Facetas


Los foráneos se apoderan de Getsemaní

JOHANA CORRALES

29 de diciembre de 2013 12:02 PM

Parece que Getsemaní se convirtió en el imán del mundo.

El popular barrio del Centro Histórico encarna dos realidades simultáneas: el arraigo y el desarraigo, lo propio y lo lejano.

La plaza donde alguna vez se gestó el proceso de Independencia, hoy es esclava nuevamente de extranjeros que llegan con sus tentadoras ofertas a comprar las casas de los raizales, quienes se dejan seducir por la ambición de ver tanto dinero junto o por no tener los recursos económicos para sostenerla.

Es como si Getsemaní hubiera dejado de ser de los getsemanicenses y uno de los temores más grandes es que ocurra lo mismo que en el barrio San Diego, donde sus residentes prácticamente desaparecieron.

“La situación de Getsemaní es dolorosa. Tenemos hoy un 18 o 20% de los raizales residiendo en nuestro barrio; y bueno, es una lucha desproporcionada, porque encontramos un boom inmobiliario de personas que se acercan con un poder adquisitivo bastante grande, y enfrentarnos a ese tipo de personajes, con una capacidad económica exorbitante, es absurdo”, dice Darío Montero, presidente de la Junta de Acción Comunal.

Montero opina que las posibles razones para que se esté perdiendo el patrimonio inmaterial obedecen a las condiciones precarias en que viven sus habitantes.

“Sentimos que hemos dado una lucha infructuosa donde prácticamente quedamos en el abandono del Distrito. Aunque soy optimista y creo que aún se puede recuperar el patrimonio inmaterial, que es la gente, ese calor del ser humano getsemanicense”,  agrega.

Uno de los más indignados con la situación es Fernando Castilla, un veterano que lleva toda su vida residiendo en el barrio.

“El mismo Gobierno tiene la culpa, porque ellos sabían que al declarar esto Patrimonio de la Humanidad tenían que rebajar los impuestos y tampoco teníamos porqué pagar más catastro. Ellos han hecho lo contrario: aumentar el catastro y los impuestos. ¿Cómo quieren que se aguante una persona aquí? Yo tengo una casa en la Calle del Espíritu Santo. Soy el dueño de la casa y lo que gano es un salario mínimo. ¿De dónde saco para pagar todo eso? Tengo que salir de aquí. Ellos quieren tapar el sol con las manos, pero ya es tarde”, dice enérgicamente el abuelo.

Lo que más lamenta es que todo el esfuerzo que hicieron durante tantos años para erradicar la prostitución y las drogas de ese sector fueron en vano.

“¿Señorita, usted se acuerda de lo que hicieron en Cuba?, que lo convirtieron en Cabaret. Bueno, en eso mismo se está transformando este barrio, en puro cabaret y droga. No es más na'. En la noche, es el desbarajuste grande. Y dizque turistas, qué extranjeros, ni que naaa”, precisa Fernando, de 87 años de edad.

Sobre este mismo aspecto, Ernesto Muñoz Ramírez, quien antes era su vecino, se pronunció: “Getsemaní tiene muchas anécdotas, historias que contar, de modo que a los extranjeros le ha caído en gracia el barrio. Pero lo que ellos no saben es que aquí nos chupamos más de 40 años con prostitutas, drogadicción y robos. Pero hace 20 años, con nuestras mujeres, reaccionamos contra eso y limpiamos el barrio, para que ahora venga gente de afuera a sacarnos”.

Ernesto cuenta que lleva 62 años viviendo en Getsemaní. Corrige de inmediato como lamentándose y dice que llevaba, que vendió y que ahora reside en el barrio Chile.
Dice que el Gobierno no se ha preocupado por darles un auxilio, como se ha hecho en otros lugares de la ciudad; y cita como ejemplo al barrio Manga.

Ahora que vive en Chile ha comprobado que en Getsemaní la vida se puso cara. “Allá compraba una gaseosa en $1500, y aquí en Chile valen mil. Todo en Getsemaní carísimo. Las mismas empresas de servicios públicos han puesto los estratos sin haber hablado con la gente, sin un censo de la población. Para mí esos estratos deberían subirlos a las propietarios que tienen casas bonitas y no a la gente del barrio, medio come, porque aquí hay personas que todavía se acuestan sin comer”.
 

¡No vendan más!

Leonardo Raia es un italiano que se enamoró de los getsemanicenses, de sus prácticas cotidianas, costumbres y estilo de vida. Motivado por eso, decidió comprar una casa a una humilde familia del barrio, que no tenía cómo sostenerla.

Sin embargo, una vez compró se dio cuenta de que todos los simpáticos vecinos con quienes había hecho clic se estaban mudando. Lo autóctono, lo tradicional y popular que lo conquistó, se había ido.

“Es terrible. Mucha gente se está saliendo porque no logran pagar los servicios públicos. Es decir, agua, luz, el predial. Y por eso he visto, en el transcurso de los años, bastante gente salir del barrio. Incluso, los que se fueron de esta casa que compré lo hicieron por esas mismas razones”, dice.

Raia es graduado en Historia del arte y Arqueología, y todo ese conocimiento lo ha puesto en función de su nuevo hogar. Cuenta que la casa era solo unas paredes, pero la transformó por completo, intentado ser fiel a la esencia que encontró.

“El barrio es todavía autóctono, genuino e histórico. Ha mejorado mucho y sigue mejorando lentamente. A mí, como europeo, me gustaría ver el barrio, y también la ciudad, limpiecitos, organizada. Pero todavía le falta cultura cívica y que las autoridades de verdad se sienten a pensar y le tengan más amor a su patria”.

Por su parte, Santander Gaviria comprende en parte las razones que llevan a sus vecinos a vender sus propiedades. Su familia también vendió y ha sido uno de los golpes más duros, después de llevar 60 años viviendo en La Plaza del Pozo.

“No tenemos los recursos y la situación nos hace vender. Otra vez estamos viendo cómo los españoles están saqueando a Cartagena, a querer tomar el mando. Ya vendieron la casa donde vivía. Me reservo el valor. Estoy viviendo donde otros familiares”, dice.

En Getsemaní hay quienes creen que todavía se puede hacer algo. Es el caso del presidente de la Junta de Acción Comunal.

“Esta semana se recibió, para mí, la noticia más importante en todo el año, que es el proyecto de acuerdo que quiere suscribir el Instituto de Patrimonio y Cultura de Cartagena (IPCC), mediante el cual se proteja ese patrimonio inmaterial del barrio Getsemaní”.

Ese nuevo plan consiste en que los getsemanicenses pongan negocios propios y le saquen provecho a ese mismo turismo que parece que estuviera acabando con ellos. Esa es la única esperanza con la que cuentan algunos para permanecer en sus casas.

“Nosotros no queremos que alguien más venda, porque si hay algo que le da la especialidad, esa forma mágica al barrio, es la gente, la forma popular de nuestras expresiones. Eso ha hecho que muchas personas estén buscando otra opción distinta a vender la casa, sin tampoco quedarse en las condiciones precarias. Sino que tengamos una idea de negocio, de tomar ese turismo que viene a nuestro barrio y sacarle el jugo”, concluye el raizal. 

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