Facetas


Si tiene dudas, vaya al Parque de la Flores

JOHANA CORRALES

17 de mayo de 2015 12:00 AM

No son chanchullos, son trámites.

Por lo menos, eso piensa El chispa*, quien lleva 25 años trabajando como tramitador en el Parque de las Flores.

Lo veo sentado en un banquillo rústico que, por lo pequeño que es, parece imposible creer que su enorme trasero quepa tan cómodamente ahí. Concentrado frente a su maquina de escribir, modelo brother -- una verdadera antigüedad--, redacta rápidamente un documento que le pide un señor.

El cliente, disgustado por mi presencia, le susurra algo al oído. Al final le da un billete de 2 mil pesos y se marcha.

El chispa me dice que antes no se les llamaba tramitadores sino asesores tributarios. En una ocasión, cuando existía el Edificio Nacional, sobre la Avenida Venezuela, se dio cuenta de que muchas personas que frecuentaban el lugar no sabían cómo hacer sus diligencias y papeleos, cosa que para él resultaba facilísima.

-¿Asesor tributario? ¿Qué estudió usted entonces?-pregunto.
-Nada, soy bachiller académico.

Y al parecer, dedicarse a ese oficio sí genera ganancias: le ha pagado las carreras profesionales a sus seis hijos, y en universidades privadas.
Hace desde declaratorias de renta, derechos de petición, certificados de ingresos y balances, hasta estados financieros. Algunos de estos trámites, de forma legal; otros, no tanto...

Lo que más le solicitan son papeles falsos para sacar las cesantías. Como la única forma de poder retirarlas es demostrando que serán utilizadas para estudios o para arreglo y compra de vivienda, muchos consideran ilógico que un banco se quede con su dinero. Así que van donde tipos como él a que los ayuden.

“Los bancos no quieren que la gente saque el dinero, porque ellos son los que se están beneficiando con esa plata, que es suya, porque la están prestando y cobrando al interés. Entonces usted la necesita y no se la quieren dar. Ellos buscan la forma de amarrarle su dinero y que usted lo deje como perdido con tanto papeleo que le exigen”.

Cree que el mismo sistema ha hecho que cada vez sean más los que se ven obligados a usar métodos alternos a los oficiales para obtener lo que por derecho, creen, les pertenece.

Con frecuencia lo visitan personas de estratos bajos o medios. También comerciantes y trabajadores independientes. Pero cree que nadie está totalmente libre de culpa.

“Niña, esto lo hace todo el mundo, hasta los que tienen plata. Esos son peores. Lo que pasa es que los métodos que usan son más sofisticados”, dice.

-¿Ha sentido miedo después de un chanchullo?
-Sí, por supuesto.

¿Y cómo no? Si ha sido testigo de malas pasadas que le han ocurrido a varios de sus compañeros. Una vez una señora necesitaba sacar un diploma y fue hasta el Parque de las Flores para que le colaboraran. Uno de sus colegas le hizo la vuelta y todo parecía estar bien, pues la mujer no apareció por un buen tiempo por ese lugar.

Sin embargo, tiempo después se supo que a esa mujer le descubrieron el documento falso y la obligaron a delatar a la persona que la ayudó en ese fraude. La señora fue por casi una semana todos los días al parque, acompañada de dos agentes encubiertos, y rondaban el puesto del tramitador que la ayudó, pero nunca decía nada.

“Como usted caiga, asuma. No meta a más personas en el lío, que es peor. La señora le dijo a mi amigo que pasó por su lado unas cinco veces con los detectives y que siempre le decía a los hombres que el que la ayudó no estaba”.

En otra ocasión llegó un grupo de muchachos buscando al que tramitaba las libretas militares. Los hombres, por su aspecto, parecían de familias acomodadas de la ciudad. De modo que uno de los amigos de El Chispa se hizo pasar por quien buscaban. Los jóvenes le invitaron a una cerveza y hablaron del negocio. Al día siguiente quedaron en recogerlos para cerrarlo. El tramitador invitó a otro colega para que lo acompañara en el próximo encuentro. Los jóvenes les dijeron que darían una vuelta por La Boquilla antes de cerrar el trato.

No obstante, cuando llegaron al sitio, los jóvenes  pidieron a los tramitadores que se bajaran del auto y caminaran de espaldas. Luego les dieron un pico y una pala y les pidieron que hicieran un agujero, que cavarían su propia tumba. El amigo de El Chispa se orinó de la impresión. Luego se llevaron a su compañero lejos de donde estaban y sólo se escuchó un disparo. En ese momento, se cagó del susto.

“Mi amigo decía: 'mataron a mi amigo, el próximo soy yo'. Me cuenta que se puso a llorar y se les arrodilló a los tipos, les pedía que no lo mataran”.

El grupo de muchachos realmente eran unos militares encubiertos y, cuando hablaron con los tramitadores, se percataron de que no eran quienes realmente buscaban. Así que decidieron darles un susto como escarmiento.

“Pobre cito mi vale. Quedó difónico por una semana. No se le escuchaba nada”.

***
Como El Chispa, hay unos 30 tramitadores más en el Parque de la Flores, quienes una vez lo ven acercarse, se lanzan sobre usted ofreciendo sus servicios. Algunos más simpáticos que otros. Eso, aunque parezca minúsculo, importa y mucho.

-¿Cómo es trabajar con ese olor a flores todo el tiempo?-le pregunto por último.
-Ya a mí no me huele na'.

Esta gente es muy sensible, y valiosa. Lo digo porque mientras caminaba hacia el parque venía comentándole al reportero gráfico de este medio cómo quería las fotos, y alguien que iba pasando me escuchó y me reclamó airadamente: “No vayas a sacar esa tema. Tú no ves que nos jodes a todos. Mañana me va a tocar hacer mi vuelta antes de que publiques esa vaina”, vociferó el extraño.

Al parecer, El Chispa no está tan mal en lo que dice y, “mientras el sistema no cambie, la corrupción existirá por los siglos de los siglos, amén y amén”.
 
*Nombre cambiado a petición de la fuente. 

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