Facetas


La tarde que un turista alemán llegó a Olaya

LAURA ANAYA GARRIDO

22 de enero de 2017 12:00 AM

El olor a nicotina de los cigarros de Lui se ha ido. Nos invade ahora un aroma a fango fresco y sol de tres de la tarde.

Veo caminar al alemán por la calle destapada y árida, rodeado de veinte pelaítos de ojos vivaces, fascinados… ¡Es un alemán! Y, por Dios, jamás imaginaron ver a un alemán en este lado del charco: la lejana calle Líbano del sector El Progreso. Estamos en el caluroso corazón de Olaya Herrera.

Al fondo se ve el agua contaminada y extrañamente bella de la Ciénaga de la Virgen, invadida de casuchitas, llantas y basura: un pedazo de nevera, una muñeca barata y descabezada, llantas. Ni el niño más alto le llega al pecho al turista, que mide 1,95 metros… Ludger Klingenberger, así se llama. ¿Cómo se pronuncia? No sé. Le diré Lui.

-Estamos a cinco kilómetros del Centro y parecen veinte mil. ¡Vamos! El contraste es brutal- me dice en voz baja.

Lui va saludando, estrecha la mano de desconocidos y sonríe hasta con sus pequeños ojos azules.

No tiene miedo, está sorprendido: ¿Por qué en pleno siglo XXI esta calle está destapada? ¿Acaso aquí no hay alcantarillado? Las casas están llenas de hierro, de rejas. La tiendecita del barrio parece un banco, está forrada en rejas. En Alemania no se ve esto, ha de ser porque allá no roban tanto, no atracan ni matan. ¿Hay luz aquí? Ah, sí... los cables están por todas partes. Lui va diciendo que en su país el cableado está enterrado, le advierto que debe tener cuidado de no tropezarlos con la cabeza... como es tan alto.

“Hay color aquí, las casas están pintadas, han comprado pinturas”, agrega.

Se vuelve a mirar a los niños y a dos madres adolescentes que han salido de sus casas de madera para ver al gringo -todo lo que no es colombiano es gringo aquí-. Él regresa al carro y saca un mapa de Cartagena que compró por 26 mil pesos y una guía turística, “Visitemos la Región Caribe”, le costó 9 mil. Lo despliega y trata de mostrar a los pelaos dónde estamos…

-Les mostraré vuestra ciudad. Nosotros hemos venido desde aquí (señala en el mapa un lugar cercano al Centro) en una camioneta y pum, pum, pum, recorrimos toda esta carretera para llegar a verlos. Por aquí queda Bocagrande, donde viven los ricos, hay aire acondicionado, televisores grandes…

-Y piscinas -agrega un Ariel, uno de los pequeños.

-Sí… ¿Han visto la Torre del Reloj?

-Cuando vamos a playa pasamos por ahí -responde Rodolfito.

-¿Usted es rico? -pregunta una nena.

-No.

-Parece.

Trago el nudo en mi garganta.

Mientras lo veo hablar con los niños, pienso que ha recorrido miles de kilómetros para llegar a Olaya. El 12 de enero pasado, cuando llegó desde su natal Colonia, ni siquiera imaginó que conocería la parte menos turística de la Fantástica. Viajó 24 horas en avión para venir a Cartagena, la ciudad de patios grandes, calor, hamacas y árboles frondosos que tanto describió el maestro Gabriel García Márquez en sus obras.

-Pero esto no estaba en los libros de Gabo -anota Lui-. Esta ciénaga es un espectáculo natural vuelto mierda, disculpa… disculpen.

Su frente está empapada de sudor, él se seca, pero dice que ni el sol da tanto calor como los niños, como la gente de Cartagena. Suena cliché y todo, pero cuando le preguntan si rescataría algo de este ambiente tan agreste, tan pobre, dice: “Sí. Su gente, la gente es hermosa. Y deseo que estos niños puedan estudiar algo bueno y que salgan de aquí. Tengo 54 años, quiero hacer algo importante con mi vida y ayudar aquí sería importante”.

Antes de irnos, uno de los pequeños le pregunta por la selección de fútbol de Alemania, el niño habla de Robin van Persie, que es holandés. Y Lui le cuenta de los últimos fichajes de Van Persie...en fin.

-¿Cuántos idiomas habla usted? -pregunta un niño.

-Cuatro: alemán, catalán, español e inglés. Entiendo algo de francés e italiano.

-Hábleme en alemán…

-Guten Morgen, guten Tag...¿Has entendido?

El niñito se ríe pícaramente y dice que no con la cabeza, nos vamos despidiendo y al fondo suena una champeta. Los chicos lo rodean y le dicen chao.

-Cariño, eso es lo que busco -habla Lui-. Ve a Alemania y búscalo, ni en la familia te lo dan. Aquí, ellos disfrutan de la música, están alegres. Lo que se pierde en la vida de lujos europea es la ternura, el amor. En cuatro días en Cartagena, he hecho más contactos que en los últimos ocho años en mi país.

-Ya conoces algo de la otra Cartagena, ¿aún quieres vivir aquí? -pregunto.

-Sí.

***

Éste es Lui y así llegó a nosotros

Nació el 5 de octubre de 1962 en Colonia, la cuarta ciudad más grande de Alemania y la más vieja. Es mecánico tornero y tiene una hija. Ha vivido en España, Italia y Alemania. Ha visitado Marruecos, Portugal, Inglaterra, Francia, Bélgica, Holanda, Luxemburgo, Suiza, Austria y Rumanía. En Marruecos vio pobreza, pero nunca tan extrema como la de Olaya.

Empezó a estudiar filología romántica, muy afín al periodismo, en un instituto de Alemania, pero se retiró porque irónicamente perdió un curso de Gabriel García Márquez. Cogió tanta rabia con su profesora, que decidió no estudiar más. Dice que ha leído todas las obras de Gabo, menos “Vivir para contarla”. “Empecé a leerla, pero no la terminé porque lo sentí muy arrogante”, dice.

Llegó a El Universal el lunes 16 de enero, al mediodía, fascinado por el parecido entre nuestro periódico y la prensa alemana. Quería ver cómo funcionaba nuestra rotativa y charlar con los periodistas. Se “devora” el periódico en hora y media y siempre que puede va a la Biblioteca Bartolomé Calvo a leer. Aceptó encantado ir a Olaya y agradeció que le mostráramos la ciudad. Mañana viaja a Santa Marta, quiere conocer Aracataca, Magdalena, el pueblo de Gabo.

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