artrítica, prepara en dos hornos, 60 libras de pollo, 22 libras de arroz, 20 libras de pasta, 20 libras de pimentón verde, 5 libras de cebolla, huevos, 10 libros de vegetales congelados. Ese es el menú que prepara mamá los jueves. En la semana se va variando el menú: lentejas, carnes, arroz con pollo. Ella y mi hermana empiezan a cocinar desde la 1 de la tarde hasta las 4 y media de la tarde. Pero como las dos no dan abasto ya para tantos alimentos, hemos requerido de dos personas más. Después de 7 de la noche salgo a repartir esos alimentos”. Hace seis años, mientras conducía el bus escolar de su trabajo cotidiano, vio “a unas personas que llevaban doce bandejas de comida con tres cajas llenas de bolsas de leche, jugos y otros alimentos, que iban a votar”. Se bajó del bus y pidió que le regalaran esos alimentos para dárselos a otras personas. Así nació su obra humanística que el pasado 4 de agosto de 2010 le mereciera el reconocimiento del presidente Barack Obama al condecorarlo en la Casa Blanca con la medalla “Citizens Medal”. El presidente le dijo a Jorge Muñoz que estaba sorprendido y honrado por su tarea humanística y lo consideraba un Ciudadano Ejemplar de los Estados Unidos. Cuando estuvieron a solas, le contó en privado que el trabajo comunitario fue su tarea más importante desde joven. “Había seis anillos de seguridad para entrar a la Casa Blanca”, me dice enseñándome las medallas. Apenas el mundo registró la noticia de este colombiano en la prensa y en la televisión, se incrementó el número de beneficiados en su tarea de cada noche. Pasó de repartir ciento cuarenta alimentos a ciento ochenta alimentos. Miles de correos de todo el mundo empezaron a llegar, expresando solidaridad y apoyo, como el de una niña de ocho años que envió un aporte conmovedor de 25 dólares de sus ventas de pasteles de chocolate. Jorge Muñoz ha sido escogido entre los 10 finalistas de los premios “Héroes 2009” otorgado por la cadena internacional CNN. La claridad es el principio de su apostolado: ni interés políticos, económicos ni religioso en esta entrega diaria. Jorge no se queja de nada, proviene de una familia de clase media colombiana, es un creyente convencido de que Dios lo ha escogido para esta tarea con sus semejantes, vive de lo mínimo con sus 650 dólares que gana al mes, no bebe ni fuma, jamás le ha faltado la comida en su casa, no posee otra riqueza que su amor al prójimo. Y no tiene ínfulas de nada. “Lo de ángel de Queens”, fue el nombre que me dio un periodista de Nueva York, pero en verdad los ángeles están en el cielo. Creo que cada ser humano puede replicar lo que hago, con una, dos o más personas. No se requiere de grandes fondos sino de grandes sentimientos para compartir”. Gracias a su perseverancia ejemplar ha llegado a alimentar a ciudadanos de dieciocho nacionalidades, entre americanos, chinos, hindúes, coreanos, griegos, judíos, mexicanos, ecuatorianos, guatemaltecos, colombianos. Nada es casual en la vida de este hombre. Ese mismo gesto humanitario Jorge cuando tenía 10 años. Un muchacho de la calle tocó a la puerta de su casa pidiendo comida a la hora del almuerzo y le dijeron que no había comida. El niño se quedó atormentado por aquella escena y dejó de comer. Salió a buscar al muchacho y le dio su propia comida. Su abuelo Miguel Zapata en Pereira solía hacer mercaditos para compartir con las familias más necesitadas. Su madre hacía otro mercadito que llamaba “La bananera”. De paso por Cartagena contó que desde hace dos años consolidó su fundación para continuar en este “sueño que espero pueda replicarse en las ciudades de Colombia, en donde me han recibido con mucho fervor y entusiasmo. No le temo a la fama porque eso no va conmigo. Muchos canales de televisión han deseado filmar el momento en que estoy entregando los alimentos y yo no he aceptado por respeto al ser humano”. De vuelta a Pereira y Palmira, la tierra de sus ancestros, ha vuelto a degustar sus alimentos predilectos: trucha con patacones y carne asada. Dice que tiene prisa de volver. Lo esperan cada noche ciento ochenta seres humanos de la calle en Nueva York, que le dicen al verlo: “Colombia“. Sí: Es Colombia que viene cargada de alimentos. Con las manos abiertas al mundo de los desposeídos. Es Colombia en ese ser dulce, sereno, impecable que es Jorge Muñoz, como un ángel bajo el cielo de Queens.

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