Facetas


Las jinetes del orden

JOHANA CORRALES

27 de octubre de 2013 12:02 AM

Admiración. Eso es lo que inspira una mujer de 50 kilos dominando una bestia de 600.

Marcela, Lenis, Fricsy y Olga son cuatro hermosas carabineras que prestan el servicio de vigilancia y seguridad en los sectores urbanos y rurales en todo el territorio nacional.

Pertenecen a la Policía Nacional y tienen toda la preparación que requiere este servicio, con la diferencia que lo hacen sobre un caballo.

Pero no es cualquier equino. Generalmente son argentinos y tienen doce veces el peso de las oficiales.

Se parecen a esos soldados troyanos con imponentes armaduras que vemos en las películas de Hollywood.

Llegaron a la ciudad a prestar su servicio de control en la versión número 82 de la Cumbre Mundial de la Interpol, que se realizó recientemente en la ciudad, y que contó con la participación de 190 países.

De toda la exhibición que tenía la Policía frente a la Torre del Reloj, en la Plaza de la Paz, ellas, sin dudarlo, eran lo más llamativo.

Cantidades de personas se acercaban a tomarse una foto, a dialogar un rato; y otros, solo a contemplarlas.

De lejos, parecían rígidas y poco amigables. Pero, en cuanto entraban en contacto con el público, demostraban ser amables y hasta queridas.

Una de las más sonrientes de ese grupo es Fricsy Sierra Galindo, quien lleva 3 años y medio en la entidad y 1 y medio en la especialidad. Fue criada en una finca y desde muy niña sintió afinidad con los caballos.

Aunque vivió rodeada de ejemplares, nunca los montó, sólo los observaba de lejos. Tuvo la oportunidad de ingresar a la Institución y, una vez dentro, descubrió que había una especialidad bajo el nombre de Los Carabineros de Colombia.

Luego de un curso intensivo de 10 meses, en el que se levantaba a las 6 de la mañana a alistar el caballo, asearlo, ensillarlo y durar montada sobre él casi todo el día, logró pasar la especialidad.

Ya son varios los caballos por los que ha pasado. No se pueden encariñar tanto, porque es fácil que se los cambien. Es más, a cada ciudad a la que van tienen que montar uno diferente. En estos momentos, en Bogotá está con Leopoldo a quien quiere y ve como un amigo.

Es un trabajo muy riesgoso. Ha perdido la cuenta de las veces que se caído del caballo.

“Me han pasado mil cosas, pero la que más recuerdo fue una caída: estaba aprendiendo a montar, el caballo empezó a corcovear (salto que dan algunos animales encorvando el lomo), y me deslicé. El caballo me pegó con la parte del casco y me dejó el ojo negro”, cuenta la joven de 23 años.

Mientras tanto, Lenis Cotes es una de las más antiguas carabineras. A sus 27 años pretende cambiar el imaginario de que los caballos son animales agresivos.

Su cabello se llama Dante. Asegura que es un buen equino, que obedece con facilidad y se comporta muy tranquilo. El susto más grande lo tuvo en una ocasión que iba junto con otras compañeras subiendo una montaña. El animal se asustó de repente y de la impresión ambos salieron rodando por la montaña. Por fortuna, nada les sucedió.

Ama su trabajo y lo que más disfruta es tener la oportunidad de compartir con la comunidad. Esa fue una de las razones por las que se interesó en ser carabinera.

“El perfil para ser carabineras lo manejamos todas las femeninas de la Institución. Cualquier femenina puede dedicarse a esto, porque somos unas mujeres valientes, berracas y capaces de mantener e ir en el caballo”, dice.

Al preguntarle sobre la rutina de trabajo, a qué horas llegan a la oficina y se preparan para salir a montar, es muy enfática en su respuesta.

“Nosotras no somos mujeres de trabajar en oficina. Llegamos a un fuerte de carabineros donde tenemos que cambiarle las camas diariamente a los ejemplares, lavarlos, arreglarlos, estar pendientes de que estén física y anímicamente en buen estado. Salir a trabajar con la comunidad y mostrarles lo que hacemos todos los días con ellos”.

Y es que estar todo el día en contacto con la comunidad, no es un trabajo muy sencillo. La carabineras son un enlace entre los civiles y la Policía. Por ello, se requiere ser carismática, pero con un carácter fuerte.

Y así se define Marcela Valencia, una carabinera que vive enamorada de estos ejemplares. Su caballo se llama “Negro” y llevan 7 meses juntos. Le tiene mucho aprecio y  aprendió ciertos trucos con la comida, que le han funcionado para que el caballo obedezca y, más allá de eso, le tome cariño.

Negro es un caballo muy especial. Casi muere el día de su nacimiento. Fue un parto muy complicado y requirió hasta intervención por parte de varios veterinarios.

Marcela también ha tenido accidentes montando:

“Cuando estaba realizando el curso, me caí del caballo y tuve un problema en la cadera, pero gracias a Dios ya me recuperé y continué con la especialidad”.

Olga Janeth Forero, de 27 años, lleva año medio en la especialidad y no se cambia por nadie. Haber entrado a la Policía es motivo de orgullo para su familia.

“En la familia soy la única mujer policía, son cinco hombres, dos mujeres, la única mujer policía soy yo. Ellos están muy orgullosos. Estar acá fue un esfuerzo muy grande. Me siento muy contenta de pertenecer a la Policía Nacional, ya que por medio de mi trabajo he obtenido muchos beneficios para mí y mi familia”, expresa.

A estas cuatro mujeres hay dos cosas que las unen: el amor por los caballos y por la comunidad. Sin embargo, todas coincidieron en algo más cuando describían su personalidad y es que se definen como mujeres muy malgeniadas.

Todas son comandadas por la capitana Carolina Rojas Aldana, quien, además de estar en la dirección de carabineros, es médico veterinario.

Cuenta que las oficiales no sólo prestan el servicio en el caballo. Muchas tienen conocimientos en sanidad animal, arrería y hasta enfermería, puesto que estos animales, así como son inteligentes, son demasiado sensibles y requieren muchos cuidados, y deben estar preparadas en caso de que se presente alguna eventualidad.

Aclara la razón de que tanto las oficiales como los caballos usen ese uniforme, que más bien parece una armadura de protección, por lo cubierto y pesado.

“Por las condiciones sociales del país, hemos tenido que meter mujeres en las escuelas móviles antidisturbios para persuadir a la comunidad. ¿Y qué mejor que también tengamos caballos útiles para ese servicio? Es por eso que los caballos tienen esa armadura, una atalaje especial para prevenir cualquier lesión, en caso de que una persona al margen de la ley pueda lanzarles algún elemento dañino”, explica.

De modo que primero hacen una labor como carabineras, pero también apoyan las riesgosas actividades de control que hace esa entidad.

Carolina se vinculó hace 11 años como profesional de la Policía Nacional y todavía no se las cree que esté en Cartagena al frente de la unidad de carabineros y de guías caninos.

De todas las caídas y accidentes que ha tenido durante su servicio, hay algo que entendió y tomó como una lección de vida: “El caballo siempre te enseña a ser más inteligente”. 

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