Facetas


Las claves para aprender lengua de señas

LAURA ANAYA GARRIDO

30 de septiembre de 2018 12:15 AM

Una noche soñé que estaba en un planeta Tierra de papeles invertidos. En ese mundo, apenas 360 millones de personas podíamos escuchar y hablar, los demás terrícolas, que constituían la avasalladora mayoría, eran sordos.

Yo estaba en una estación de Transcaribe bastante rara: sin nombres, ni letreros, ni rutas, entre un montón de gente sorda que se comunicaba a través del lenguaje de señas, y yo no entendía ‘ni papa’. De un momento a otro, me sentí tan perdida que ni siquiera sabía dónde estaba y mucho menos cómo llegar a  casa. Le toqué el hombro a un chico, pensé que a lo mejor él podía ayudarme, intenté hablarle y él me respondía en lenguaje de señas, vaya desdicha la mía: era sordo. Yo intentaba decirle que no le entendía absolutamente nada, quería gritar y articulaba cada bendita sílaba de la oración “Ayúdame, estoy perdida, no sé dónde estoy”, porque en realidad necesitaba que me leyera los labios, pero nada. Pasó un bus que tenía un letrero en un idioma indescifrable y mi amigo el sordo se marchó. Apenas pude entender el adiós de su mano derecha y sentirme más indefensa que el ser más indefenso del mundo. Ahí desperté, gracias a Dios.

Difícil hacer parte de la ‘gran’ minoría, ¿verdad? Ahora, que tengo los ojos bien abiertos, me pregunto cuántas de las personas que conozco saben el lenguaje de señas y tengo que responder que ninguna. En el mundo real, según la Organización Mundial de la Salud, habitaban hasta 2014 unos 360 millones de personas con deficiencias auditivas: 328 millones de adultos y 32 millones de niños, lo que correspondía a más del 5% de la población mundial.

¿Qué tanto sabe un oyente promedio sobre la vida de la población sorda? Poco o nada. Martha Isabel Martínez Santos es, por fortuna, la excepción a esa regla. Ella escucha perfectamente, es intérprete y maneja la lengua de señas desde hace más de diez años.

A ella le interesó aprender porque estudió en la Institución Educativa Soledad Román de Núñez y ahí también van chicos sordos. “Mis amigos eran sordos, entonces yo me esforzaba para aprender, quería entenderlos y comunicarme con ellos, así que ellos mismos me fueron enseñando”, me cuenta. Martha se fue metiendo tanto en el cuento que algunos días, cuando faltaba alguna intérprete, ella se paraba frente a todos y les ayudaba a entender las clases. Pasó el tiempo y Martha viajó a Bogotá a presentar un proyecto de su colegio, un proyecto que favorecía a la comunidad sorda y ganó. Luego fue profesora en un colegio privado para estudiantes con problemas auditivos. Empezó a capacitarse con la Federación Nacional de Sordos y todavía sigue aprendiendo.

Ella me cuenta que es impreciso decir “sordomudo”, porque muchos sordos sí podrían hablar pero no lo hacen porque como no escuchan, no aprenden, y que la lengua de señas o lengua de signos, es una lengua natural de expresión y configuración gesto-espacial y de percepción visual (o incluso táctil por ciertas personas con sordoceguera). Mientras que con el lenguaje oral la comunicación se establece en un canal vocal-auditivo, en el lenguaje de señas se hace por un canal gesto-viso-espacial.

Todo lo anterior quiere decir que en el lenguaje de señas las manos son tan importantes como los gestos de la cara y el movimiento de los hombros. Para decir “Hola”, por ejemplo, Martha comienza con la mano derecha en la frente, sonríe tímidamente; luego, va bajando la mano, dibujando una curva en el aire y termina con esa misma mano a la altura del pecho y una sonrisa amplia.

Otra cosa: las señas siempre tienen que hacerse de frente, nunca puedes estar al lado de quien te mira; siempre las manos centradas. Y el intérprete debe imaginar que está dentro de un cuadro o marco, y no salirse de él. “Si te diste cuenta, me quité los anillos y las pulseras porque todo eso distrae. Debe vestirse de blanco, de un color neutro que no distraiga al sordo, que él solo se concentre en las manos”.
Le pregunto a Martha que si yo (ahora mismo y aquí, en Cartagena) me interesara por aprender la lengua de señas, ¿qué tendría que hacer?

“Acá existen dos asociaciones de la comunidad sorda muy organizadas. La Asociación de Sordos de Bolívar tiene unos 36 años y la Asociación de Sordos de Cartagena tiene aproximadamente ocho. Si tú quisieras aprender, tendrías que comunicarte con alguna de las dos asociaciones, porque yo, como intérprete, no puedo enseñar la lengua de señas porque no es mi lengua, no es mi idioma”, me explica y dice que ese lenguaje está dividido en cuatro niveles básicos (Nivel 1, Nivel 2, Nivel 3 y Nivel 4) y dos intermedios. “Esas asociaciones te capacitan en el primer nivel, el nivel más básico, ya después de ese nivel sí tiene que ser con Fenascol, que evalúa los siguientes niveles”, agrega.

¿Y cómo contacta uno a los líderes de esas asociaciones? Los de Asorbol, en las instalaciones del Instituto Departamental de Deportes y Recreación de Bolívar (Iderbol), su líder es Gilma Idárraga; y los de Asorcar en la casa de Martha, en Buenos Aires: sus miembros se reúnen todos los sábados en la casa de nuestra intérprete para actualizarse sobre las noticias locales, nacionales e internacionales.

¿Qué es lo básico que uno necesita aprender?
-Saludos. Uno de los puntos más importantes, porque tú te imaginas que un sordo llegue, te diga buenos días, quiera una información y tú ni siquiera puedas decirle “Hola, cómo estás, a la orden”. Diría que las expresiones básicas son “Hola”, “¿Cómo estás?”, “Bienvenido”, “Por favor”, “Buenos días”, “Buenas tardes”, “Buenas noches”, “A la orden”, los lugares: casa, baño, cocina, sala.

¿Qué es lo primero que enseñan, el abecedario?
-Sí, el abecedario se enseña en el primer nivel y se usa, más que todo, para deletrear nombres, no tanto para las palabras, porque cada palabra tiene su seña. Tú puedes decir con el abecedario c-a-s-a, pero casa tiene su seña (y Martha une sus manos, como emulando un techo), así que no necesariamente hay que deletrear.

¿Qué es lo que más te ha gustado de esta experiencia?
-Desde que entré al colegio y vi que mis compañeros anhelaban comunicarse con el oyente, eso me tocó mucho. Ellos buscan la manera de comunicarse con nosotros y nos enseñan, y son muy exigentes. Eso, poder comunicarme con ellos, es lo que más me gusta, porque son una comunidad muy valiosa, muy disciplinada. Los sordos son unas personas muy sensibles, que brindan cariño honesto y te defienden a capa y espada.

¿Qué es lo más difícil?
-Actualizarse constantemente. Hay que estar muy pendientes de lo que publican Fenascol y el Insor (Instituto Nacional para personas Sordas), que son las dos entidades que manejan la parte de la lengua de señas. Están pendientes en las escuelas de que se esté dando educación de calidad a los muchachos sordos. Ellos están puliendo a los intérpretes para mejorar la educación de la comunidad sorda. Antes había que viajar a Bogotá para todas las capacitaciones, ahora pueden ser virtuales.

***
Martha me enseñó algo que jamás imaginé: las personas que no pueden oír tienen dos nombres. El primero es el del registro civil, el del bautizo: Laura Lorena Anaya Garrido, por ejemplo, y el segundo es una seña.

Sí, cada sordo ha sido ‘bautizado’ por segunda vez por sus familiares y amigos, ¿cómo? Ellos buscan una característica que te distinga de las personas de tu círculo y entonces crean una seña.

“Cada persona tiene una seña. Si yo me quisiera presentar frente a un sordo, tendría que decir: ‘Mi nombre es Martha, mi seña es (y pone los dedos índice y anular de su mano derecha suavemente sobre sus labios)”.

¿Por qué los dedos en la boca?
-Porque cuando ellos (los sordos, los que estudiaron con ella) me conocieron, yo tenía brackets y tenía los dientes hacia afuera, y eso era lo que me hacía diferente a todo el grupo. Ya no tengo brackets, pero me bautizaron para siempre, aunque quiera cambiar esa seña, no puedo.

Puede que los sordos no escuchen, y no sepan muy bien cómo hablar con palabras, pero sí tienen mucho que decir y deberíamos esforzarnos un poco más para aprender a ‘escucharlos’.

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