¿Quién pensaría que un hombre tan exitoso como Pirry se la pasó 10 años lamentándose de haber fracasado profesionalmente?
Estudió Zootecnia, una carrera un tanto acartonada para este apasionado de los deportes extremos y el peligro.
Sentía que la había embarrado. No estaba haciendo lo suyo y no quería ejercer una profesión que no le generaba pasión alguna.
Y es esa pasión lo que lo ha movido todos estos años en el programa que presenta y dirige, Especiales Pirry, donde una historia se convierte en la comidilla de todo un país.
Anda con dos escoltas, por si alguno de los que se han sentido aludidos con sus historias se les da por hacerle un atentado.
Es un cronista sin pelos en la lengua. Así como no tiene reparos para denunciar los hechos que le causan indignación, tampoco le da pena decir que a los 30 años de edad fue cuando descubrió su verdadera vocación.
Dialogamos en el Teatro Adolfo Mejía, durante una charla organizada por las fundaciones Tiempo de Juego y Colombianitos, que trabajan por la niñez y el desarrollo social de la ciudad, donde compartió escenario con el columnista Daniel Samper Ospina, otro controvertido líder de la opinión pública nacional.
Pirry es menos activo de lo que uno se podría imaginar. Sentí que no tenía ganas de entrevistas, pero es demasiado cortés. Tanto, que sacó una sonrisa de esas rebuscadas y nos sentamos a conversar.
Pese a sus 1.65 cms de estatura, impresiona a primera vista. No está tan loco como uno creería; y se ve algo trajinado, no sé si por tantas aventuras.
¿En qué momento tuvo conciencia de que iba a ser cronista?
Creo que al año y medio de estar en televisión. Hice una crónica para un programa que se llamaba La banda de los francotiradores, de unas niñas que tenían que pasar por un cable para ir a la escuela. Yo siempre hacía notas sobre deportes de riesgo, pero cuando realicé esa nota me di cuenta que eso me gustaba y que quería dedicármele de lleno.
¿Qué aventura le falta por hacer?
Muchas. Me gustaría ir a Papúa (Nueva Guinea), que es uno de los últimos territorios desconocidos y que no han sido alterados por el hombre.
¿A qué personaje le gustaría entrevistar?
Pues mira, yo no soy un entrevistador. Soy más bien un cronista. Pero si pudiera, me gustaría entrevistar a Obama, por ser el primer presidente afrodescendiente de un país tan racista como es Estados Unidos.
¿A qué le tiene miedo Pirry?
A los hombres, a los seres humanos.
Se le veía afectado cuando habló con Garavito. ¿Qué tan complejo fue para usted entrevistar a un asesino de niños?
Bueno, eres la primera periodista que me dice que me vio enojado. La idea de entrevistar a un personaje como ese es parecer neutral todo el tiempo, para que empiece a soltar su carreta.
Para realizar la entrevista tuvimos que hacer una preparación con personal del FBI, pues antes de entrevistarlo ya había tenido que hacer todo el recorrido que el tipo hizo por el país, conociendo los familiares de las victimas, viendo fotos de los levantamientos, de modo que la rabia y el asco ya la había sentido, porque que en ese momento la idea era dejar todo eso de lado para que el tipo se sintiera confiado.
¿Cómo es el temperamento de sus padres, y qué tanto ha influido en usted?
Bueno, mi papá y mi mamá son dos personas de Boyacá, se casaron muy jóvenes, a escondidas, les tocó luchar muy duro al principio. De hecho, no pudieron terminar sus carreras universitarias porque llegué yo, que soy el mayor de la familia. Siempre nos inculcaron unos valores de honradez, humildad y de echar pa' lante.
Hay muchos jóvenes que lo siguen. ¿Qué piensa de eso?
Me parece fantástico, porque la gente joven -a diferencia de la gente adulta- no ha perdido el idealismo; y tú a la gente (no es que yo sea quien, pero quizá por la experiencia) puedes cambiarle cosas, y eso es chévere. En parte, yo soy lo que soy porque cuando era joven, leí o escuché a personajes que me inspiraron o me motivaron. Me dijeron que no hay que rendirse, porque estudié una carrera que no es la mía. No tenía posibilidades al principio y vine a encontrar mi carrera a los 30 años; o sea, fueron 10 años, entre los 20 y los 30, en que le apostaba a ser lo que temía ser, pero me parecía que no, que mi camino no tenía salida.
Muchas veces me pregunté si me había equivocado. Pero la constancia y la pasión me la sembraron otras personas en un debido momento; y me gusta cómo tener la posibilidad, de vez en cuando, de desenredar algo de eso también en los jóvenes. Obviamente, no a todos les parezco chévere, pero, por lo menos, trato de hablarles en un lenguaje que los haga sentir bien.
Me gusta invitar a la gente joven a que, además de tener apasionamiento, lean y se estructuren y tengan buenos argumentos, porque en Colombia, desafortunadamente, los jóvenes tienen posiciones muy radicales, pero cuando vas a preguntar por qué tienen esa posición generalmente no han investigado bien las cosas; o es por lo que oyen por ahí decir; o porque se supone que todos los de la derecha son malos o viceversa. De modo que decirles que si quieren tener armas, lean. No repitan lo que oyen por ahí simplemente, o lo que ven en un titular. Hay que leer.
¿Ha recibido alguna amenaza?
Sí, por eso ando con estos dos caballeros (señala a sus guardaespaldas)
¿Le gustaría enseñar lo que ha aprendido como cronista?
Hummm, desde hace como tres años han empezado a contratarme para darle charlas a grupos de trabajo, de estudiantes. Eso nunca lo había hecho en la vida. En una ocasión, me pidieron una y yo no sabía de qué hablarle a la gente, pero me dijeron: “Cuente su experiencia”. Bueno, lo hice y sentí que había estado como regular. Pero después me invitaron a que hiciera otra y descubrí que ahí había otra cosa que me gustaba hacer: ser un orador. Me gusta, me lo disfruto. Creo que la gente que va a oírme en estas presentaciones o charlas se van apasionadas, y eso me gusta.
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