Facetas


Memoria de lingotes ardientes

GUSTAVO TATIS GUERRA

12 de marzo de 2017 06:50 AM

La vieja casa colonial de la Calle San Juan de Dios, en donde se inició El Universal, en aquel 8 de marzo de 1948, guarda los recuerdos de más de medio siglo de historia de los sesenta y nueve años que acaba de cumplir el periódico cartagenero. El fundador del periódico Domingo López Escauriaza,  hermano del célebre poeta Luis “El Tuerto” López, fue desde muy joven un soñador y visionario del periodismo.  El periódico se hizo hasta los años ochenta en el viejo sistema de impresión en plomo derretido. Después, en el sistema de impresión en frío, en offset.  Alcancé a ver a los linotipistas buscando la letra de cada palabra en un tablero frente a él en una barra de plomo caliente. 

Hace dos años tuve el privilegio de conocer al más antiguo y sobreviviente de los linotipistas que vive para contarlo: Guillermo “El Mago” Dávila, de 87 años, quien volvió a contarme sus hazañas de ilusionista dentro del periódico, y desaparecía en un parpadeo una página entera ante la perplejidad de Clemente Manuel Zabala. Aquello parecía una verdadera tragedia. Que se borrara una  página por arte de magia en la hora de cierre, cuando ya era imposible armarla letra por letra. La travesura la protagonizaba El Mago Dávila, quien aún es miembro de la Asociación Colombiana de Magos, y siendo niño conoció al Mago Richardine, que embrujó la mirada del niño García Márquez en Aracataca.  En el segundo piso de la casa en la oficina del director López Escauriaza, dormía sobre rollos de noticias internacionales, en un lecho de letras, el futuro Premio Nobel de Literatura García Márquez, que no ganaba aún para pagar una habitación en la ciudad.  Una mañana de los ochenta, Julio el recepcionista, me llamó a la redacción para decirme que me buscaba un señor de apellido Gómez Jattin, recién escapado de un manicomio de Bogotá, con la bata blanca del médico. Lo atendí y él me mostró su primer libro de poemas publicado en 1980. Le dediqué tres páginas del naciente suplemento Dominical que compartía sus dieciséis páginas con Vanguardia Liberal. La conversación con el poeta fue lúcida y serena, y él se despidió con la esperanza de ver sus poemas el domingo.

El despliegue me generó un dolor de cabeza. El poeta cayó en una crisis de locura ese fin de semana, y el lunes estaba a primera hora preguntando por mí y exigiéndome que le pagara treinta mil pesos. Diez mil pesos por cada página. Le dije al poeta por teléfono que yo no había hecho ningún trato comercial. Y que ignoraba tal situación, ajena al periodismo. Entendí que el poeta estaba desvariando. Intentó agredir al pobre Julio y  denunciarme ante el gerente Gerardo Araújo. Antes de llegar al periódico, llamaba y le preguntaba a Julio: ¿A vuelto el poeta? Y él me susurraba: “Aquí está parado en la recepción”. Llegaba al periódico después que se cansaba de esperarme. Una noche de hambre ocurrió lo inesperado: Edgardo Olier, al que mis compañeros apodaban “Hambre vieja”, me dijo que lo acompañara compartir un patacón con jugo en el Muelle de los Pegasos.  Nuestros recursos alcanzaban para un par de jugos y dos patacones. Pero no habíamos hecho el pedido, cuando unas manazas me cogieron por el cuello: “Así te quería coger”, dijo la voz intimidante. Era Gómez Jattin, quien se comió toda la tártara de fritos y huevos, y dos vasos de milo con hielo picado. Y nos dejó sin nuestro patacón. Y con una deuda de más de treinta mil pesos en el Muelle de los Pegasos. Poco antes de morir, el genial poeta me pidió disculpas en plena lucidez, muerto de la risa. Aquellos poemas son ya parte de la historia de este país. Y Raúl, muerto hace veinte años, uno de los mejores poetas de Colombia.


Los linotipistas

El Universal se editó en una impresora Duplex-Goss, plana,  comprada por Eduardo Ferrer, asesorado por Juan Zuleta Ferrer de El Colombiano, en Medellín. Los primeros linotipistas fueron: Germán y Dámaso Rodríguez,  Ricardo Burgos, Jaime Franco, el armador  José Alcázar y el prensista Octavio Ríos. De aquellos años iniciales, solo queda un viejo linotipo que es una pieza de museo. El Mago Dávila se impresionó al verla,y evocó su amistad con Domingo López Escauriza y Gabriel García Márquez. Eran los años en que se leía el periódico y una huella de la tinta quedaba aún en la yema de los dedos.

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