Facetas


La joya que se desdibuja en El Espinal

JULIE PARRA BENÍTEZ

01 de abril de 2018 12:00 AM

Un día decidió deshacerse de esos trastos viejos que heredó de sus abuelos. Muebles y otros objetos los fue reemplazando por artículos ‘modernos’, pero algo en particular le hizo abrir los ojos ante el tesoro del que se estaba despojando. Ya no quedaba casi nada, solo el sinsabor de no haberlo reconocido antes y un trago amargo al ver su pequeña mesa en una lujosa tienda en el barrio de Bocagrande. Su precio ahora era seis veces mayor, la vendió en 300 mil y su nuevo dueño la ofrecía en millón 800. Era una reliquia y apenas en ese momento comprendía su verdadero valor, el sentimental.

Por fortuna, a Julia Porto Romero le sobrevivió su casa, un bonito inmueble estilo republicano, que está en el barrio El Espinal, muy cerca de lo que fueron los talleres y patios del Ferrocarril de Cartagena y justo al lado del desaparecido ‘Corralón de Mainero’ con sus más de cien habitaciones, o accesorias.
La de Julia es una amplia casa de dos pisos, hecha completamente en madera, uno de los pocos vestigios de El Espinal de finales del siglo XIX y la primera mitad del XX, y una de las pocas en ese tipo que quedan en la ciudad. “Allí hubo casas hasta de tres pisos. Y aún quedan algunas accesorias de madera, que eran las casas del pobre de esa época, de los años 30, 40, de la época ferrocarrilera, casas pequeñas que solo tenían una ventana y una puerta y que están unidas por el mismo techo de teja prefabricada”, explica Alfonso Cabrera, arquitecto y doctor en Historia y Artes, jefe de la División de Patrimonio Cultural del IPCC.

¿Quién fue su artífice?
“Mi abuelo fue quien construyó esta casa, su nombre era Manuel Romero Barbosa, y era carpintero empírico. Ayudó a construir muchas casas de aquí, de Cartagena, como la de Rafael Núñez, y se movía en la arquitectura con gente de la alta alcurnia”, cuenta Julia, su nieta de 67 años.
Aunque dice que su abuelo murió antes de que ella naciera, siempre le contaron sobre él y sobre la historia de esa casa en la que ha vivido desde que su madre la trajo al mundo. “Él era de Ovejas, Sucre, y se vino para Cartagena buscando nuevos rumbos, acá se casó con mi abuela, Susana Liñán Fuentes, que era familiar de los dueños de Emisoras Fuentes, y tuvo seis hijos, hoy todos fallecidos”, agrega.
Sus colores originales eran amarillo con verde, su piso está hecho de ceiba y la madera de las paredes, asegura Julia, se las trajeron a su abuelo desde Francia. “Toda esta pared es legítima, no se ha cambiado nada”.
“Tiene el mismo modelo de celosías de la Casa Rafael Núñez; de otra que se está restaurando en esa misma calle del Espinal, al lado del centro comercial San Lázaro; de la casa de La Bodeguita, una que había frente a la Torre del Reloj, en donde funcionaba una aduanilla para las mercancías que venían por puerto y que tenían que hacer algún tipo de arqueo; y del entonces Club La Popa. Así que es posible que esas casas sean atribuibles a un mismo buen maestro de carpintería, porque tienen las mismas celosías, la misma tipología”, analiza Cabrera sobre este artesano del que poco se conoce, de no ser por los relatos de su nieta.

A pesar de que también se conservan las dos primeras casas que menciona Cabrera y las destaca como las mejores en su tipo, se arriesga a decir que la de Romero “es la mejor casa de madera de dos pisos”, teniendo en cuenta que toda su estructura está hecha en madera, mientras que las otras tienen su primer piso en mampostería. “Su tejado es ajedrezado. Esto es una característica de las poquísimas casas que hoy tiene eso en Cartagena, porque todas han sido sistemáticamente destruidas en los últimos 50 o 70 años”.

La realidad que vive ahora
Esta casa de más de cien años, que atrae a estudiantes de arquitectura por su belleza y su historia, ha perdido su esplendor. Julia, con mucha nostalgia, la puso en venta hace mucho tiempo, obligada por la falta de recursos para mantenerla y por el derecho que tienen sobre ese inmueble el resto de sus herederos. Ya su primer piso no es aquel fresco y acogedor lugar en donde jugaron los hijos de la familia Romero Liñán, está convertido desde hace 25 años en una chatarrería que solo parece llevarle basura, pero que también le da el sustento a sus habitantes y los pocos arreglos que pueden hacerse para mantenerla en pie.
“No hemos podido venderla porque nos habían dicho que estaba declarada como patrimonio. Una vez un señor de Bucaramanga quiso comprarla y cuando estaba casi todo listo no se pudo hacer nada. Después, por medio de un abogado que yo puse, me enteré que no estaba en la lista. Han venido propuestas pero nunca se ha llegado a nada.
“Este año decidí pintarla, al menos por fuera, para que no se viera tan destruida, y nos gastamos un dineral porque la madera necesita una pintura especial, mucho más resistente, y eso salió más costoso. Me da mucha nostalgia ver el estado de la casa, y venderla mucho más, pero si toca, toca, porque no hay dinero para mantenerla. Además, los servicios públicos por aquí, por los centros comerciales y hoteles que han puesto, vienen súper caros”, explica Julia.
Ojalá Julia esta vez tenga muy presente la joya que les dejó su abuelo a sus primos y a ella, y no termine como aquella mesa que la sorprendió hace mucho tiempo.

NO RECONOCIDAS COMO PATRIMONIO
El Jefe de la División de Patrimonio del IPCC aclaró que ninguna de las casas de madera de El Espinal, así como muchas otras republicanas de Torices, Lo Amador y Nariño, han sido declaradas como patrimonio.
“Las construcciones con techos de dos aguas, que podían ser de madera o material de mampostería, aparecen fuera de la ciudad amurallada, en los extramuros. Y ese era el lenguaje de El Espinal, lo que hemos ido perdiendo por no haberlo declarado como patrimonio, porque no se le dio importancia a ese tipo de casas. A pesar de que se hicieron trabajos académicos sobre eso en universidades, nunca fueron registradas como BIC (Bienes de Interés Cultural). Esa casa es una de las pocas expresiones culturales de El Espinal y tiene los méritos para ser declarada patrimonio. Tenemos una deuda pendiente con esas casas de madera”.
Explicó, además, que los inmuebles que no están protegidos pueden ser vendidos sin ningún problema, pero en lo que se refiere al caso de El Espinal sí tendría que intervenir el IPCC y el Ministerio de Cultura por su entorno histórico, teniendo en cuenta que está en la zona de influencia del Castillo San Felipe. 

MÁS DATOS

Fuera del Centro Histórico, en Cartagena hay cerca de 25 casas con declaraciones de patrimonio, según el Instituto de Patrimonio y Cultural, IPCC. En Manga hay alrededor de 10 como patrimonio nacional, como la casa Covo, la Román, y la Cavelier, entre otras; y como patrimonio distrital unas 15.

Las casas de interés cultural y patrimonial están cobijadas por una norma de incentivos y estímulos con exoneraciones catastrales o descuentos del 50% por un periodo estipulado. “En realidad es muy poco. Tenemos que llegar a un programa serio de estímulos para todas las viviendas que tengan méritos históricos y arquitectónicos. Lo ideal sería disminuir su estrato para que bajen los servicios públicos y que, de ninguna forma, se venzan los términos, porque se está ponderando es el bien de interés cultural y no a las familias que viven allí”.

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