Facetas


María del Carmen, moldeada por Dios

GUSTAVO TATIS GUERRA

15 de octubre de 2017 12:12 AM

Es la virgen de Olaya Herrera moldeada como una muñeca de ébano, por las manos de Dios.

Nació en el amanecer de junio de 1995, mientras cantaban los últimos gallos de los patios lejanos en Olaya Herrera, sector Las Américas, en Cartagena,  a las 5 y media de la madrugada. Todo parecía normal, salvo el corazón  aturdido de sus padres, el albañil Rafael Quintero Pérez y Betty Anaya Córdoba, desplazada de la vereda Buchalo, en Vigía del Fuerte, en el río Atrato.

Estaban ansiosos por saber cómo había nacido la criatura, hasta que el médico Carlos Ballestas descubrió que aquella virgencita menuda de intensos ojos negros había nacido sin vagina, sin uretra, sin hueso pélvico, sin vulva y con un solo riñón.

Las lágrimas formaron desde ese entonces, un inmenso tapiz de sufrimiento profundo, y obstinada e indeclinable esperanza. Betty no dio el brazo a torcer. Fijó la mirada en los ojos de la Virgen del Carmen y la Virgen de Guadalupe, y dijo: “¡No abandones, señor, a mi pequeña virgencita María del Carmen! Tú que la moldeaste a tu imagen y semejanza, completa lo que le falta!

A lo largo de sus años, los médicos y los ángeles, han ido reconstruyendo lo que la alfarería divina aún no había completado. A sus seis años le hicieron una vejiga artificial con unas sondas para el control de su orina. Ella misma con la paciencia que heredó de Job y de sus ancestros del Pacífico, con sus manos pequeñas y acertivas,  se hace el cateterismo cada cuatro horas. A sus diez años le reconstruyeron su hueso pélvico,  le restauraron el hueso de su pierna izquierda. Nada de eso le ha impedido a María del Carmen caminar, subir escaleras,  ascender por la muralla para ver el mar, y patear la pelota como pitcher en el equipo de kickball de su colegio Fe y Alegría, del sector Las Américas, en Olaya Herrera, el barrio donde  nació.

María del Carmen Quintero Anaya dice que nunca tuvo niñez, porque a los cincuenta días de nacida tuvo la primera de catorce cirugías, y aún faltan cuatro más. “Siempre he estado hospitalizada”.

“Recuerdo que cada día había que comprar una inyección que costaba quince mil pesos, y yo me puse a pedir limosnas en el cuarto piso del Hospital Universitario. El médico Carlos Ballestas, me consoló diciéndome que no me preocupara. Cada día teníamos la inyección para María del Carmen. Me dije: Si Dios me la dio, él me abrirá las puertas. Me horrorizó ver que otras madres abandonaron a sus hijos en el cuarto piso del hospital, derrotados por la pobreza y la angustia. Me aferré a Dios. El padre Manuel Bedoya Arboleda, nos tendió su mano. Una hermanita europea del colegio Biffi que ya murió. Una señora de nombre Bienvenida, del barrio Manga, que  nos vio llorar a las dos en la iglesia de la Tercera Orden.

Lloraba viendo llorar a mi hija que lloraba de hambre, y solo teníamos mil pesos para regresarnos a casa. Y la señora me puso la mano en el hombro y  me dijo que no llorara. Nos llevó a un supermercado, nos dio de comer, nos compró un mercado y nos embarcó para la casa. Fue como encontrarnos con el espíritu de la Virgen de Guadalupe. Hoy me digo que para un enfermo, el amor lo es todo. No es suficiente un remedio, una pastilla. Es entregarlo todo con amor, con una sonrisa. Ese es el amor de madre”.

Mi vida en el colegio
“Mi vida ha transcurrido en este colegio Fe y Alegría, desde la primaria. Aquí he llorado, cantado y reído. Y en este 4 de diciembre nos graduaremos de bachiller”, me cuenta María del Carmen, sentada en su salón, junto a sus compañeros.

“En primaria conocí  a Didier Andrés Jackson Linares, que ahora tiene 18 años, y desde hace tres años, cuando estudiábamos noveno grado, me dijo que valoraba mi autoestima, y es mi novio. Desde que me conoció me aceptó por lo que soy. Es un gran apoyo. Un ser de una gran nobleza y sinceridad.  Mi gran amiga desde la primaria ha sido Julieth Pacheco López, no nos hemos separado desde que nos conocimos.

Me encanta su compañerismo. Es incondicional. Me debe estar buscando ahora. Pero mis amigos son muchos en este colegio: Dayana, Mayerlis, Hilary, mis compañeros del salón. Todos conocen mis dificultades, y nadie me discrimina. Por el contrario, me apoyan. Pero no podría estar en pie, sin el amor infinito de mi madre. A ella le debo todo”. Pero cuando habla de su madre, sus ojos se llenan de lágrimas. Su madre que cruzó el río y el mar hasta llegar hasta Olaya Herrera. Fue una de las primeras desplazadas de mayo de 2002. Trabaja en una casa de familia en Turbaco, para cuyos patrones, Sandra Torres y Álvaro Vargas, ella tiene palabras de gratitud.

Una líder innata
“Un día feliz en mi vida fue el día en que le entregaron las llaves de la casa a mi madre, en Villa de Aranjuez. Me llamaron por mi nombre para recibirla, y yo dije: Mamá esa casa es tuya. Tú eres lo más valioso que yo tengo. Cada día despierto temprano para ir al colegio. Y por las tardes me capacito para mi sueño de estudiar Ingeniería Industrial”.

“Es una líder innata, especial, siempre participa, colabora y es muy organizada”, dice yolima Luz Escorcia Vásquez, rectora de Fe y Alegría.

“Es una alumna destacada y querida por todos”, dice Sandra Arzuza Agresot, directora de grupo.
“A todo le pone amor”, dice Julieth Pacheco López. “Su casa ha sido mi casa, y allá nos encontrábamos los domingos, con María del Carmen, Betty, su madre, Roberto, su hermano, y Didier, que nos hacía reír y cocinaba. Su madre es muy especial.  A veces, nos íbamos a la playa, y caminábamos por el Centro”.
“Es una amiga muy sentimental, cuando habla a veces se le aguan los ojos”, dice Alexander Ciro Cabarcas, compañero de salón.

“Nunca hemos tenido conflicto con ella. Es muy familiar. Hay veces que se deprime”, dice Jordano Zárate.

Epílogo
María del Carmen se va  los sábados ayudar a su madre en Turbaco. Y el domingo va a misa, a repartir los mercados que entregan las monjitas del Biffi. “Sé que no tendré el placer de ser madre”, confiesa. “Le doy gracias a mi madre que siempre estuvo a mi lado y no me abandonó. Y a los que tienen un hijo con discapacidad, les digo, que nunca lo abandonen, porque es la cosa más hermosa que Dios nos ha dado”. Así es la vida increíble y bella de esta virgen moldeada por Dios en Olaya Herrera.

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