Facetas


Mildred Figueroa: "El arte transmite el mundo a través de algo surreal"

ANDRÉS PINZÓN SINUCO

03 de enero de 2016 12:00 AM

Justo al borde del ocaso cartagenero. Bronce que se perfila al final de la tarde.
Me he encontrado con Mildred Figueroa Pastrana.
Hace treinta y cinco años esta incansable mujer, nacida en Ciénaga de Oro, Córdoba, se ha dedicado al noble oficio de gestionar el arte, es decir, ha ofrecido las condiciones para que otros puedan desarrollar su vocación. Vocaciones que en la mayoría de los casos van por dentro, no son imposturas artísticas.
Nos hemos sentado a conversar.
Con la experiencia de toda una vida me dice que en Cartagena se le ha dado prioridad siempre al folclor—a lo folclórico, en el mejor de los sentidos—. Hay buenos proyectos en marcha, no lo duda. No obstante, me cuenta, que es necesario formular políticas claras que le apuesten a la cultura, y que en ello los mandatarios entrantes de la Alcaldía y el Departamento son claves.
—Los artistas de Cartagena tienen que ser reivindicados. Lo que hacen los teatreros, los artistas plásticos, todos—comenta Mildred, plena referencia a algunos procesos culturales que no han tenido mucho protagonismo, o que han sido invisibilizados—.
—¿Y qué es el arte?—le he preguntado.
—Para mí es la expresión más completa e integral de un ser. La manera de transmitir el mundo a través de algo surreal. No sólo es la belleza.
Entre muchos cargos públicos—Bienestar familiar, Bellas Artes—, casi todos, Mildred fue jefe de protocolo cultural en los Juegos Centroamericanos y del Caribe (’06), y también la responsable durante muchos años del programa de las Fiestas de la Independencia, en las sucesivas administraciones distritales.

***
Ha pasado muchísimo tiempo desde que Mildred decidió coordinar el último cumpleaños que se le celebró al insigne poeta Raúl Gómez Jattin. La encargada de las invitaciones, los contactos, la disposición y gestión de cada detalle del evento fue esta pedagoga y gestora cultural. Hoy, cuando recuerda a su amigo Raúl, lo revela como un hombre excéntrico, dueño de “la complicidad creativa”, profundamente emocional. Vivía en el límite de los sentimientos, por tanto podía pasar de un instante de alegría a uno de odio encarnizado. Y quién entiende a los genios y su temperamento.
—La fiesta la hicimos en San Diego. Raúl me pidió que invitara a algunas personas muy específicas, decía que lo que quería era que le regalasen dinero—sonríe—. Le hicimos una piñata y la llenamos con todo tipo de cosas, conservo ese momento en la mente.
Cree que ha hecho arte desde la gestión cultural. Dice que aquella sensibilidad ha enriquecido su vida profesional. También que la cultura —entendida como ese conjunto de conocimientos que permite desarrollar un juicio crítico—está en crisis. Puede que sí. Basta leer cualquier página de sucesos de Cartagena para comprobarlo.
Qué lejos están también las tardes de juegos de su niñez. Me cuenta que en Ciénaga de Oro, de donde llegó a la ciudad cuando tenía 16 años, había que buscar cómo divertirse, y dada su vocación artística y por ser la hermana mayor, siempre estaba inventándose obras de teatro, circos, comedias, novelas. Lo que hiciera falta. Sus seis hermanos, cuatro de ellos hombres, eran los actores.
Eran otros tiempos, claro, libres de la invasión tecnológica.
—La televisión llegó ya cuando yo tenía unos catorce años. Y creo que eso también fue una fortuna porque todo pendía de la imaginación. Vengo de una familia de músicos, mi mamá siempre quería que cantásemos. Nos dábamos cuenta de que podíamos mostrar nuestros talentos. Todos mis hermanos cantaban. Era algo muy natural.

***
Se refiere a las Fiestas de la Independencia como una experiencia maravillosa y determinante en su vida.
—Para mí ha sido una escuela maravillosa. Trabajé de la mano con todos, desde los actores festivos, pasando por los productores, hasta la gente que vende fritos y botellas de agua. Ahí está la riqueza, en la interacción con las personas—comenta la también artista plástica.
Una de las muchas ideas que se quedó en el tintero era la de hacer un salón de arte festivo, con obras relativas a la Independencia. 
—Las fiestas de la ciudad me las he disfrutado. Siempre le pedía al equipo de trabajo que nos disfrazáramos porque esa era otra manera de participar, de que nos saliéramos del rol cotidiano.
—Y hablando de gestores culturales, ¿qué condiciones debe tener uno bueno?—le he dicho.
—Primero la vocación, el conocimiento, saber quiénes están haciendo arte y en qué momento están. Y saber hacer curaduría, ese es un proceso esencial.
—¿Y qué proyecto te hace falta por hacer?
—Pienso que Cartagena debería tener rutas especializadas de cultura. Por ejemplo, la ruta del picó. Mostrar a nuestros artistas, apoyar esa cultura popular e incentivar con ello el turismo. También la ruta de los artesanos de Cartagena. Y también hay que continuar la estrategia de revitalización de las fiestas novembrinas.

***
El quehacer cultural hace parte de la educación de una persona y de su identidad. Mildred Figueroa lo sabe.
—¿Podemos decir que existe la identidad cartagenera?
—Sí. Hay identidad. La tenemos. Lo que nos falta es mayor apropiación.
—¿De qué te sientes orgullosa?
—De mis hijos y mi esposo. Mi familia. He podido trabajar por los demás con mucha satisfacción.
—¿Qué has aprendido de la soledad?
—Disfruto de la soledad como tú no tienes idea. No le tengo miedo. La aprovecho para ordenar mis cosas y mis ideas. Leo bastante, veo televisión y me lleno de argumentos de investigación.
—Me han dicho que eres cinéfila, ¿cuál es tu película favorita?
—Me encanta el cine. Tanto el libro como la película Los Miserables me parece que muestra lo cruel que puede llegar a ser la vida. Entre todas las películas, me ha cautivado.
—¿Y cuál es la mejor manera de afrontar los obstáculos?
—Teniendo una actitud positiva y tenacidad. No amilanarse al primer fracaso o intento fallido. La vida está llena de problemas.
Mildred, abuela de cuatro nietos, utiliza frases cortas. Lo hace sencillamente. Y me parece que ello tiene mucho que ver con la idea de que la alegría está en cada pequeño acto. Así me lo dijo.
Me ha asombrado ver la enorme importancia que le da a la amistad. Me dice que no le gusta sentirse sin amigos. “Solamente hay que aceptarlos con sus defectos, como todos los tenemos”.
—¿Qué has aprendido de tus nietos?
—El amor. Los niños siempre enseñan. La espontaneidad.
Convencida de que los proyectos culturales deben tener continuidad, garantías, Mildred Figueroa estima que este nuevo año será para fortalecer los bellos oficios de recrear la vida desde la esfera más noble: el arte.

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