Facetas


‘Paíto’ y las vidas que le arrebató al mar

Cuando despertó, un pescador presionaba forzosamente el pecho de Gustavo. Una y otra vez. En la orilla del mar, en La Boquilla, un tumulto de curiosos vociferaba sobre quién era ese muchacho. Ese joven de cabellos largos y lacios que ‘Paíto’ rescató de las garras de la muerte, de las feroces fauces de un mar alebrestado que quiso succionar su existencia. Tragárselo.

Aquella casi fatídica madrugada, Gustavo llegó a la playa con un amigo. Todavía la luna alumbraba cuando decidieron terminar la farra en un baño de mar. El plan era amanecer y comer pescado. Los tragos de la noche aún recorrían sus venas y anestesiaban su capacidad de medir el peligro, tenía apenas 20 años y un cerebro nublado por licor.

Gustavo quiso bañarse. Comenzó a flotar y suavemente la corriente lo alejó. “Cuando me di cuenta, me desesperé y quise volver pero el cuerpo no me dio. Casi me voy”, recuerda. ‘Paíto’, a lo lejos, ya había visto toda la escena, había observado al joven Gustavo meterse en el mar. También había pronunciado casi con voz profética lo que sucedería: “A ese muchacho se lo va a llevar la corriente. Se va a ahogar”.

Entonces enfocó su mirada en aquel horizonte cobalto, sobre el cuerpo de ese joven rebelde tendido en la inmensidad oceánica. Al cabo de segundos, ‘Paíto’ no pudo ver más que unas manos luchar afanosas contra un monstruoso océano. Se hundía. Gustavo se ahogaba. “Enfilé el bote hacia allá, tratando de alcanzarlo. Cuando estuve cerca, esperé un poco a que dejara de moverse tanto y lo prendí (agarré) por el suéter. Me incliné y lo embarqué.

Lo acosté boca arriba sobre unos maderos que traía en el bote y comencé a sobarle el pecho, le golpeaba los pulmones. Fue reaccionando y me le pegué en la boca, a chuparle, se le vino un vómito de sancocho de pescado y ron. Esas fueron vainas de borrachera, de muchacho nuevo”, narra con tono regañón.
-¡Ay, Dios mío, sálvame! -exclamaba Gustavo.
- Yo te estoy salvando -respondía ‘Paíto’.
- ¿Qué me pasó?
-Te estabas ahogando.
Aunque ha vuelto a la playa, Gustavo nunca más se sumergió en el mar, o no por lo menos con aquella confianza desmedida que tuvo la madrugada en que ‘Paíto’ lo ‘resucitó’.
-¿Gustavo ha sido el único que usted rescató?
-No, uff mi hermanito, ya con esta edad ni me acuerdo cuántos. Pero he sacado a varios del mar.

***
‘Paíto’ se llama Francisco Pineda Ortega, nació y se crió en las calles del corregimiento de La Boquilla. “Antes esto tenía entrada pero no salida, por eso le engancharon La Boquilla. No había carreteras, pura agua, y yo andaba en canoas. Fui pescador toda la vida pero me retiré hace unos dos años, porque me dio una parálisis facial. Ahora tengo 85 años”, explica. “Sí, soy de aquí, pero si tu preguntas por Francisco Pineda nadie te da razón de mi. Todo el mundo me conoce como ‘Paíto’”, añade.

Es un señor humilde, de ojos pequeños, achinados y una voz sumamente cálida. Lleva puesta una camiseta morada y varias cadenas plateadas y doradas. Ahora, sentados en el patio de su casa, una vivienda más bien de pocos lujos del corregimiento, nos cuenta algunas desventuras que le ha traído el mar. Nos cuenta otra de esas veces en las que, dice, se enfrentó al océano, para salvar vidas. “Un día vino una pareja de cartageneros, les dije: ‘no se tiren ahí, que ustedes no saben lo que es la corriente por las lluvias del mes de octubre, eso es peligroso, esa corriente es traicionera’. Pero uno cuando está enamorado todo lo ve fácil, el muchacho llevaba a la hembrita al lado, no hizo caso”, sostiene.

-Nombe, qué va, yo soy muy cartagenero, no se preocupe viejo -dijo.
-Bueno, tírate, yo estoy enganchado en mi botecito, en un rato te voy a coger.

“Preciso. No había pasado ni una hora cuando el tipo comenzó a ahogarse y gritaba: ‘salven a mi novia’, pero ya la novia estaba más afuera, de los nervios salió corriendo y lo dejó en el agua. A mí me dio fue rabia, llegué en el bote cerquita, y de la misma rabia le di un palancazo por la espalda (risas). Le dije: ‘ustedes no hacen caso, la juventud engaña, por estarle haciendo presencia a la muchacha se iban a ahogarlos los dos’. Lo cargué y lo monté en el bote”, narra ‘Paíto’.

Recuerda también que frente al Restaurante Costa Azul, en el mismo corregimiento cartagenero, sacó a otro joven, pero en esta vez la muerte sí ganó la batalla. “Ese no se ahogó, como que le dio el infarto. Cuando lo vi, le lancé el salvavidas, pero no alcanzaba a cogerlo. Hasta que me le encimé y lo cogí. Acababa de comer y se tiró al agua, murió después en el puesto de salud. También saqué del agua y murió en tierra a un señor que se llamaba Roberto, dueño de una fábrica de hielo. Pero a ese lo mató fue estar enamorado de un pelaíta, una amiguita que trajo de San Andrés, cuando se fue a meter con ella en el mar le dio lo que fue y murió. He sacado a varios del agua, lo que pasa es que a uno se lo olvidan los nombres”, agrega.

‘Paíto’ ya está retirado de la vida marina, en la que enfrentó a la muerte varias veces, logrando salvar vidas como la de Gustavo o la de aquella pareja de jóvenes. Incluso, alguna vez, hace siete años, quedó atrapado en una tormenta y pudo convertirse en víctima del agua, pero su pericia le ayudó a salir airoso.

Le hubiera gustado salvar también la vida de su amada Agustina Blanquiceth. En su corazón tiene todavía abierta la herida por la muerte de su compañera. Ella falleció hace menos de un mes, por causas naturales. A sus 85 años es un hombre fuerte y vive rodeado de los muchos nietos que le han dados sus once hijos.

El peligro no está en el mar, ni en las olas, ni en las corrientes marinas. ‘Paito’ está seguro de que, en la mayoría de los casos, el peligro está en la osadía de algunos hombres que, expertos o inexpertos, se atreven a desafiarlo. “La gente no obedece cuando va a entrar al mar. Yo en mares que no conozca no puedo tirarme, pero la gente se tira sin saber y ahí es donde está el peligro”, concluye.

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