Por Alejandra Bonilla
La jurista habla con firmeza sobre el maltrato que sufrió por cuenta de su exesposo, que empezó desde la luna de miel, allá en 1978, y que acabó en 2007, cuando decidió divorciarse y dejar de lado esa situación personal, que no concordaba con sus propias decisiones judiciales, reconocidas por su enfoque de género y lucha contra la discriminación.
Conto Díaz explica los detalles de una decisión que ordenó al Tribunal Superior de Bogotá emitir una nueva sentencia para que sea reparada por el maltrato, independientemente de sus ingresos. La magistrada dice que la justicia colombiana debe fallar con perspectiva de género e invita a las mujeres a dejar de ser sumisas y a empoderarse para salir adelante.
¿En qué consiste la decisión que la favorece?
-La Corte resolvió una tutela en contra del Juzgado 11 de Familia de Bogotá y la Sala Civil del Tribunal Superior de Bogotá, ordenando que se vuelva a dictar la sentencia de divorcio, de cesación de efectos civiles, porque el matrimonio es católico, para que tenga en cuenta el derecho que tengo a ser reparada.
El Tribunal me negó la indemnización alegando que no tenía derecho porque mis ingresos me permiten vivir y cumplir con las obligaciones alimentarias, y consideró que mi salario era suficiente. Pero yo no le estaba pidiendo que me solucionara un problema alimentario, que me dieran para el mercado o los servicios, el caso es que yo fui víctima de maltrato emocional y económico y tengo derecho a ser reparada.
¿Cuál es el error en el fallo del Tribunal?
-El Juzgado dice que el señor incumplió sus deberes económicos, pero me dice que no hay maltrato porque considera que es mutuo, sin pruebas de ninguna clase. Apelo, alegando que el maltrato emocional está probado y que me reconozca la indemnización.
El Tribunal me da la razón en el maltrato emocional, la sentencia es muy bonita, pero dice que no tengo derecho a ser indemnizada porque como magistrada tengo un buen salario. Esa reflexión no puede ser constitucional ni aceptable. Nosotros, en el Consejo de Estado, indemnizamos y no preguntamos si el victimario tiene con qué pagar y el victimario tiene que saber de dónde saca porque se le genera una obligación.
¿En qué consiste el maltrato emocional que usted sufrió?
-Podrían preguntarme si alguna vez me pegó y pues no. Pero el maltrato emocional puede ser más duro. Si a uno la maltratan físicamente es un momento y seguramente ahí se rompe el matrimonio, termina en la Fiscalía, y es rápido. Pero el maltrato emocional es permanente, es de todos los días, es desde que uno se levanta hasta que uno se acuesta, es el sábado y el domingo.
El maltrato es con lo que se come, cómo te vistes, las amigas que tienes, si estás trabajando o no, si apagas la luz o no, qué tipo de televisión ves, si se puede ir a cine o no, si puedes ir donde una amiga o no, si a la casa pueden ir a visitarte o no. Llega un momento en que se convierte en una esclavitud. A largo plazo el maltrato emocional es mucho más difícil de probar.
¿Se denuncia el maltrato emocional?
-Si seguimos convencidos de que la violencia de género no puede ser denunciada y publicitada porque se afecta el derecho a la intimidad, jamás vamos a poder combatirla. Seguiremos con las mujeres que en las cuatro paredes de su hogar tienen que soportar de todo, porque no pueden defenderse.
Las mujeres tenemos que mitigar el daño, la mujer maltratada tiene que empoderarse, tiene que buscar ayuda, tiene que salir. Y estos casos tienen que llegar a las altas Cortes. La Corte Suprema no había tenido la oportunidad de resolver un caso así.
¿Por qué?
-Porque como el maltrato emocional es tan duro y el maltrato físico es tan peligroso, las mujeres concilian. Es más, los jueces de Familia y los magistrados de los Tribunales presionan a las mujeres para que concilien, sin tener en cuenta las condiciones de la conciliación. Yo lo digo porque litigué en (Derecho de) Familia 20 años y les decía a mis ‘pacientes’ que no lo hicieran y el juez los convencía. A mí me trataron de convencer muchas veces y sabía que no iba a conciliar, que quería una sentencia de maltrato. Son muy pocas las sentencias que hay, no llegan a esos niveles, por el solo divorcio.
¿A qué cree usted que se debe que el Tribunal no haya tenido en cuenta un enfoque de género y que haya rechazado la reparación por su condición socioeconómica?
-Lo que pasa es que el Código Civil dice que el cónyuge culpable está obligado a alimentos y que los alimentos se dan a quien los necesite, y esa interpretación textual, exegética de la norma, le lleva a esa interpretación.
Esa interpretación podría ser así hace unos años, pero no frente a la realidad, especialmente frente a la comunidad internacional y frente a las normas constitucionales, en donde se ve la discriminación de género. Es que antes el maltrato a la mujer se consideraba normal, hoy sigue existiendo y se sigue considerando normal, pero ya hay voces, al menos institucional y normativamente, que señalan que no es correcto.
¿Por eso es importante la decisión?
-Sí, porque la Sala Civil de la Corte Suprema de Justicia, que es la que orienta a los jueces de Familia, tiene que aplicar las normas internacionales. La Sala llama la atención por una norma del Código General del Proceso, que dice que en conflictos de familia, los jueces deben fallar para solucionar los conflictos humanos.
Los jueces no estamos para dictar sentencias para guardar en los cajones, sino para solucionar los conflictos humanos, hasta donde podamos. Esa es la labor del juez. Entonces, es muy importante el mensaje que envía la Sala Civil de la Corte Suprema de Justicia.
¿Cómo fue el proceso del litigio? En su rol de magistrada, ¿se sintió presionada o que la iban a favorecer?*
-Creo que en el fondo se podría pensar eso. Yo nunca lo pedí, nunca lo intenté, escasamente fui al juzgado. Contraté a un abogado profesional y respetuoso. Pero es posible que inconscientemente los jueces hayan pensado que, por ser mi caso, debían tener cuidado para que no se creyera que me estaban favoreciendo. A veces, cuando se tienen esas prevenciones, se cometen injusticias.
En mi caso, querían insistirme en la necesidad de conciliar por ser magistrada y les parecía extrañísimo que yo no conciliara y afectara el derecho a la intimidad de mi familia. Yo respondí a los jueces que la intimidad de las familias no la violan las víctimas, sino los victimarios. Las víctimas tenemos que salir a denunciar y exigir reparación y castigo. No nos tenemos que quedar calladas.
¿Cómo han sido estos días?
-Iguales. Tuve un compromiso con la Comisión de Género y la Alcaldía para presentar las sentencias del Consejo de Estado sobre violencia de género y discriminación. Luego tuve Sala. La diferencia es que no frecuento medios y hablé con todos. Yo no sabía que la sentencia había salido, me enteré por los medios.
Me desconcertó un poco tener que hablar de lo mío, no lo tenía pensado. Pero, una de dos, o hablo de lo mío y lo presento como es, o corro el riesgo de que se presente como no es. Ahora, desde el punto de vista personal, no necesito la sentencia, así que si no se conoce todo este sacrificio de estos años y esta espera no va a tener ningún resultado.
¿Cuál es el mensaje a la mujer que está sufriendo esta misma situación y no se atreve a denunciar?
-Le diría a esa mujer que lo más importante es su dignidad y su tranquilidad. Nos han enseñado que las mujeres tenemos que tener un hombre, una persona que nos mantenga e, incluso, muchas mujeres han dejado de trabajar presionadas por sus parejas. El mensaje es que sepan que pueden salir de ahí.
Ese mensaje de que las mujeres deben soportar el maltrato para que el matrimonio siga adelante, que tienen que sacrificar su vida y su dignidad, es errado. Con eso no se consigue nada. El maltrato se incrementa. Un hombre que maltrata va a seguir maltratando y va a llegar a límites insospechados.
La mujer no tiene por qué ser sumisa, no es cierto que las mujeres nacimos para obedecer, ser buenas y obedientes. Eso no es así, eso es un mensaje equivocado de una sociedad machista, de cuna y cultura machista, construida en beneficios de los hombres.
Lo segundo es que busque ayuda. Salir de estos problemas no necesariamente es fácil. Hay ayuda en diferentes centros para que la mujer se empodere y no tenga que empezar un proceso judicial que puede ser complejo y difícil sin tener el conocimiento y la fortaleza espiritual. Pero hay consultorios jurídicos de las universidades, las parroquias también ayudan. Existen posibilidades, se necesita es voluntad.
¿Quién es Stella Conto?
-Una mujer común y corriente. Soy particularmente sensible a la situación de género por alguna razón que no necesariamente tiene que ver conmigo. Todos venimos a este mundo a una misión y yo creo que eso tiene que ver con la mía. Desde niña yo decía que iba a estudiar una cosa para defender a las mujeres.
Son estrellas con las que uno nace. Soy abogada, como una abogada común y corriente. Llegué a ser magistrada, como puede llegar a ser cualquiera, y mis decisiones lo que han hecho es cumplir con mi deber. Administrar justicia con perspectiva de género es una obligación. Indemnizar a una mujer no tiene por qué ser noticia. Lo es porque no las indemnizan, porque no denuncian, porque los jueces no condenan. Esto tiene que ser común y corriente.
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