Facetas


Manuel De la Rosa: Una voz que emerge de la montaña

LEDIS CARO D.

30 de octubre de 2016 12:00 AM

Si de algo está convencido Manuel De la Rosa es que estar en el mundo no significa hacer lo que los demás hacen. Por eso no le importa romper paradigmas con su música.

Y no es porque sienta que debe nadar contra la corriente para ser él mismo.

Lo que pasa es que Manuel la tiene clara, como dicen sus congéneres de la misma edad, y esa claridad se la da el haber tenido la dicha de nacer en una parte de San Juan Nepomuceno donde las verdes montañas del Santuario de Flora y Fauna Los Colorados no solo lo enamoraron de la naturaleza desde muy pequeño, sino que lo inspiraron a cantarle, con esas metáforas que, en sus versos, se vuelven verdaderas poesías.

Manuel De la Rosa tiene 25 años, es músico egresado de Bellas Artes. Toca piano, guitarra, gaita e instrumentos de percusión y se defiende con el saxo. Su pasión por la música la aprendió de su mamá, la gestora cultural y folclorista Cristina Mendoza, galardonada.  “Con ella aprendí lo que me hubieran enseñado mil libros”, dice Manuel, con una amplia sonrisa, llena de orgullo. Con ella tuvo una presentación magistral en el teatro Jorge Eliécer Gaitán, de Bogotá, donde se escucharon canciones como “Hay pájaros que cantan todavía”, un canto de esperanza a la vida, a la paz, a la naturaleza.

Cualquiera que lo vea se lo imagina como un cantante de rock o de cualquier otro ritmo moderno. Nadie pensaría que tras esa imagen de joven moderno, bohemio,  descomplicado, está un ser que transpira naturaleza, folclor puro.

“La vida que tengo me ha enseñado a amar lo simple y respetar lo antiguo, eso es el todo de mi trabajo. El significado que tienen las historias que me contaban mis abuelos es el punto de partida para el encuentro con mis raíces. Llevo un mensaje de altruismo y de esperanza en mis canciones. El objeto de ellas es demostrar que todo lo que nos rodea es motivo para sonreír y vivir en armonía con la naturaleza. Voces de resiliencia, que es como he titulado mi trabajo, son justamente eso: voces que han prevalecido a pesar de todas las circunstancias negativas que la violencia de cualquier modo ha traído. No busco estar dentro de los estándares pasajeros de la música, ni ser una moda, como cualquier cantautor que hace letras a conciencia. Busco trascender muy modestamente los tiempos y compartir con todas las almas y conciencias interesadas en mis canciones.

“Mi trabajo es único porque va en contra de la corriente visible de creadores y productos que hablan repetidamente del mismo amor, de sexo, de violencia. Con todo lo que traigo, las historias que me han llegado por fuentes directas son el soporte de lo que digo y pienso, y que, por consiguiente, canto.

“Le canto a la vida, a la paz, al respeto por nuestras procedencias y a donde pertenecemos”. (Vea aquí: Video oficial de La leyenda del tigre).

Manuel dice no le resulta muy importante relacionarse con un género en particular. “Respeto a quienes lo hacen, pero por haber estudiado música estuve en contacto con muchos géneros musicales, clásicos, contemporáneos y folclóricos. Esto que hago es el resultado de toda una vida joven de aprendizajes diarios, de leyendas de pueblos y mucho respeto por la libertad de las personas. Decir que hago cumbia es referirme a un estilo muy riguroso, tampoco hago jazz pero la mayoría de mis arreglos surgieron en el instante. Si hablo de música contemporánea alguien puede salir en defensa de Cage o Stockhousen. Sólo digo que soy una voz que emerge de la montaña, que le vengo cantando a las consecuencias en paz muy decentemente y cantando para quien me escucha”.

“Me gusta decir que mi trabajo es la continuidad de un legado, vengo de proveniencia musical, mi mamá es cantadora. Las expectativas que tengo son, además de ganarme un espacio en los recuerdos de quienes me escuchan, aportar al crecimiento de los movimientos artísticos independientes, sobre todos aquellos que buscan reedificar la memoria y hacer música de paz sin aludir a nadie en particular, sólo hablar de quien somos y lo que tenemos”. (Vea aquí la presentación de Manuel De la Rosa y su mamá en Bogotá).

Por eso es que escuchar la música de Manuel De la Rosa se convierte en una experiencia que trasciende lo artístico para adentrarse en lo cotidiano, pero a ritmo de guitarra, piano, gaita y tambor. La vida, en su prosa, se vuelve canción.

Hay pájaros que cantan todavía
La tarde está oscureciendo y las nubes están drenando
Y empieza a llover y empieza a llover
El suelo se está mojando
Y el ganado en el potrero
Bramando, bramando

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