Facetas


Salud Hernández, una viajera dulce y aguerrida

Si pudiera, ella compraría un jet privado y una finca al lado de un río para visitar Guainía cada vez que se le antoje, porque ha viajado por cada rincón de Colombia, sola y en transporte público, pero es Guainía la tierra que deslumbra sus ojos. “Es el paraíso, una joya oculta”, me dice. Y ha viajado por cada rincón del mundo, guiada por su gusto por descubrir países ‘raros’, pero de todas las 195 naciones del planeta, Salud Hernández Mora decidió echar raíces aquí, en la tierra del Sagrado Corazón de Jesús. Llegó hace 19 años, en 1999, en una de las épocas más terroríficas del conflicto armado. Lo hizo, primero como gerente de comunicaciones de la compañía de asesorías Burson Marsteller, pero luego se quedó haciendo periodismo puro y duro, cubriendo el conflicto armado, el orden público y la política.

Corresponsal de El Mundo, de España, su país, y columnista y cronista de El Tiempo, sus palabras son dardos sagaces contra las injusticias que tanto le molestan, aquellas que siempre denuncia y que le “sacan la piedra” fácilmente. Es de mucho temple y crítica. Hoy está en Cartagena, frente a mí y, si en este momento usted me lo pregunta, la respuesta es no, no es una mujer rígida, acartonada, tampoco malgeniada, más bien es todo lo contrario…

¿Antes de llegar, cómo se imaginaba a Colombia?
-En el año 98, antes de venir, la imagen era de un país muy conflictivo, narcotizado, violento, una imagen muy mala. Los colombianos me caían bien, pero digamos que lo que más me cambió es que los colombianos me parecieron queridísimos y muy hospitalarios. Llegué en un momento muy convulso, la irrupción salvaje de los paramilitares, las guerrillas terribles, todavía existía el cartel del norte del Valle, es decir. había un cóctel espantoso.

¿Y qué le hizo quedarse?
- Desde el punto de vista periodístico pues, imagínate, el año 1999 estaba muy interesante, aquí pasaba de todo. Luego encontré buenos amigos, es un país apasionante, nunca dejas de sorprenderte y como yo puedo viajar por él, lo disfruto más que nadie.

¿Qué es lo que más le ha fascinado de Colombia?
-A mí, Guainía, me fascinan muchos sitios, he conocido cosas maravillosas pero, si me das a elegir uno, elegiría Guainía.

¿Cómo llegó a ser periodista?
-He tenido la suerte de que por alguna razón del destino se me daba bien escribir, pero no era de las niñas que escribía diarios ni nada. A mí no me gusta ser jefe, ni estar en las redacciones, me gusta la calle, donde pasan cosas. Yo sería bombero, ¿dónde pasó algo? Allá me voy. Estudié periodismo porque siempre me ha gustado viajar. He tenido la fortuna de viajar toda la vida, me gustaba ir a países raros. Si alguien me hablaba de Yemen, pues yo prefería irme a Yemen que ir a París. Siempre fui muy inquieta.

¿Y cuál de esos países la sorprendió?
-Pakistan me pareció fascinante, muy diverso. De una región a otra son como muchos países en uno. No tiene solución, es decir desgraciadamente no sé cómo pueden seguir unidos, es un país muy complejo. La gente es queridísima también, amable, pese a todas las dificultades, bueno, según la zona.

¿Normalmente es así, tan crítica, como se ve en sus columnas?
-Sí, soy muy crítica, me da mucha rabia todo, me enfado permanentemente cuando veo cosas que están mal. Soy muy crítica, desgraciadamente, difícilmente veo la parte positiva, es decir no me conformo con las apariencias.

¿De qué otras cosas le gustaría escribir?
-Es que casi siempre escribo de lo malo. Desgraciadamente siempre cuento la parte negativa de los lugares a donde voy. Qué me gustaría contar un día, pues que por fin Cartagena tiene un Terminal de Transportes que es una maravilla, cosas buenas. Escribo de lo que me gusta, sobre todo uno debe escribir de lo que sabe, me gustaría escribir del vallenato, me encanta, pero no sé de vallenato.

¿Y con qué sueña?
Antes soñaba con que España llegara a ser más parecida a Alemania que a Italia, ya no creo que vaya a ser así por desgracia. Antes soñaba que Colombia fuera algún día parecida a un país europeo y, tampoco, ya he dejado de soñar. Creo ya en muy pocas cosas, en Dios y un poco más.

¿Y cómo ve el panorama en este momento del país?
-Me parece que el presidente se llama Iván Duque, con todos los recelos que genera, por las encuestas y los índices, me parece que la herencia que va a recibir es envenenada. Este Gobierno en ocho años no ha resuelto casi nada. Y Duque va a tener solo cuatro años para resolver muchísimas cosas. Y le van a exigir demasiado, le van a exigir más a él de lo que le exigirían a Petro.

¿Qué opina de la participación del periodismo en política?
-Me gustaría que los medios de comunicación solamente opinaran en el editorial, que las páginas de información sean de información. La gente no es idiota, no se deja engañar tan fácilmente.

¿En el caso de Cartagena, cree que los medios han denunciado lo suficiente la corrupción?
-Creo que ustedes han denunciado hasta el infinito, ya no sé qué más quieren. Lo que pasa es que a la gente tienen que hacérselo mirar, porque no es normal que elijan siempre bandidos. Es una ciudad absurda, en una parte hay unos edificios tan altos, cuando el océano se va a crecer cuatro metros, yo no los entiendo. Impresionante cómo ha crecido Cartagena, pero usted se va al Terminal de Transportes y cuando deja la Terminal tiene que salir por una trocha. Es de no creer, es una terminal inmunda, para una ciudad donde el predial se ha tenido que multiplicar mucho. No entiendo qué hace que al cartagenero le guste que le gobiernen los ladrones, será un vicio, no sé.

¿En algún momento se ha querido ir, regresar a España?
Siempre los que te fastidian la vida son los bandidos y uno no es menos que ellos. Y si un bandido me reta es peor, porque ahí sí me pongo más berraquita. Ahí sí no me voy. Lo que pasa es que lo único que uno echa de menos es su familia.

¿Y qué le dice su familia?
Al principio no le gustaba que estuviera aquí, después mi mamá vino varias veces, el primer año, en 1999. Ya se les olvidó el temor, vinieron y se les pasó el susto, se enamoraron de Colombia.

¿Cómo es un día en su vida?
Estoy poco en Bogotá. Por ejemplo, ahora que estuve en Cauca, te levantas, tomas una mototaxi, allá se llama motorratón, no sé por qué, siempre me muevo en transporte público, y te vas a un pueblo, buscas una historia, empiezo a enterarme de cosas y voy a otra vereda. Los días de reportería son así.

Usted es muy sonriente...
No, soy muy malgeniada  (risas). No, no, yo toda mi vida he sido muy rumbera, los rumberos nunca somos serios, súper mega rumbera.

¿Qué cosas la gente no sabe de usted?

-Que me gusta la rumba. Tengo mucho sentido del humor (risas). Tampoco es que me gusta que la gente sepa mucho de mí, pero no tengo secretos, soy una persona normal. Soy de una familia muy unida, tengo siete hermanos y 17 sobrinos, mis hermanas tienen nietos y somos muy, muy unidos. Tengo muy buenos amigos, en la izquierda, en la derecha, y nos matamos (risas).

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