Facetas


Nayron, el lanchero que vive para servir

LAURA ANAYA GARRIDO

07 de enero de 2018 12:00 AM

Que Nayron haya nacido tan cerquita del mar no es un simple azar. Fue en la isla de Bocachica y ese viernes, el 18 de enero de 1980, cuando una partera ayudó a la señora Mayda a tener a su primer muchachito, comenzó a escribirse la historia de un hombre que no sabe vivir sin el vaivén de las olas. No concibe andar por el mundo sin la sal del Caribe.

Es piloto de lanchas o lanchero, como se diga, lo que realmente importa es que él había querido serlo desde siempre. Habrá quienes vean ese oficio así, como un simple oficio, pero para Nayron es mucho más: es una labor que lo hace feliz. Eso que le apasiona, que le da el poder -que él siente como un súper poder- de recorrer el mar y al mismo tiempo de servirle a la gente. Porque los que conocen a Nayron lo saben: su verdadera pasión, más allá del mar y del timón, es servir, es ser la “persona más atenta del mundo”. Yo creo que es así, porque durante la entrevista no hace sino ofrecer agua, preguntar dónde me quiero sentar, que si estoy cómoda, ¿Necesita algo más? ¿Dónde me pongo para que la foto le quede bien? En fin… no puede sino decir que él está ahí para ayudar. No, no... no lo está haciendo porque le toque, nada de eso. Lo hace porque le gusta, y yo lo comprobé con cada una de sus respuestas, porque siempre al final me decía lo mismo:

-Lo que pasa, señorita, es que yo amo esto. Me gusta el mar, me gustan los yates y mi trabajo, yo soy feliz es de piloto, manejando y atendiendo a la gente.

Y a mí me parece que él lleva un poquito de ese mar en su sangre, y que por eso es que lo ama tanto. “¿Que cómo empecé en este oficio? Bueno, le cuento que mi papá se llama Diego y que todo el tiempo ha sido marino, pero yo, en realidad, empecé en esto con mi tío Fernando. Verá, recuerdo que yo era un pelaíto, estaba estudiando en el colegio, y siempre, después de clases, me venía a esta marina, que era donde trabajaba mi tío. Siempre me han llamado la atención los yates, por eso quería aprender todo de ellos y por eso es que yo estoy aquí. Aprendí viendo, viendo y viendo… Y preguntando cada cosita, después, cuando crecí, completé mis conocimientos con unos cursos en el SENA. Para resumirle, soy piloto de lanchas desde hace 18 años”.

Acabo de preguntarle a Nayron por alguna anécdota o experiencia peculiar que le haya pasado en el mar, en el oficio, y él parece asociar la palabra “anécdota” a algo malo, a un susto… Y resulta que recuerda muy pocos. “La verdad, todavía no he tenido así, una mala experiencia en el mar -dice-. Yo solo me acuerdo es de una vez que fuimos a Santa Marta, era un 8 de febrero, salimos de Cartagena a las seis de la mañana y debíamos llegar a las once -de la mañana-, pero llegamos fue a las once de la noche, mucho mar pesado ese. Yo sabía que iba a ser difícil, porque había mucha ola, pero no contaba con que se me iban a apagar los motores, casi vamos a tierra, se apagaron los equipos de navegación de tanto caer agua, quedamos sin brújula y sin GPS, ahí, de a poquito llegamos, pero sí alcancé a pensar que hasta ahí llegaba. Yo decía: ¿a mí quién me mandó a meterme en esto”, cuenta y ahora ríe.

-¿Y a qué se aferra usted cuando ese tipo de cosas pasa?
-A la experiencia y a la intuición, identificas que allá está la luz de Coveñas, o Bocas de Cenizas, por decir algo, eso se llama navegación costera -responde-.

Hay un silencio corto, y enseguida Nayron se reincorpora y me dice:

-Y también a la Virgen del Carmen, la patrona de nosotros los navegantes. Siempre que paso cerca de la Virgen que está en la bahía, me persigno. Le pido a Dios que me vaya bien, que me lleve con bien y que me traiga. “Señor, guíame, acompáñame, llévame y tráeme”, dice uno siempre.

***
Nayron nació en Bocachica y allá mismo pasó su infancia, pero creció y ahora vive en el barrio Vista Hermosa -detrás de El Campestre- y ha construido otra pasión, su familia. Su esposa se llama Leivis Herrera y tiene dos hijos, Daniel y Nayron, de 14 y 9 años. La vida ha cambiado un poco, sí, ahora no vive tan cerca del mar y tiene un motivo más para ser feliz. “Lo más bonito que yo tengo son mis hijos y mi mamá, también mi esposa y mis hermanos, la familia es lo más importante”, dice.

Pero hay algo que permanece: un sueño.

¿Tiene algún sueño, un propósito para este año?
-Sueño con tener una lancha propia. Quiero asegurar el futuro de mis hijos y de mi familia, tener algo mío para cuando llegue a viejito. Como yo sé de esto, quiero hacer un crédito, comprar mi lancha y dedicarme de viejito a ella, así me entretendría y sería feliz. Feliz para siempre. 

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