Facetas


La guerra los desterró del paraíso

EL UNIVERSAL

18 de junio de 2017 12:00 AM

 POR: JULIE PARRA BENÍTEZ Y CRISTIAN AGÁMEZ PÁJARO

Un débil recuerdo es lo único que sobrevive de la prosperidad de El Palmar; las memorias del horror, en cambio, se conservan intactas en el pueblo. Sus dueños, esperanzados, dicen que donde hubo horror volverá la paz.

En la finca El Palmar se ordeñaba dos veces al día, eso es lo que más recuerda la gente de San Onofre para referirse a lo próspera que fue esa propiedad del señor Pedro Rhenals, un potentado ganadero, amante de los gallos de pelea y de las fiestas de corraleja.

Dicen los sanonofrinos que cada año donaba una tarde de toros y que, por encima de todo, era un hombre de buen corazón.Sus tierras tenían tres mil hectáreas. Eran tan extensas que estaban identificadas por estaciones: Cascajo, Charco de Jobo, El Victorial, La Mora y Dios te salve. Y en cada una de ellas albergaba a sus empleados con sus familias.

Eran cerca de seis mil cabezas de ganado. La actividad principal de la finca se basaba en producir leche y ganado de engorde,y fue el sitio en donde se realizó la primera inseminación artificial de reses en la región.

Cuentan los hijos de Rhenals que diariamente se obtenían 60 cantinas de leche, unos 2.400 litros por la mañana, y en la tarde otras 20 cantinas, alrededor de 800 litros.

Todo ese imperio lo inició en los años 50, tal vez sin pensarlo, Liberato Rhenals, un comerciante dedicado, dueño de la tienda más grande de ese pueblo sucreño, que poco a poco fue comprando esos terrenos con sus dividendos, hasta que su hijo, con su capacidad visionaria, proyectó convertir la finca en su negocio de vida, con el que aseguraría el futuro de su descendencia.

Pedro trabajaba incansablemente durante todo el año y, al final, se tomaba unas vacaciones junto con su esposa, Alicia Bárcenas, y las aprovechaba para viajar por todo el mundo, investigar cómo tecnificar su hacienda y estar a la vanguardia de la tecnología y las últimas maquinarias.
El Palmar no solo era la empresa de los Rhenals, también era su segundo hogar. Una amplia, acogedora y hermosa casa, según afirman quienes la conocieron en su esplendor, recibía a los cinco hijos de Pedro: Liberato, Pedro Jr., Beatriz, Alicia y Martha, en temporada de vacaciones.

“La casona tenía seis habitaciones en el primer piso y dos arriba, además de las del servicio. Había tres palos de caucho, dos adelante y uno en la parte de atrás, y debajo de ellos había mesas con diferentes juegos. Mi papá mantenía sus gallos debajo de esos árboles. Recuerdo que cuando él llegaba, se bajaba del carro y lo primero que hacía era tocar una imagen de la Virgen de Fátima que estaba allí, después era que saludaba a todo el mundo”, dice Pedro, uno de sus cinco hijos.

Una verdad que aún duele

Hasta principios de los 90, El Palmar fue un negocio ganadero productivo del que se beneficiaban muchas familias de la región, incluso después de la muerte de Pedro Rhenals, en el año 1986, en Cartagena.

“Durante unos cinco años más todo funcionó adecuadamente. Mi mamá y nuestro hermano Liberato, quien se llamó igual que nuestro abuelo, se encargaron del negocio, hasta que a la región fueron llegando grupos al margen de la ley”, agrega Pedro.

Los herederos Rhenals Bárcenas aseguran que primero fue la guerrilla, con el robo de ganado. Luego, los paramilitares, quienes terminaron apoderándose de sus tierras y acabaron con las reses, madera, maquinaria. Todo. “No se llevaron la tierra porque no la podían cargar, pero del resto no quedó ni una silla para sentarnos”, señala Martha Rhenals Bárcenas. Ellos se vieron obligados a abandonar el patrimonio que construyeron su abuelo y su padre con esfuerzo, sacrificio y dedicación.

Alrededor de El Palmar rondan escabrosas historias de terror y de dolor impartido por el sanguinario paramilitar Rodrigo Antonio Mercado Pelufo, alias ‘Cadena’, y sus desalmados hombres. El gigantesco caucho que da sombra a la casa ahora en ruinas, donde ‘Cadena’ comandaba sus operaciones, era un sitio de reuniones con políticos de la región, pero también de muerte.

Se dice que desde ahí salió un camión cargado de paramilitares a perpetrar la masacre de 27 personas en el corregimiento de Chengue, en Ovejas (Sucre), en enero de 2001. Ese palo de caucho de raíces gigantescas y excelsas ramas que llegan al piso, sigue ahí, dando sombra.

“Al que se llevaban para el caucho no regresaba”, dicen en San Onofre. Bajo esa sombra, alguna vez estuvo *Sofía. Ella sí vivió para contar su historia. Las lágrimas brotan de sus ojos como ese dolor fugado de su cuerpo al recordar que su cumpleaños 23 la dejó ‘marcada’.

Temprano el golpe de los paramilitares tocó la puerta de su casa. Abrió aterrorizada. La llevaron hasta el temido caucho, con su mejor amiga. La noche anterior tuvieron un altercado en San Onofre y eso llegó a oídos de los ‘paras’ que las buscaron para ‘castigarlas’.

“Cuando me paré a las 6:40 de la mañana llegó ‘el Santa’, un paraco. Decía que ‘Cadena’ tenía que hablar conmigo, que había una queja por lo que había pasado la noche anterior”, se explica.

“Cuando íbamos cerca de El Palmar, ‘el Santa’ dejó la moto en un costado, dijeron que hasta ahí llegábamos. Me golpeó en la cabeza y cuando recordé me había violado. Después me violaron dos tipos más. A la otra muchacha le cayeron los tres. Luego nos llevaron al caucho, nos cortaron el pelo y nos echaron el aceite quemado”, recuerda.

Estando en El Palmar, Sofía abogó por su vida. “Pedí hablar con ‘Cadena’, le expliqué que me llevaban injustamente. Que era mi cumpleaños, le mostré mi cédula. Él dijo que no se podía hacer nada y salió. Después me violaron tres hombres más. En total fueron seis los que abusaron de mí. Me hicieron cosas que ni me quiero ni acordar. Ahí fue que yo conocí El Palmar”, dice con dolor.

En un descuido de los paramilitares, Sofía logró escapar corriendo con su amiga y otras 15 mujeres. Tras esconderse por dos días entre el monte y en Tolú, viajó a Bogotá, llevándose a su amiga con ella.

“A los tres días fue que mi familia vino a saber que yo estaba viva. Todavía tengo temor, duré 5 años sin venir acá, hasta que se desmovilizaron. No le tengo rabia a los que me violaron y me hicieron vivir este tormento día y noche, que Dios los perdone. Uno queda marcado. Siempre que llega mi cumpleaños, pasar esa alegría es como una tristeza”, comenta. Ahora tiene 33 años y vive en un municipio de Bolívar, hace dos años recibió una reparación económica por parte del Gobierno.

La Unidad de Víctimas indica que hasta mayo de 2017 existían 598 denuncias por delitos sexuales cometidos por grupos al margen de la ley en el departamento de Sucre. Once de ellos en San Onofre, aunque pueden ser más debido a que no todos los casos son denunciados.

En ese municipio son miles de víctimas de la violencia y muchas las historias sobre los asesinatos en El Palmar, donde la Fiscalía General de la Nación exhumó al menos 57 restos óseos, aunque la gente cree que pueden haber más enterrados en esas tierras.

Caminando por las calles de San Onofre, donde existen al menos 28 denuncias por desaparición forzada, también nos encontramos con la historia de Beatriz Julio Berrío, de 70 años. “A mi hijo Emilio Julio, todavía lo estoy esperando. Tenía 18 años y once meses de estar prestando el servicio, vino de permiso a visitarme y se lo llevó un paraco. Eso fue hace 10 años. A mí me tocó ir al caucho. Dije: si voy a morir, muero, pero será por mi hijo. Pero no me dieron razón de él. Yo hice mi velorio, más nunca volví a ver a mi hijo. El único recuerdo que tengo es una foto de él”, afirma.

“Un remanso de paz”

Pocas personas hablan de la época de bonanza de El Palmar, lo que más recuerdan al escuchar el nombre de la que fue una productiva hacienda son los hechos de terror que ocurrieron allí. Incluso, se narran historias de las que hasta la fecha no hay pruebas, como la de los “caimanes a los que le lanzaban humanos” o la del paramilitar que, supuestamente, de un disparo le arrancó las manos a la Virgen de Fátima de la finca y recibió el mismo castigo.

Todas esas historias que pueden o no ser producto del imaginario de un pueblo que vivió en carne propia la atrocidad de la guerra, parece doler a los Rhenals, quienes sueñan con borrar esa mancha de sangre que llevó alias ‘Cadena’, con las AUC, hasta sus terrenos. “Nuestro sueño es que la gente pueda olvidar todo lo malo que ocurrió ahí y recuerde lo que fue este lugar en un principio, así como recuerdan a mi papá”, comenta Alicia.

“Fueron muchos años esperando la llegada de los organismos de control y solo hasta el 2005, cuando hallaron fosas comunes en El Palmar, y cuando las autoridades llegaron, que nos llenamos de valor para retomar nuestro predio. Nos duele mucho saber que en nuestra finca se realizaron todos estos actos violentos”, indican.

Extinción de dominio

Sin embargo, los planes de los Rhenals de reconstruir su finca se vinieron abajo en 2007, cuando la Fiscalía declaró 500 hectáreas de esa propiedad (entre esas el área de la casa grande) y los bienes de alias ‘Cadena’ en extinción de dominio. Desde entonces, llevan 10 años luchando por demostrar lo que afirman ellos y los pobladores de San Onofre: que esas tierras son de los Rhenals y que las autodefensas llegaron y se apoderaron ilícitamente de ellas.

“Fuimos desplazados de nuestro propio predio, hemos sido víctimas de la violencia, nuestro patrimonio fue deteriorado significativamente y fueron violados nuestros derechos. Durante este tiempo ha sido mucha la gestión: declaraciones, citas, suministros de pruebas que a la fecha no se han decretado, comunicados en organismos como Fiscalía, Procuraduría, Unidad de Víctimas, Unidad de Justicia y Paz, Restitución de Tierras, sin conseguir nada a cambio. Tal es el desespero de nosotros que el año pasado en julio nuestro abogado se fue a Washington a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, llevó un documento donde hay 98 hechos citados, que estructuran toda la parte de violación de derechos humanos que hemos sido víctimas”, agregan.

La viuda, Alicia Bárcenas de Rhenals murió sin poder recuperar la fortuna que su esposo construyó para sus hijos. “Nos ha tocado vender mucho para podernos capitalizar... Decir que estamos en una mala situación económica es atentar contra la verdad, porque tenemos nuestros trabajos, de los que vivimos, porque gracias a Dios nos educamos y fuimos profesionales, pero prácticamente nos toca empezar de cero para recuperar el negocio que montó mi papá. Tenemos una propiedad grande y costosa pero que no podemos explotar”, manifiesta Alicia.

Los hermanos Rhenals desean recuperar toda la finca, anhelan que algún día vuelva a ser el ‘remanso de paz’ y prosperidad que era antes de que se convirtiera en icono indeseado de una guerra que todavía le duele a Colombia.

*Nombres cambiados.

[bitsontherun TKGWj16T]

Se ha producido un error al procesar la plantilla.
Invocation of method 'get' in  class [Ljava.lang.String; threw exception java.lang.ArrayIndexOutOfBoundsException at VM_global_iter.vm[line 2204, column 56]
1##----TEMPLATE-EU-01-V-LDJSON----
 
2   
 
3#printArticleJsonLd()
 

Comentarios ()

 
  NOTICIAS RECOMENDADAS