Facetas


Kellys Zapateiro, más allá del horror

LAURA ANAYA GARRIDO

21 de febrero de 2016 12:00 AM

Piense en la persona más importante de su vida. Mírela. La ama infinitamente y daría la vida por ella, si fuese necesario. Puede ser su madre, padre, hermano o hijo. ¿Y si desaparece? ¿Y si muere? ¿Y si la matan, desmiembran y sepultan? ¿Y si casi dos años después de la tragedia usted ni siquiera sabe dónde están sus restos? (Lea aquí: Brazo hallado en Manzanillo pertenece a mujer embarazada que estaba desaparecida)

Soy Iris Guzmán Martínez y esta es mi desgracia. La muerta es mi hija, Kellys Zapateiro Guzmán. Y usted no se vaya a equivocar: no quiero lástima. Quiero justicia.

Todavía recuerdo el día que nació mi Kelucha, así la llamé siempre. Era 18 de octubre de 1985. Nació a las cuatro de la madrugada en la Maternidad Rafael Calvo. Era pequeñita y tenía los ojos grandes y preciosos. Ese día aprendí qué es amor.

‘Kello’ era la mayor de mis tres hijas. Era una “pelaíta” inquieta, dinámica, risueña, juguetona...mejor dicho, un “terremoto”. Era tan “amiguera” que a veces salía de la casa y perdía la noción del tiempo jugando con otras niñas. Yo la buscaba como loca hasta que ella aparecía con una sonrisota y entonces ni me daban ganas de regañarla.

Kellys tenía dos años cuando nos fuimos para Buenaventura, Valle del Cauca. Mi esposo, Alfonso Zapateiro Zúñiga, era militar y por eso vivimos muchos años en guarniciones militares. También estuvimos en Tumaco, Nariño.

LA VIRTUD QUE SE CONVIRTIÓ EN DEFECTO

Regresamos a Cartagena, al barrio El Libertador, cuando Kellys tenía como 16 o 17 años. Ella era “menudita” y hermosa. En el colegio le iba bien, a pesar de su leve discapacidad cognitiva. Es cierto que aprendía lento, pero aprendía y eso es lo que importa. Le gustaban las materias más “humanas”: artística y religión... las matemáticas no eran lo suyo. Se graduó como bachiller en el Colegio Gimnasio Latinoamericano a los 21 años, en 2006.

La llevé varias veces al psicólogo y por ese pequeño retraso me dijeron que ella no podía estudiar carreras como la medicina o el derecho, pero sí algo técnico. Como a Kelucha siempre le gustó la belleza, entonces la apoyamos para que estudiara cosmetología. Su sueño era tener su salón y se lo estábamos construyendo aquí, al lado de la casa.

La vida de Kellys cambió para siempre cuando quedó embarazada, en 2010. Tuvo a su primer bebé y estaba feliz con él. Era una mamá amorosa. Responsable. Ese bebé y su papá eran los amores de su vida, pero en 2011 la violencia se metió de repente en nuestras vidas y nos marcó. El 23 de julio mataron a mi marido. Usted sabe que las mujeres nos apegamos más a nuestros papás, bueno, en mi familia fue así, Kellys amaba a su papá y para ella aceptar a la fuerza que no lo iba a ver más fue traumático, desgarrador. No puedo decirle cuánto lloró, pero se secó las lágrimas por su hijo y salió adelante. (Lea aquí: Asesinan a pensionado a bala)

Comenzó a estudiar estética y cosmetología y trabajaba por aquí, maquillando, arreglando cabello y uñas. Es que nunca le dio pena trabajar.

A finales de 2012, Kello volvió a quedar embarazada. — Tienes tu hijo y ya te desconectas. Con tus dos “pelaítos” puedes salir adelante, pero con tres o cuatro ya será muy difícil porque eres madre soltera—  le decía yo siempre.

Yo la conocía mejor que cualquier otra persona en el mundo, yo la parí. Era humilde y buena gente. Desinteresada, pero al fin y al cabo era humana y tenía un defecto que la llevó a la perdición: pecaba por confiada. Tenía 28 años pero era tan inocente, tan manipulable. No veía el lado malo de las personas y entregaba las cosas porque sí. Si usted le pedía algo de la casa ella se lo daba, sin importarle que acá lo necesitáramos.

Así era con sus amigos. Recuerdo que una de sus mejores amigas era ‘la Calva’, hija de Josefa Cardona Ortega.

Josefa era una vecina como cualquier otra. Vivía a dos casas de la nuestra. De vez en cuando pasaba y saludaba y ya.

La amistad con 'la Calva' fue tan grande que Kellys quería enseñarle de su arte, de la belleza. Pasaban horas y horas hablando. Reían como niñas.
Por eso no era raro que Josefa ofreciera ayudar a Kellys con su embarazo. Un día dijo que la llevaría a una fundación para embarazadas solteras. Se la llevó y no la vi más.

Todavía me acuerdo de la última vez que vi a mi Kellys. Ese 11 de julio de 2014, el día que la mataron, salí en la mañana para una cita con un ortopeda. Ella estaba acostada en su cama con su hijo mayor. Le dije que se levantara a hacer el desayuno y ella respondió: “No te preocupes, vieja Iris, yo lo hago”. Y ya. Esas fueron sus últimas palabras. Si hubiera sabido lo que iba a pasar...

Me cansé de preguntarle a Josefa por Kellys, pero ella no me respondía. Al día siguiente, me enteré de que Josefa la llevó al CAI de Manzanillo del Mar, a donde el policía Andrés Díaz; que un perro desenterró un brazo en esa misma estación; y que era Kellys. Si yo fuera una persona inexperta, quizás nunca nos hubiéramos enterado de lo que le pasó a Kellys.

No sé cómo no me morí, y si usted me pregunta de dónde he sacado las fuerzas para enfrentar todo el proceso, para ir a las audiencias, creo que ha sido de Dios. A veces me deprimo, pero entonces hay algo que me dice que siga adelante, que me levante y me sacudo la tristeza por mis nietos. He ido a unas quince audiencias y es duro, pero voy porque necesito y tengo derecho a saber la verdad. Ir a una audiencia es escuchar cómo planearon el asesinato de mi hija. Es ser testigo de la crueldad con que la mataron. Andrés -presunto asesino encarcelado en Sabanalarga, Atlántico- ni siquiera podía verme la cara. La última vez que lo vi, él tenía pena y miedo. Qué puedo decir de Josefa...esa mujer es altiva. Me mira de forma arrogante y se burla. Es que si estuviera en mis manos les daría cadena perpetua.

¿Cómo puedo explicar yo a los dos hijos de Kellys lo que pasó? ¿Cómo decirles a esos pelaítos (5 y 1 año) que a su mamá la mataron de forma tan atroz, tan psicópata? Lo único que he dicho es que ella se fue para el cielo. Repito, yo les daría cadena perpetua. (Lea aquí: Bebé de Kellys Zapateiro, a los brazos de su abuela)

¿Por qué mataron a Kellys? Ellos no quieren decir, pero creo que para robar su bebé. Ellos debían tener un propósito grande con el niño. No sé cuál, pero lo tenían. (Lea aquí: "Mi mamá siempre decía que a Josefa no se le notaba barriga")

A Kellys la recuerdo con mucho dolor. Sueño con ella bastante y despierto llorando. Siempre me pasa. También me da duro escuchar la música que le gustaba: la champeta africana y la salsa. Hay una canción que siempre cantaba, esa de Los Hermanos Lebrón que dice: Al despertar, todos los días, siento un dolor en mi corazón porque en la vida cuando hay una alegría por cada risa hay diez lágrimas (Diez lágrimas-Ángel Lebrón-1982).

Siempre que la escucho recuerdo a mi hija, recuerdo cómo bailaba y sonreía antes de que la mataran.

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