El alcalde me dijo que en aquella Navidad le pidió a Santa una bicicleta, pero al despertar solo encontró al lado de la cama una pistolita de esas que disparan agua. Quizá a Papá Noel no le alcanzó el presupuesto para cumplir exactamente los deseos de millones de niños en todo el mundo, quizá el Niño Dios también estaba ilíquido, pensó y, sin chistar, comenzó una guerra “aguada” con los vecinos del barrio Boston, los ‘vales firmes’ de toda la vida.
Yo le creo a este alcalde cuando habla de Navidad y también cuando critica la politiquería y la corrupción. Le creo porque siento que la palabra mentira no está su diccionario, no todavía -ojalá nunca lo esté-. Uno mira a los ojos a Juan Camilo Miudy Puello y lo primero que piensa que está frente a un ser ingenuo, pero esa percepción cambia cuando él abre la boca. No es ingenuo, no señor, más bien es inocente o… franco, sí, franco, esa es la palabra.
Pues bien, con esa misma franqueza y con una convicción que raya en la terquedad -es casi imposible hacerlo cambiar de opinión-, respondió esta entrevista sobre temas incómodos, a los que más de un mandatario quisiera sacarles el cuerpo…
Señor alcalde, ¿cuál es el mayor problema que tiene Cartage…? -me interrumpe-.
-La corrupción -me dice sin titubear.
¿Por qué?
-Porque desde ahí vienen las raíces de todos los problemas, como la miseria, el hambre. Mucho dinero se pierde por la corrupción, dinero que podríamos invertir en la ciudad. Lo que más desprecio de la corrupción es que muchas veces queda impune, la justicia demora mucho tiempo y a veces ni los castigan por sus actos. Otra cosa: la justicia debe ser igual para todas las personas, para los poderosos y para los de escasos recursos. Cuando la persona es poderosa, parece que a la justicia le diera flojera investigar…
¿Y cuál es la solución?
-La solución hay que planearla, porque la corrupción no es una cosa de ayer, está en la historia de Colombia y del mundo desde hace tiempo, desde antes que yo naciera, incluso desde antes que usted naciera. Y no es solo en la política, es en tratos y pactos, en cualquier lugar.
¿Qué piensa de las pandillas?
-Yo pienso que comienzan desde el hogar, una persona no se vuelve pandillera así como así. Cuando hay violencia intrafamiliar, cuando un padre maltrata a su hijo, ese niño comienza a pensar: “si mi papá no me quiere, da lo mismo que yo me robe el celular o que pelee”. Hay que quitar ese problema desde la raíz y la raíz es la familia, la educación en la familia.
¿Qué necesita un político para ser bueno?
-Ética y moral. Debe tener una visión concisa y precisa de la ciudad, para decidir bien.
Hábleme de la violencia en Cartagena…
-Es otro de los problemas más grandes de la ciudad, persiste y persiste…
¿Por qué persiste?
-Esa es la pregunta del millón, ¿por qué sigue y sigue? Yo le devuelvo la pregunta, ¿por qué persiste?
Bueno, pienso que persiste quizá porque somos intolerantes y no aceptamos que las otras personas son diferentes, entonces resolvemos todo a las patadas…
-¿Segura?
Sí.
-¿Última palabra?
Sí.
-No es por la intolerancia, es por la indiferencia que tenemos nosotros. Es también porque la gente quiere satisfacer su sed de venganza o de cualquier otra cosa, por dinero, por una gorra asesinan a una persona, y no es intolerancia.
La tolerancia es una manera de ser y de aceptar a una persona como es, y no obligarla a que tenga tus mismas ideas. La intolerancia es no aceptarla. Y yo digo: si la intolerancia es eso, entonces el que atraca no lo hace por intolerancia, porque para no tolerar hay que conocer a la otra persona a fondo, tienes que saber cuáles son sus defectos y sus virtudes, entonces el origen de la violencia no es solo la intolerancia. Hay casos en que sí hay intolerancia, pero hay que preguntarse de dónde viene esa intolerancia y los muchos otros antivalores que generan la violencia… Y yo pienso que la raíz de toda la violencia es la falta de educación en valores. La violencia es como un tanque sin fondo que solo quiere llenarse, pero no se llena jamás, y solo podemos acabarla desde la casa.
Bueno, bueno, ya me di cuenta de que intolerancia tampoco es de las palabras favoritas del señor alcalde. Hablemos ahora de Juan Camilo…
¿Qué quieres ser de grande?
-Por ahora, quiero seguir siendo ‘Alcalde Infantil’, si Dios lo permite presidente y después unirme al Cuerpo de Bomberos. Quiero estudiar Ciencias Políticas y ser buzo de rescate, como el comandante Joel Barrios.
El señor alcalde infantil de Cartagena, Juan Camilo, tiene diez años… ¡Diez años y me dice que la corrupción es la madre de todas las desgracias de Cartagena y que nadie se hace pandillero porque sí! ¿Qué comen los niños de ahora? ¿Qué tenían las calles de Boston, el barrio de Juan Camilo, que lo hicieron convencer a Sergio Londoño de nombrarlo Alcalde Infantil por un día?
“Me eligieron Alcalde Infantil hace unos dos meses -explica Juan Camilo-. Comenzó como una jornada en mi barrio y yo no me podía quedar callado, entonces caminé con el alcalde (Sergio Londoño Zurek, alcalde encargado) y al final del recorrido le dije lo que pensaba. Cuando vio mis propuestas y mis soluciones me dijo: ‘Usted es el Alcalde Infantil por un día’, pero al final terminé quedándome toooodo el rato”.
Me atreví a preguntarle hasta cuándo será el señor alcalde infantil, y la respuesta no podía dejarme más absorta:
-Sinceramente, en todo lo que he tenido nunca me he preguntado hasta cuándo, porque lo más importante es disfrutar y vivir las experiencias. Hay gente que se atormenta por preguntarse nada más hasta cuándo, yo, en cambio me pregunto cómo puedo aprovechar esta oportunidad, me pregunto cómo puedo ayudar a la gente a resolver sus problemas.
Me cuenta que 2017 ha sido un año bueno, sí: pasó raspao’ en matemáticas, pero ganó el año limpiamente y en 2018 entrará por fin a bachillerato. Aún le falta recorrer bastante camino para convertirse en presidente de la República, pero algo le dice que va por buen camino. ¿Y la Navidad? Pinta bien, se la gozará con su papá, Juan Carlos, con su familia y con los ‘vales’ del Primer Sector de Boston.
Mira, ¿y qué te van a regalar en Navidad?
-Pedí una patineta, pero ajá… No me importa tanto eso. Un diciembre, cuando era más chiquito, pedí una bicicleta y me dieron fue una pistolita de agua, y pregúntele a mi papá si estrilé…
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