Son pocas las veces que en Robles pueden ir a misa. Una que otra vez al mes, cuando el sacerdote de El Guamo emprende una corta pero tediosa travesía. Recorre unos 15 kilómetros de una trocha fangosa, dañada, es un maltrecho camino adornado con paisajes bolivarenses, de verdes profundos, lagunas esplendorosas y árboles centenarios.
Al atravesar esa vía, en algunas épocas muy resbaladiza por las lluvias, el cura llega a Robles para oficiar la eucaristía, confesar a creyentes y dar su bendición. Los católicos de este pequeño pueblo también pueden escuchar la palabra de Dios, luego de alguna fatalidad, cuando el milagro de la vida se desvanece y alguno de los suyos trasciende al otro mundo.
Entonces, se manda a llamar al sacerdote, preparan una misa en la parroquia San Martín de Loba y rezan para que el alma del finado descanse en santa paz. Luego, lo sepultan.
Noviembre también es tiempo de misas, en la celebración religiosa en honor a su santo, San Martín de Loba, una procesión no muy multitudinaria, porque en Robles “no es que haya tanta gente”,- tiene unos mil habitantes- recorre las cinco calles de este pequeño corregimiento, que es jurisdicción de El Guamo. En esas calles impera la tranquilidad, es muy raro ver alguna pelea, no hay policías o por lo menos no permanentemente, basta alguna ronda ocasional. Eso dicen quienes lo habitan, quienes viven de la pesca y la agricultura.
Iglesia sin techo
Poco antes del mediodía de un lunes atravesamos la calle del Río, la principal de Robles, y de inmediato notamos algo que las últimas semanas ha preocupado a los católicos del pueblo. Justo en la mitad de esa carretera está la iglesia, fachada de beige desgastado, ventanas de calados y puertas caídas. En el techo parece que un vendaval hubiera arrasado con todas las tejas, dejando un esqueleto de listones, desnudo y podrido. Parece desvalijada o, más bien, la iglesia de otro pueblo, uno abandonado. Dentro no hay bancas, flores, ni santos. El único es el mismo San Martín de Loba, que permanece sobre su caballo a un costado del altar, porque nadie se acordó de rescatarlo. Esa es la parroquia de Robles.
Comentan que está así desde octubre y desde entonces no hacen eucaristías. “La iglesia está así más o menos desde el 26 de octubre. Ahí se hacían las misas, pero las láminas de zinc las quitaron porque dijeron que iban a mandar a arreglar el techo”, explica la inspectora de policía, Diana Padilla. Ella nos responde que un concejal de El Guamo, preocupado por su mal estado, tuvo la intención de gestionar la reparación del tejado, pero sus colaboradores le quedaron mal y no se hizo tal arreglo. Y la misma alcaldesa, en una visita reciente, antes de acabarse el 2017, al ver la situación habría dicho que el municipio ayudaría a reparar la iglesia.
La inspectora es una mujer joven, cuya vivienda está justo en la parte trasera de la parroquia, por lo que ha estado pendiente de lo que ahí sucede. Cuenta que “los santos y las vírgenes de la iglesia están repartidos en las casas porque quedaron ahí, a la deriva, cuando la destecharon”.
“Yo guardé las bancas en el patio de mi casa. Desde ese tiempo no hemos oído misa en la iglesia, se murieron dos personas acá y las misas se hicieron en sus casas, no entraron a la iglesia tampoco. El sacerdote estuvo también acá. En octubre nosotros hacemos fiestas en honor a José Gregorio Hernández, esas sí las alcanzamos a hacer en la iglesia. Realmente ese es el santo al que le hacemos una fiesta más grande. Del otro (en noviembre), la procesión salió desde una casa”.
En una esquina, aledaña al templo, Víctor Padilla, reunido con un grupo de adultos mayores, dice que le parece mal que la parroquia esté así, destechada, pero afirma que todo “es culpa de la misma comunidad”. “Cuando un señor vino y dijo que iban a destechar, tenían que esperarlo a él, cuando vinimos a ver ya esa iglesia estaba destechada”. Es decir, la misma gente se llevó las láminas, confiando en que llegarían unas nuevas para el arreglo, pero eso nunca sucedió.
Su vecino, el católico devoto Leonardo Padilla, se siente desprotegido y considera una lástima la situación de la iglesia, “sobre todo en un pueblo como Robles, que ha sido sano. Estamos desprotegidos, sabes qué es lo que es quedar así, a la intemperie”.
En Robles hay muchos otros problemas. Solo llegar hasta allá es una odisea. El agua es bombeada desde el río hasta un tanque que la irriga a las viviendas, pero sin ser tratada. El puesto de salud no está en las mejores condiciones y el médico llega una vez a la semana. “El cementerio está algo deteriorado. Nosotros somos una comunidad tan pobre, que no hemos tenido con qué arreglarlo. Ojalá alguien nos ayude con esto, nos tocará hacer rifas. De todas formas lo de la iglesia nos corresponde es a nosotros, aunque la Alcaldía dijo que iba a intentar ayudarnos. La gente sí está afectada por eso, porque prácticamente pasamos de tener una iglesia a no tener nada”, sostiene la inspectora de policía.
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