Facetas


María Cortés de Chaves, la historia detrás de la marca

ERICA OTERO BRITO

01 de diciembre de 2012 12:01 AM

El legado más grande que María Cortés de Chaves le deja al país no es la firma de cosméticos Vogue que le brinda el sustento a mil familias colombianas, sino su historia.
Recientemente, María de Chaves vendió la empresa, por la que trabajó cincuenta años, a la compañía francesa L’Oréal París, una decisión, según ella misma afirma, inteligente, nada fácil, riesgosa como las que ha tomado siempre y cargada de expectativas positivas para su propósito de perpetuar su marca en el tiempo. En sus planes no estaba venderla, pero la oferta llegó, se cumplió el requerimiento de mantener la marca y la organización jerárquica de la empresa.
“Creo que el hecho de yo haber estado bastantes años frente al negocio garantizaba en cierta forma la colectividad de la familia. Los hijos bien aunados frente a un bien común, pero no estando yo porque en algún momento tengo que retirarme, pienso que no sería de la misma manera. Llegó esta oferta y creo que es una muy buena solución”, expresa.
En sus vivencias, para hacer posible la creación de un emporio económico a partir de una olla de cocina en la que se atrevió a mezclar unos cuantos insumos químicos para hacer esmaltes, está la sazón y la sustancia  de la enseñanza de María de Chaves.
Su entusiasmo por la vida, su seriedad, buen gusto y sobre todo su entereza para levantarse de las caídas ha despertado la admiración de un país que reconoce en ella un ejemplo de vida.
Ni en su niñez, ni en su juventud, María soñó con tener una empresa tan prestante y conocida en Latinoamérica, como lo es Vogue. Luego de su matrimonio con Roberto Chaves el único afán de esta pareja era obtener lo necesario para sostener la familia de cinco hijos que habían creado. Pero una cosa los llevó a la otra hasta que de manera inconsciente brotó en ellos el ánimo de crecer, fue entonces cuando se concibió el sueño de la gran compañía.
Sin nada que perder, pero sí mucho que ganar
Al principio de esta historia, María tenía 18 años, acababan de cerrar la fábrica de cosméticos en la que había trabajado cierto período de tiempo, el suficiente para conocer las fórmulas con las cuales hacer los pinta uñas. Era la segunda compañía de cosméticos en la que había trabajado y donde conoció a Roberto. Tuvo una niñez apaciguada entre un internado y la casa de una tía, donde debió dejarla su madre mientras viajaba de Bogotá a Panamá, para traer mercancías. Era la tercera de cuatro hermanos. Estudió dos años de comercio mercantil. El marido de su hermana mayor a quien ayudaba con la crianza de sus hijos le consiguió su primer trabajo como secretaria en una empresa de cosméticos.
La necesidad económica y el deseo de Roberto de ser independiente los hizo arriesgarse a emprender por sí mismos un camino. Invirtieron todos los pesos que tenían en la compra de productos químicos y en la compra de una camioneta vieja en la que iniciaron la dispendiosa tarea de recorrer los cuatro puntos cardinales de Bogotá descubriendo cuanta tienda, farmacia y miscelánea había para negociar con el dueño la venta de sus esmaltes.
Pero primero, lo primero, escoger el nombre del producto. La elección de Vogue fue unánime porque ambos disfrutaban de la lectura de la revista Vogue y esta palabra en español significa moda. Así nació Laboratorio de Cosméticos Vogue.
El renacimiento
Hacia el año 1963, luego del nacimiento de su sexto hijo y embriagados por el sueño americano dejaron en Colombia encargado de Vogue a un socio y se fueron a probar suerte a los Estados Unidos. Obtuvieron visas para ellos, para los seis muchachitos y para las dos suegras. Pero de allá regresaron, al cabo de un año, con una mano adelante y otra atrás, víctimas de la estafa de un mexicano que los entusiasmó para vender repuestos de avión y luego se voló con todas las ganancias.
En Estados Unidos dejaron encargadas a las dos abuelas de la pelaera, mientras que ellos, de nuevo en Colombia, retomaron la faena de fabricar los esmaltes y visitar cuánto negocio propicio avistaban para vender su producto. Esos recorridos traspasaron los límites de Bogotá hacia todas las capitales del país.
En el garaje de una casa de la calle 23 con carrera 29 en Bogotá funcionó el laboratorio. Reanudaron las labores con más ollas donde cocinar los insumos químicos, dos máquinas de escribir para hacer las facturas, una química y un empacador, y se metieron de lleno a hacerle competencias a marcas ya posicionadas como Yardley. Atendían los pedidos de los únicos almacenes de cadena que había en ese momento en Colombia: Tía y Ley.
La estrategia del puerta a puerta dio sus frutos y en el año 1980 compraron una bodega moderna en la zona industrial de Casucá, donde actualmente funciona la fábrica.
Un principio y un final
La vinculación en 1986 como patrocinador oficial del Concurso Nacional de Belleza marcó un hito en la historia de Vogue. Fue un despegue definitivo para el reconocimiento internacional de la marca, el cual se fortaleció cuando la compañía adquirió la exclusividad de llevar a la Señorita Colombia al concurso de Miss Universo y el derecho para promocionar su marca Jolie de Vogue con la imagen de la mujer más bella del universo.
La década de los 80 fue el período dorado para Vogue. La firma diversificó su abanico de productos a polvos compactos, sombras, rubores, delineadores, pestañinas, removedores, desmaquilladores y hasta colonias. Se crearon líneas económicas que dieron lugar a nuevas marcas como Candy, Wendy y Linda. Nació, también bajo el liderazgo de Roberto Chaves una filial de plásticos para producir los empaques de los productos cosméticos.
“Yo tengo un olfato muy especial para el color y la creatividad. Todos los productos en Vogue los hago yo, incluso hasta este momento”, expresa María.
Los 90 fueron la fase de prueba. La compañía casi se va a la quiebra por un negocio equivocado al que le apostaron una buena cantidad de dinero para ingresar al mercado de los Estados Unidos. Los bancos le hicieron el llamado a la liquidación, pero con inventiva el matrimonio Chaves Cortés le hizo el quite a la crisis, reforzaron la marca Jolie de Vogue y salieron de todos sus acreedores a mediados de 2006.
“Toda esa situación lo endurece a uno, pero lo forma. Al final uno aprende a ponerse un escudo protector que lo ayuda a levantarse con facilidad de las caídas. Considero que tengo una visión importante en la vida, siempre las cosas más significativas las he hecho como dando un salto que de pronto es riesgoso, pero a la vez con grandes resultados”, dice.
María de Chaves estuvo recientemente en Cartagena, como lo ha hecho durante los últimos 25 años, para cada edición del Concurso Nacional de Belleza.
“Me ha hecho usted llorar porque ya sé que todas estas cosas no las voy a tener. La venta de Vogue ha sido un duelo muy grande para mí, pero no estoy arrepentida, son cosas ya hechas. Todo tiene un principio y un final”, asegura.
Para María de Chaves la belleza de la mujer está más que todo en su interior, en lo que pueda dar de frente a la parte humana, en acentuar una personalidad que le asegure un estilo especial y distinguido.
Sin importar el cambio de dueño, Vogue y María Cortés de Chaves son y seguirán siendo uno solo porque son la  historia de un alma que descubrió el acertijo para sacarle el máximo provecho a este escenario en el que hemos sido puestos todos, la vida.


Se ha producido un error al procesar la plantilla.
Invocation of method 'get' in  class [Ljava.lang.String; threw exception java.lang.ArrayIndexOutOfBoundsException at VM_global_iter.vm[line 2204, column 56]
1##----TEMPLATE-EU-01-V-LDJSON----
 
2   
 
3#printArticleJsonLd()
 

Comentarios ()

 
  NOTICIAS RECOMENDADAS