Luis Eduardo Ronco Amador fue un pitcher de cuidado. Su curva le resultaba impredecible a los bateadores por lo que era reconocido como un lanzador mañoso. Es hijo de Heriberto Ronco Guerrero, otro pelotero cartagenero, que en su momento vistió la camiseta por Colombia. Nació en el barrio El Espinal, es pensionado de Colpuertos, desde el año 92. Vive hace 32 años con Lludys Villadiego Cabria con quien tuvo cuatro hijos, de los cuales le sobreviven dos; el primero falleció de meses, de un soplo en el corazón y el segundo lo mataron hace 8 años. Su hija menor, Dayana, la tuvo por fuera del hogar. Hace 24 años vive en casa propia en el bario Torices, sector Paseo Bolívar. ¿Qué recuerdos tiene del béisbol durante su niñez? -En todas las etapas de mi vida el béisbol me ha servido para hacer amigos. En la infancia mi gran amigo en el deporte fue Iván Flórez, que ya murió. Jugábamos bola de trapo en la calle hasta que un día se nos dio por organizar un equipo que se llamaba Los Bravos de la Heroica y salíamos a retar a los muchachos de otros barrios. Eso me sirvió para que el manager, Tony Llerena, me llamara para el equipo infantil de El Terminal. Mi vida ha estado ligada siempre al béisbol. ¿Quién lo descubrió como lanzador? -A mí nadie me enseñó a lanzar, eso fue algo natural en mí. La curva que yo sé, salió de mí mismo, ya después con el tiempo sí la fui perfeccionando con la ayuda de los técnicos. Yo fui un pitcher más de curvas que de rectas y las curvas le restan un poco de velocidad a la bola, pero mi brazo era fuerte, yo estoy consciente de eso. ¿Qué entrenadores en especial recuerda? -El entrenador cubano Evelio Hernández me enseñó a completar la curva que yo hacía con un sistema al que le llamábamos contra el piso, es una curva que el pelotero cree que la bola le va a llegar a la altura adecuada para batearla, pero en realidad la bola cae con velocidad. Mi otro maestro fue Isidro Herrera. Fue mi entrenador en la selección Bolívar y en Getsemaní, el último equipo en el que estuve. ¿Cómo se dio su paso a primera categoría? -El salto a primera categoría lo di en 1973, ya venía de jugar en todas las categorías anteriores: en la infantil, en la juvenil y en la intermunicipal. Pedro Ortiz me llamó entonces para jugar en el equipo de la Universidad, pero nada más duré media temporada porque me fui para Medellín a jugar con Coltejer por huirle a un problemita que me presentó en el Sena, donde estudiaba soldadura. Un compañero del grupo de trabajo en el que yo estaba dañó una máquina y yo cogí miedo, tan de suerte que ese día cuando llegué a la casa encontré a Víctor Barrios y Bony Bonfante buscándome para irme para Medellín. ¿Cómo le fue? -Bien, no me puedo quejar. Medellín tenía seis equipos y a todos les di sopa y seco, incluso a Fabricato, que era el mejor equipo en esa época, le gané uno a cero. Batearon un solo doble y el pelotero se quedó todo el partido en segunda base porque no pudieron hacer más nada. Al año siguiente que regresé a Cartagena coincidí con la salida de varios peloteros de Colpuertos, que ya por la edad no podían seguir jugando y por intermedio de Champeta Martínez me incluyeron a mí en el equipo. ¿De relevo o titular? -(Risas). Yo tuve un problemita por eso porque es que en Colpuertos había mucha gente buena y uno tenía que lucharse su oportunidad. Resulta que a mí en la temporada solamente me habían dejado lanzar en dos oportunidades. En la etapa final del campeonato, el equipo venía de perder dos juegos y nos tocaba esa vez pelear con Conastil y a mí no me tuvieron en cuenta para ese partido; entonces yo patalatié y estrilé hasta que Bartolo Gaviria me prestó atención y habló con Julio Cantillo, que era el manager. Total me pusieron a pitchear ese partido. Les tiré 6 inning y no me hicieron ni una carrera, después me relevaron, pero ya el partido estaba casi definido a nuestro favor, finalmente lo ganamos. ¿Cuántas veces fue campeón con Colpuertos? -No me acuerdo exactamente cuántas, pero fueron muchas. Lo que sí tengo presente es que Con Tomás Moreno fuimos cuatro veces campeón de seguido, incluso ganamos una copa de campeones en Nicaragua, en la que nos medimos con los campeones de República Dominicana, Ecuador, Venezuela y otros países que no recuerdo y también nos coronamos campeones invictos y no conforme ellos con eso, los nicaraguenses nos echaron a su selección y también le ganamos, a nivel de equipo. ¿Cuál fue su mejor campeonato nacional? -El primero, en 1977, lo jugamos en San Andrés. Además, de que me fue bien de manera individual, tan bien que en un partido contra San Andrés le ganamos 10 a 0; le ganamos a Atlántico en una revancha que los dejamos sin palabras. El primer partido que jugamos contra ellos (Atlántico) lo perdimos y armaron un carnaval, hicieron una caravana, como con veinte carros, dándole vuelta al hotel y haciéndonos burla. Se creían los campeones, empezando apenas la serie. En el segundo partido empezamos a cobrárnosla. Juan Pautt le bateó un jonrón a Félix Oquendo que la subió en una casetilla fuera del estadio y el tercer partido, en el definitivo, me pusieron a mí a lanzar y les ganamos sobrado. Al día siguiente se fueron para su casa calladitos la boca y a nosotros nos recibieron en Cartagena con un ambiente fiestero. Mis amigos de El Espinal me recogieron en un bus y me llevaron para el barrio a celebrar. Y a los días, Simón Elles, gerente del Casino Turístico de Bocagrande nos hizo un agasajo. ¿Qué tal fue la experiencia en Japón? -Inolvidable, Corea que fue el país al que llegamos primero para unos partidos de entrenamiento; y Japón son dos países que un occidental no puede olvidar. Es una experiencia al otro lado del mundo. La gente allá es muy amable y son curiosos de nosotros acá. Cuando íbamos a un almacén, por ejemplo, nos brindaban algo de tomar y preguntaban muchas cosas sobre el modo de vivir en Colombia. Además de camino a Corea, conocimos Honolulu, (Hawai), Miami y Los Ángeles, fue un viaje bueno. ¿Por qué Colombia no obtuvo los resultados deseados en esa serie? -Para mí fue por error de las directivas porque nosotros entrenamos dos meses con Pedro Ortiz, como manager principal, y Panchón Herrera y Alejandro Lián, como asistentes. Primero nos concentraron en Cartagena, después estuvimos un tiempo largo en Santa Marta, fuimos a Venezuela a una serie de fogueo y luego a Corea y al finalizar el entrenamiento en Corea, lo cambian intempestivamente y ponen a (Antonio) Manía Torres. El grupo se desajustó porque aunque Manía era buen técnico las estrategias eran diferentes. Además, los peloteros nos sentimos insatisfechos porque con nosotros hicieron una reunión para opinar si queríamos que se fuera Ortiz y solo uno dijo que sí y ese voto pesó más. ¿En qué momento sintió que su ciclo en el béisbol se había cumplido? -Entrado los 90, poquito tiempo antes de que liquidaran a Colpuertos porque ya la empresa venía con sus desavenencias y finalmente el equipo no lo volvieron a sacar, entonces un trabajador de allá sacó un equipo El Misil con los mismos peloteros de Colpuertos, pero yo no quise irme para ese equipo sino para Getsemaní, con Isidro Herrera, duré dos temporadas, en una fuimos subcampeones y en la otra campeones. ¿Cuántos años jugó con Colpuertos? -16 años. Y el año de la huelga (en el Terminal) me fui a jugar a Sincelejo en el equipo Vick Vaporub y representé a Sucre en el nacional que se hizo en Santa Marta. Después regresé a Colpuertos otra vez, pero ya la empresa estaba en sus últimas. ¿Con qué recuerdo de su vida disfruta? -Con los de mi hijo Eric. Era un pelao que ya grande se acostaba a mi lado y me sobaba la cabeza, cuando quería algo me endulzaba primero; me iba a buscar donde yo estuviera tomando y me traía a la casa si me veía muy pasado de tragos o se quedaba conmigo ahí. Me lo mataron estúpidamente hace ocho años. Estaba en una fiesta en el barrio San Pedro (Libertad), se presentó una pelea y un señor borracho empezó a hacer tiros a la loca y una de las balas le dio en la cabeza. Eso nos cambió la vida. Le doy gracias a Dios porque me dejó un hijo, se llama también Eric, que ahora tiene 12 años. Yo lo registré como mi hijo porque así lo quiso él cuando embarazó a la muchacha. Nosotros (él y su esposa) lo estamos criando. ¿Qué cualidades y qué defectos tiene usted? -Tengo dos defectos, soy muy callado y me sublevo con facilidad. Las cualidades no sé, esas que se las diga mi esposa que está aquí. **En ese momento, Lludys Villadiego tomó la palabra. “Es un excelente papá y un buen marido, no me quejo, travieso como todos los hombres, imagínese que una vez que lo fui a acompañar al estadio había dos mujeres peleando a un pelotero y me dice la esposa de otro beisbolista ‘Lludy si supieras que el pelotero que se están pelando esas mujeres es tu marido, una dice que vacila con él y la otra está enamorada de él’. Yo me impacté, pero una amiga me dijo que no les dijera nada, así fue, me fui a buscarlo al camerino y salimos por otra puerta. Ellas se quedaron allá peleando. Yo tuve eso, me le pegaba como el chicle, ajá yo tenía que cuidar lo que es mío, por eso estamos aquí junticos todavía y envejeceremos juntos, ya nadie me lo quita.
Facetas
Luis Ronco Amador: Un pitcher con curva extrema
Se ha producido un error al procesar la plantilla.
Invocation of method 'get' in class [Ljava.lang.String; threw exception java.lang.ArrayIndexOutOfBoundsException at VM_global_iter.vm[line 2152, column 56]
1##----TEMPLATE-EU-01-V-LDJSON----
2
3#printArticleJsonLd()
NOTICIAS RECOMENDADAS
Comentarios ()