Facetas


Las palabras valen más que tres tiras

JOHANA CORRALES

31 de mayo de 2015 12:00 AM

Hay palabras que liberan...

No es lo mismo que, en un ataque de ira, usted diga: oye, cara de mondá. A que, simplemente, exprese: ¡mire, por favor! La primera expresión tiene más fuerza, resonancia, poder.

Veamos más ejemplos: Ese tipo es un triple hijueputa (Ese hombre es mala gente); ¿Quién culo te crees?(¿Te sientes muy importante?). ¡Vales güevo! (No seas ingenuo, no sirves, estás fregado). Me vale tres tiras (No me importa).

Pero, ¿por qué siente usted que se alivia cuando las dice? ¿Quiénes son los que más las usan? ¿De dónde vienen? ¿Son buenas o malas palabras? ¿Pertenecen a una región o estrato social?

Según el periodista Juan Carlos Guardela, la gente se queja de lo plebe en la escena pública, mientras que en lo íntimo y familiar lo acepta. Dice, además, que existen dos formas de lo vulgar: la convivencia y la agresión.

En el caso de la primera, en Cartagena y el Caribe colombiano, lo vulgar en el ámbito de lo festivo, antes que constituirse en una agresión verbal es una invitación a la convivencia.

“Lo escatológico en lo festivo –explica-- es el vínculo con el otro y el reconocimiento del otro; exaltación y alegría del encuentro. Cuando te maman gallo con este tipo de alusiones, es porque te conocen o te han tomado confianza; o, por lo menos, hay un vínculo previo”.

La otra dimensión de la vulgaridad es la agresión al otro. “Aunque siempre será preferible un madrazo a que te cercenen la oreja de un mordisco”, opina.

Lo vulgar está relacionado con el cuerpo. Según él, este ha sido el mayor referente de la plebedad. El término hace referencia al bajo mundo.

“Se burlan de ti, haciendo referencia siempre a orificios del cuerpo, a excrecencias o a desechos de este. Te ponen apodos, haciendo alusión a partes de tu cuerpo. Te llevan con eso al mundo de lo risible y de lo cómico”.

De ahí, surgen términos como cara de mondá o de verga (el primero, con mayor número de seguidores), culo, chuchona, mierda, huevón, malparido, en fin...
Pero así como el cuerpo ha sido objeto de burla, también es objeto reivindicativo desde una profunda significación simbólica y política.

“Toda la comunidad es puesta en un mismo nivel. La plebedad destruye las separaciones sociales. Por eso, incomoda a muchos. Acuérdate de la vez que vetaron la champeta en el Concurso Nacional de la Belleza. Con eso, trataron de evitar que el glamour del certamen quedara al nivel de un baile de picó”.
 
Lo interesante de la plebedad
¿Alguna vez se ha preguntado usted por la forma de las marimondas del carnaval? Pues bien, la nariz prolongada de “las marimondas” no es más que la representación simbólica del falo; y el orbe testicular son los ojos.

“Los ojos como generadores del mundo. El mirar, hace que surjan las cosas. Es decir: las marimondas portan una génesis voyerista, explica el periodista.

La plebedad está inmersa en otras expresiones culturales como la música, con intérpretes como Pedro “Ramayá” Beltrán, con sus éxitos como Mi flauta y El mico ojón; Emilia Herrera, con El pájaro picón; Dolcey Gutiérrez, Irene Martínez y Lisandro Meza, entre otros más recientes. Pero también aparece en la danza, en la literatura, entre tantas otras.

Para el antropólogo y filósofo cartagenero, Enrique Muñoz Vélez, lo vulgar se asocia a los sectores populares y se rebela en grosería e indecencia, afirmación que Guardela Vásquez corrobora: “lo interesante de estas narraciones -explica-, relacionadas con gente de baja relea, es que se constituyen en un saber de la comuna, en una forma de conocimiento barrial. Se convierten en piezas sonoras que empiezan a ser parte de las producciones de las emisoras de la ciudad. En cuestión de semanas, empiezan a ser parte de cuñas radiales, pregones y llamados, e incluso, dentro de las mismas lógicas de producción de la prensa,  y hasta surgen en noticieros así como en programas de opinión”.

“Es gracioso ver cómo las clases altas se regocijan con estos niveles de plebedad. Los he visto festejar, con el ya fallecido 'Cuchilla' Geles; los he visto moverse al son del Baile de la pluma. Algunos hasta invitan a cantantes altamente vulgares a sus parrandas. Pero se trata de un goce que no es genuino, mientras que sí lo es en lo que llaman baja estofa”.
 
El lenguaje es arbitrario
Lo que aquí puede significar una palabra, en otro lugar no. Eso se debe a que el lenguaje es arbitrario. Sabemos el sentido de un término por la convención, es decir, todos nos pusimos de acuerdo para llamar dicho objeto del mismo modo.

Por ejemplo, el falo tiene significación en la cultura del Caribe, y es mirado como con cabeza de ave. En el Caribe (Cuba, Panamá, Puerto Rico y Colombia) a quien se está masturbando se le dicen que está “pajariando” o “haciéndose la paja”. En la cultura Caribe la paja connota el nido donde habita el ave. Siempre lo vulgar coloca al cuerpo relacionado profundamente con la naturaleza.

Situación parecida ocurre entre un país y otro. En Venezuela, por ejemplo, cuchara es la vulva y no el implemento de cocina. Por ende, evite frases como ¿dónde dejé mi cuchara? Mi cuchara está muy caliente; o peor aún: siempre te doy mi cuchara.

En Guatemala, a los gays los llaman huecos. Por tanto, si usted ve algún hoyo por la carretera, no vaya a decir que hay demasiados huecos en su camino.

En República Dominicana y Cuba le llaman papaya a la vagina. Así que no se le ocurra gritar a los cuatros vientos que se le antoja probar una papayita.

Libérese
De acuerdo con la psicóloga Margarita Molina Angulo, no existe problema alguno en decir palabras soeces, mientras no se lastime a los demás. Pero cree que es inconveniente  no desahogarse y reprimir todo lo que se está sintiendo.

Cita, como ejemplo, las relaciones de parejas, en las que muchas veces, por evitar discutir, una de las partes se traga el insulto.

“La primera vez que te dijo algo que no te gustó, te lo guardaste, no fuiste capaz de mentarle la madre. Para la segunda, te hace la misma, no te gustó nuevamente y no desbocaste. Pero a la tercera, te vas a desahogar, y no sólo eso, puedes incurrir en actos violentos”, explica la psicóloga.

Relaciona las llamadas malas palabras como un mecanismo para canalizar las energías y liberar cualquier sentimiento de rabia o ira.

“Es importante desahogarse, porque es preferible que lo hagas con palabras soeces a que vayas agredir a la otra persona”.

***
Así las cosas, estamos de acuerdo, en que es mejor que a uno le mienten la madre a que le den un golpe.
 

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