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Las palomas de Fátima volaron al sancocho

Puede que el dinero se haya esfumado, pero del esplendor económico de San Estanislao de Kostka sobreviven historias que valen oro. El paso por el pueblo del ferrocarril entre Cartagena y Calamar era la fuente de un comercio próspero, cuya efervescencia se apagó tan pronto como el tren levantó sus rieles. Caminando por las calles de Arenal es fácil encontrarse con una peculiar anécdota que se originó en aquel tiempo de abundancia. ¿Falsa o verdadera? No hay forma de comprobarlo, pero hasta el sol de hoy ronda en las mentes de los más viejos la historia de las palomas amaestradas de la Virgen de Fátima. Muchos en el pueblo la dan por cierta, otros no tanto.

Un grupo de señoras fervientemente católicas, de la alta sociedad arenalera, donó el dinero suficiente para comprar una figura en yeso de la Virgen de Fátima y la tan esperada estatua llegó a bordo del ferrocarril un día de 1948. Fue comprada para ser parte de la colección religiosa de la iglesia San Estanislao de Kostka, que se levanta en la plaza principal.

Pero no llegó sola. “A la Virgen la trajeron de Portugal con doce palomas adiestradas. Cuando la bajaron del ferrocarril, en la procesión para recibirla, las palomas se bajaban sobre el hombro de la Virgen, revoloteaban y se posaban nuevamente sobre el altar”, narra el historiador Rodolfo Ramos Jiménez. En San Estanislao se dice que la figura religiosa y sus palomas llamaron la atención de todo el pueblo, pero el destino que tendrían los animales es el que, cierto o no, ha quedado inmortalizado su historia. 

El sancocho…

“Se cuenta que cierto día unos muchachos tomadores de ron, queriendo hacer una gracia, tiraron granos de maíz a las palomas y las atraparon con una sábana, luego llegaron al estanco de Doña Mercedes, cerca de la Estación del Ferrocarril, en el callejón Porvenir, del barrio El Refugio. Cocinaron un sancocho de palomas para profanar a la santa y con eso sucedió un caso extraño”, agrega el arenalero, que se dedica a preservar la memoria del pueblo recolectando testimonios de los adultos mayores.

En Arenal creen que aquella ‘profanación’ tuvo un castigo divino. Y los más supersticiosos todavía hablan del castigo en las calles del municipio. “Todos aquellos que participaron de esa locura o profanación fueron muriendo paulatinamente o fueron quedando sin voz. La primera que murió fue una familiar mía, llamada Mercedes Jiménez, la que hizo el sancocho de palomas. No estaba enferma. Murió de pronto, en una mecedora”, sostiene el historiador.

¿Por qué relacionar la muerte de Mercedes con las palomas de Fátima? Dice Rodolfo que en el pueblo todos sabían “quiénes eran los que habían hecho el sacrilegio de preparar el sancocho, estaban identificados. Cuando murió Mercedes no había sospechas, pero cuando fueron enfermando los demás, la gente comenzó a sospechar. Se relacionó una cosa con la otra”, explica.

Y agrega más a la historia, casi de no creer. “Después murió un tío de mi mamá, tuvo que ser operado del estómago, le cortaron una parte, y quedó comiendo pan habitualmente, pero que estuviera podrido, con moho. Los otros fueron muriendo de cáncer o afecciones en la garganta. Parece extraño, pero a una de las hijas de mi tía, que la tuvo con uno de los que participó en la cuestión de las palomas, también se le fue la voz, ahora habla por señas. Esa es una cuestión extraña y mitológica”, sostiene.

La llegada de la Virgen de Fátima al pueblo se dio dos años antes del cierre de la vía férrea, como una donación de la feligresía que además regaló la pila bautismal y otros elementos a la parroquia, construida durante más de 30 años. Afirman en el pueblo que entre las diez personas que comieron del sancocho, había dos habitantes del vecino municipio de Soplaviento, quienes frecuentaban constantemente el estanco y también murieron.

“El primero que tuvo la idea fue uno de los primeros que murió, dice la gente que daba lástima escuchar sus gritos, para ese entonces no había equipos de sonido y sus gritos de dolor cuando lo curaban se escuchaban en todo el pueblo. Después fueron cayendo ‘al paso’ los otros, eran unos diez jóvenes que fueron muriendo con el tiempo. Fue tan real eso (…)”, comenta Rodolfo.

“Yo conocí a un señor de apellido Hernández y otro de apellido Ahumada que murieron por eso. Eso sí es cierto, hubo otro señor que solo tomó las sopas, de apellido Fernández, y perdió la voz... Eso fue hace más de 40 años”, explica otro habitante de Arenal, que asegura conocer de cerca la historia de las palomas de Fátima.

La historia de las palomas de Fátima ‘resucitó’ en el pueblo hace pocas semanas, cuando un rayo, en una tarde tormentosa, destruyó parcialmente una de las torres de la iglesia. En ese momento, en el pueblo se recordó también a otras palomas a las que recientemente les cerraron el paso hacia los techos de la parroquia, donde se refugiaban. Esto para evitar que lo dañaran.

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Aunque muchos creen la historia del ‘sacrilegio’ de las palomas de Fátima, en el pueblo todavía otros se preguntan si realmente un ‘castigo divino’ fue el que enfermó y mató a quienes comieron de los animales.

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