Facetas


Karen, tan desprotegida como siempre

Ella está desprotegida. Mataron a su hija y atentaron contra su vida, pero nadie la saca de la vulnerabilidad. Ella denunció, pero quien cree es el autor intelectual del crimen, sigue libre; el que disparó tampoco ha sido capturado y la Fiscalía no muestra avances de las investigaciones.

Las heridas de bala no han sido tan fuertes como el dolor por la muerte de su hija Sofía. Han pasado 15 días desde el sábado en que un sicario le arrebató a Karen Figueroa Díaz la calma, de cuatro disparos. Ni ella, ni su familia han vivido el duelo y quizá no sientan paz hasta que haya justicia.

“Siempre hubo amenazas, pero nunca pensé que podía llegar a esto. Hay conversaciones por Messenger donde me escribe, me dice muchas cosas. Siempre sentí esa zozobra de que si yo estaba con alguien me iba a hacer un daño, que no podía estar con otra persona ni volver con el papá de mis niños”, dice Karen refiriéndose al principal sospechoso del ataque.

Una tormentosa relación
Hace dos años Karen tenía una relación con un hombre que la conquistó y hasta la enamoró. A medida que pasaba el tiempo crecían las caricias y las muestras de afecto, pero también unos celos que la fastidiaban. Entonces estaba separada de su esposo, el papá de sus dos hijos.

Solo bastaron algunos meses para que Karen se diera cuenta de que esa angustia no era la que quería en su vida, así que terminó con la relación. Él insistió, le llevaba serenatas, la llamaba, le escribía desde otro perfil de Facebook y la visitaba. No entendía que Karen no quería estar más con él.

“Ella decidió dejarse con él hace como nueve meses porque la tenía muy atosigada, no la dejaba salir ni trabajar. Insistía en que sí, y viviendo en la otra calle, se intentó meter”, relata una de las hermanas de Karen.
En la cama de una clínica, Karen recuerda la primera vez que él le pegó. Estaba con su mamá y sentía vergüenza de lo que pasaba. “Era un diciembre, delante de mi mamá y mi hermana. Me hizo un bochorno ahí bien grande. Partió un televisor, dañó la nevera y todo por los celos”.

Una de las hermanas le advirtió que lo denunciara porque podría pasarle algo grave a ella o a sus hijos. Y sucedió.

“Hubo un hecho del que nos enteramos después, la Policía nos ayudó pero no pasó nada más. Nosotras le dijimos que hiciera algo. Él y su esposa le tenían la vida triste a Karen, la molestaban por ‘Face’, Whatsapp. No le dejaban la vida tranquila”, destaca la hermana.

Karen acudió a las autoridades, denunció a su expareja en la Inspección de Policía Urbana de la Comuna 14 y le entregaron la boleta de citación, pero esta nunca fue entregada. “Me dijeron que tenía que llevarle la boleta, que tenía que hacérsela llegar yo misma. Fui pero, como no encontré a un policía en el momento, no se la entregué, porque la idea era que se la diera un policía para yo no tener nada que ver con él. Una vez fui al negocio, pero no se hacía constancia de que la recibiera, por eso quedó así”, resalta Karen, añadiendo que hay muchos testigos de que él seguía rondando la casa después de terminar la relación.

El día del atentado
El 14 de abril Karen trabajaba en su casa como un día normal. Se sentía segura, pues tenía pocos días de haberse mudado a San Fernando y solo sus familiares sabían dónde estaba. Pero la intranquilidad volvió, su expareja llegó donde estaba. Ella lo notó intranquilo.

“Él no sabía dónde vivía yo hasta ese día y en la tarde me pasó esto. Estaba cepillando a una cliente cuando en un momentico llegaron en una moto. No tenía temor de que pasaran esas cosas y, de hecho, tenía mucho trabajo”, relata Karen.

Un sujeto se bajó de la moto, del lado de la ventana, era el gordito de suéter azul, fijó su mirada con la de Karen y enseguida puso el revólver en la ventana para disparar. “No lo vi diferente, por la casa hay una estación de motos. No es como si tienes una culebra y estás a la expectativa. De una me disparó, me dio el tiro en la mano. Mi reacción fue correr, no sé si los tiros me echaron hacia atrás. Fue en segundos”, explica Karen, después se metió al cuarto donde estaba su hija Sofía viendo televisión.

Dos disparos más se alojaron en la cabeza de la pequeña de 7 años, mientras el sujeto se devolvía hacia la moto. Ambas fueron auxiliadas por vecinos y llevadas a clínicas distintas. Mientras una de sus hermanas caminaba hacia su casa, oraba para que no fuera cierto lo que le avisaron, pero era real. Llegó a la clínica donde llevaron a Sofía y la veía mal, estaba inconsciente.

Esa mañana, la expareja de Karen le dijo que la llamaría nuevamente para entregarle un dinero, pero no apareció más. Se desapareció incluso por varios días y, supuestamente, solo llamó el día del entierro de la menor diciendo que se acababa de enterar de la noticia.

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Karen, su mamá, sus hermanas y su hijo de 2 años, que a diario pregunta por Sofía, exigen justicia. No quieren impunidad. Piden respuestas y celeridad en el caso. El miércoles hicieron un plantón en la Plaza de la Aduana, en El Centro, para hacerse más visibles.

“Quiero que se diga la verdad, que él aparezca y diga por qué lo hizo. La muerte de mi hija no va a quedar así”, concluye Karen.

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