Facetas


Maternidad Rafael Calvo: crónica de un parto en medio de la crisis

LAURA ANAYA GARRIDO

19 de febrero de 2017 04:00 AM

-Mamá, respira por la nariz y bota por la boca –dice el doctor-.
-No puedo.
-Puja.
-¡No puedo!

Lup, dup. Lup, dup. Lup, dup. El sonido del vaivén del corazón del bebé invade la Sala de Parto 1 de la Maternidad Rafael Calvo. Uno de los médicos pasa un aparato azul por la enorme barriga de Luz, que está a punto de dar a luz. También suenan las tripas de la mamá. El sonido nos envuelve a todos –médicos, enfermeras, fotógrafo y yo-, parece una sala de cine. Son las once y diez. Es de noche y hace frío.

-Separa las rodillas. Con la boca cerrada, respira. ¡Vamos, vamos, vamos! Puja… respira. Eso, respira.

Ella grita. Parece que le estuvieran desgarrando las entrañas con un cortaúñas…

***
Urgencias, dice el letrero pequeño que está arriba de la puerta metálica. José, el vigilante, sonríe y abre. Son las 7:07 de la noche. Las que no están muy contentas son las mamás, hermanas y cuñadas… las quince “impacientes”, les toca esperar noticias de alguna familiar embarazada. Una señora se asoma a la reja a cada rato: “Hay comida calientica”, dice. El pasillo está lleno y a la sala de espera no le cabe un pensamiento.

La Jefe Ana Lucía Álvarez también sonríe. Es la Coordinadora de Urgencias y la encargada de darme un tour por la mamá más gigante de Cartagena: la Maternidad Rafael Calvo. ¿Gigante? Existe desde 1958, tiene 393 empleados y en 2016 atendió alrededor de 64.896 pacientes… calcule cuántas han parido en 58 años.

El verdadero trabajo de parto está al cruzar la puerta de la Sala de Espera. Médicos, enfermeras, auxiliares… todos caminan de un lado a otro. Las barrigonas, muchas con los ojos tristes del dolor, van desesperadas. Cuando no tienen una dextrosa en las manos, llevan las carpetas donde guardan ecografías, controles… ya sabe, todos los papeles.

Nos alejamos del enloquecedor murmullo de la Sala de Espera. Sobrevive el tenue llanto de una futura mamá. Son las 8:01.

-Hoy ha sido un día quieto. Los más movidos suelen ser los lunes, miércoles, viernes –-explica la Jefe Ana-.

-Y hoy es jueves… -digo-.

-Espérate, ahorita, en la madrugada llegan a parir todas.

Pasamos por tres consultorios, por Quirúrgicas (donde están las pacientes luego de cesáreas), Patología del Embarazo, Infectología, Puerperio (atiende a las que acaban de parir con sus bebés), Banco de Leche Materna, Unidad de Cuidados Intensivos Neonatal. Hay 25 pequeños y un silencio perturbado cada cierto tiempo por los pitidos de los monitores de signos vitales. Entre tanto blanco y azul, sobresale un bebé con su gorrito tejido en lila y rosa. Solo quedan seis camitas vacías.

Cruzando un pasillo, volvemos al mundo de los “grandes”: la Sala de Parto. Del otro lado de la pared se escucha a una mujer gritando, quejándose, llora. ¡Que vengan la mamá, el papá, Dios, la Virgen y todos los santos porque de verdad le duele la vida que está apunto de parir! Y apenas tiene 17 años. La futura madre no quiere saber nada de cámaras, ni periodistas –lo cual es perfectamente normal-, así que regresamos a la Sala de Urgencias. Sigue llena. Y alborotada. 8:27 p. m.

Ahí, en primera fila, está Sixta. Tiene 16 años, el cabello ensortijado y una barriga de cuarenta semanas. Su mamá, Raisa Marimón, cuenta que espera una nena.

-Se llamará Fary Ángel –dice Raisa-.

-¡Quién dijo! Mi hija no se va a llamar así. Es Rossy.

Mientras ríen de la pena, explican que su embarazo ha sido “cruel”… vomitaba hasta el agua. Llegaron a la Maternidad a la 1 p. m. porque Sixta ha completado las semanas y nada que pare. A veces le duele, pero no hay contracciones. Más tarde, en el consultorio, le dice a la doctora Yudis Oquendo: “doctora, vengo porque estoy azará, a veces me duele, pero no me han hecho tacto ni ná. No sé si paro normal o será cesárea. La niña sí se mueve, esta mañana no, pero ahora sí porque tengo un hambre”. En fin: a Sixta le queda una semana aún y puede parir solita. Pare el miércoles que viene.

***
Las madres desesperadas lo saben: lo que está en juego aquí es la vida. La Maternidad Rafael Calvo también está en trabajo de parto y puja para sobrevivir: las Eps le deben 48 mil millones de pesos. La mamá de las mamás está a unos centímetros de la iliquidez. Volvamos al pasillo…

Veo a una morena alta y robusta. Camina con su barrigota de aquí para allá, de allá para acá. Se ve serena y me dice que este es su primer parto y que la mandaron a caminar para dilatar más rápido y acelerar el parto. Usa una bata rosada. Le duele, pero el dolor la deja sonreír… por ahora.

La chica de rosado se ha ido. Ahora está en una camilla, detrás de una cortina azul. Nada más escucho sus gritos. También llama a su madre. Oigo decir que tiene una dilatación de 7 con 90… para parir hay que dilatar 10 centímetros, casi siempre. Dilatar un centímetro puede tomar hasta una hora, las primerizas son más lentas que las mamás multiparto, pero la chica de rosa tiene buen ritmo.

Pasan las 9, las 10 y llegan las 11 de la noche. Y de pronto me veo caminando de allá para acá por el pasillo. Los médicos hablan de un fantasma –o algo así- que le salió no sé a quién en la clínica... Calma.

Nayib, el reportero gráfico que me acompaña, ha traído comida. Tras unos cuantos mordiscos, aparece de nuevo la Jefe Ana: “corran, la chica va a parir”, dice. Corremos. Nos ponemos los antifluidos. Entramos a la Sala de Parto 1. La chica de rosado se llama Luz Deris e increíblemente tiene 17 años.

El médico le pide que respire. Ella aprieta los dientes. Grita. Se asoma la cabeza del bebé…

-¡Vamos, vamos, vamos!

Ella grita. El bebé sale, llora. Se llama Doiner y pesa 3.580 gramos. El milagro ha nacido y Luz Deris aún tiene fuerzas para sonreír.

***

EL DATO: La deuda, la crisis

Comfamiliar es la Eps que más debe a la Maternidad: 10.472 millones de pesos. Siguen Comfacor, con 2.150 millones; Coomeva, 1.856 millones; Emdisalud, 1.600 millones; Solsalud y Barrios Unidos de Quibdó (Ambuq), 1.200 millones cada una; y Comparta, 1.144 millones. En tiempos de crisis, la Rafael Calvo sobrevive con el dinero que le aporta el Gobierno, pero si la deuda crece más, sobrevendrá la iliquidez.

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