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"Me quiero largar de esta casa": ¿Qué hacer cuando los adolescentes se fugan?

JULIE PARRA BENÍTEZ

07 de octubre de 2018 12:00 AM

¿Alguna vez, siendo adolescente, pensaste en huir de tu casa? ¿Se te pasó por la mente empacar todas tus cosas e irte? ¿Qué situación grave pudo ocurrir para que contemplaras esa idea? En definitiva: ¿Te fugaste? Si lo hiciste o pensaste hacerlo sabrás bien de lo que hablaré. Laura Valeria Melo y Laura Sofía González, ambas de 16 años, de Cundinamarca, fueron reportadas como desaparecidas desde el domingo 23 de septiembre. Las encontraron en Guatapé (Antioquia) el miércoles 26 del mismo mes. El caso, al tratarse de menores de edad, tuvo mucho eco en los medios de comunicación y fue debatido en las redes sociales, sobre todo cuando las autoridades confirmaron que se habían ido de “paseo”. El padre de una de ellas insiste en que se trató de uno de esos retos irracionales, unos más peligrosos que otros, que se difunden entre menores en las redes sociales. Sin embargo, también hay quienes, a simple vista, califican el hecho como una travesura impúber.

En Cartagena ocurrió algo similar hace siete años. En noviembre de 2011, una menor desapareció por unos 15 días y la ciudad entera se movilizó en un gesto de solidaridad. Hubo marchas, plantones, lágrimas y un drama que por varios días acaparó la atención de la prensa. Luego de aparecer sana y salva, las autoridades sugirieron que se habría ido por voluntad propia y el caso fue cuestionado en los medios y redes sociales. Nunca se supo a ciencia cierta lo que realmente pasó.

En Australia, en abril de este año -según reportó el diario El País, de España- un pequeño de 12 años viajó hasta Bali, en Indonesia, tras enojarse con su madre. Compró tiquetes y pagó hospedaje con la tarjeta de crédito de su mamá, sin que ella se percatara. Todo se le hizo más fácil al poder viajar con su pasaporte sin la compañía de un adulto. En el hotel, dijo que su hermana mayor llegaría más tarde.

Pero, ¿se trataría esto de una ‘simple travesura’ de adolescentes? Los casos van más allá. Si bien los expertos señalan que en la adolescencia se generan crisis y un “remezón” en la estructura de la personalidad, al ser un periodo de transición entre la niñez y la edad adulta, aclaran que es importante el papel de la familia en este proceso.

La psicóloga Elsy Domínguez De La Ossa, Magíster en Psicología Clínica y de la Familia y doctora en Ciencias Sociales, Niñez y Juventud, aclara que la adolescencia “no puede analizarse como la mera etapa de un individuo, sino que tiene que ser analizada como un sujeto en relación con sus contextos… desde su existencia propia, desde unas vivencias muy particulares que están en relación con su historia de vida, la niñez experimentada y su relación con la escuela y con la familia, como los principales escenarios de socialización que señalarán como serán sus comportamientos en la adolescencia y la adultez”.

La psicóloga, docente de la Universidad Tecnológica de Bolívar, explica que ese momento de transición es también un periodo de búsquedas, de incertidumbres y de mayor interacción con sus pares al compartir intereses, necesidades y aspiraciones. “Los padres pasan a un segundo plano y por lo tanto la actitud de los progenitores frente a este adolescente en desarrollo, es crucial para la prevención de riesgos y amenazas que pueden surgir en las interacciones con los entornos reales o virtuales, cargados de violencia en sus distintas manifestaciones. Los adolescentes son más susceptibles a imitar las conductas de sus pares y más vulnerables si no cuentan con ambientes protectores en su familia”.

Una transición
Por su parte, Denis Rodao Stand, psicóloga clínica y directora de la escuela de Psicología de la Universidad del Sinú, cita a la psicoanalista Arminda Aberastury, que plantea que existe un “síndrome normal de la adolescencia” originado por unas “pérdidas” que tienen los niños cuando pasan de la etapa de la niñez a la adolescencia: el cambio físico, la pérdida de su identidad y su rol como niño, que lo llevan adecuar su imagen y a establecer una nueva forma de relacionarse con otras personas y con sus padres.

“Las familias deben ser un continente fuerte para poder recibir y contener todas esas acciones y respuestas que tienen los chicos a esa edad. Cuando ellos no encuentran algunas cosas en casa tienen que buscar compañeros con los que sí encuentran esa aceptación y no se sienten cuestionados. Entonces allí empieza a generarse otra serie de crisis: la religiosa, la crisis de la desubicación temporal... todas esas son crisis que viven los muchachos como un intento de establecer un ajuste para lo que será su etapa adulta”, indica Rodao Stand.

Por esta etapa pasamos todos, pero, según Rodao, en muchos casos se hace más aguda porque los padres no ponen límites, porque están ausentes o porque no crean espacios para distraer a los hijos y prepararlos emocional y socialmente para la vida futura. “Muchas de las reacciones que tienen algunos padres terminan en que los hijos miren cómo resuelven su vida recreativa. Y la tablet y el celular son el recurso que tienen más a la mano para desembarazarse del compromiso que implica un acompañamiento o acercamiento afectivo, y vigilar los problemas del adolescente. Ya no se comparten juegos de mesa, como jugar ludo, por ejemplo, ahora todos están en la habitación con sus celulares. Hay un distanciamiento emocional y afectivo que trae consecuencias”.

El “escape”
¿Por qué huyen? Los especialistas de la salud mental coinciden en que la huida es una forma que encuentra el adolescente para resolver sus propias situaciones y alejarse de los problemas cuando no se siente comprendido, y que es importante identificar los factores que lo llevan a escapar, como la falta de escucha y falta de contención de los padres, pero también el maltrato físico, emocional, psicológico. “En algunos casos más complejos hay abuso sexual de las mismas personas cercanas a la familia… Cuando un niño escapa, hay que identificar qué está sucediendo con la dinámica familiar”, agrega Rodao. Y advierte que la reprensión y la solución no se da con “vara”, como se entiende literalmente, sino con instrucción y enseñanza.

“Los padres deben ser los responsables de crear climas de confianza y empatía, de manera respetuosa pueden saber lo que hacen sus hijos. Tanto la madre como el padre son los líderes de la familia, capaces de balancear las dosis de amor y control para crear un escudo contra las influencias adversas de los amigos y de los contextos sociales y comunitarios, donde los chicos y chicas van consolidando su identidad y su plan de vida. No se trata de espiarlos a escondidas, se trata de establecer reglas claras acerca de sus deberes, responsabilidades y derechos”, apunta Domínguez De La Ossa. 

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