Facetas


Sueñan con la corona de la libertad

JOHANA CORRALES

06 de octubre de 2013 12:02 AM

Falta una hora para que empiece la ceremonia de coronación y en el cuarto de atrás todo está patas arriba.
Es igual que en cualquier otro concurso. Lo diferente es que, en lugar de sofisticados vestidos, las prendas son prestadas; en vez de joyas, accesorios baratos; no hay zapatos finos, pero sí tacones usados y prestados; y hasta el maquillaje y peinado es cortesía de la Academia de Belleza Estética Francesa, que, por caridad, embellece a las internas en el Reinado de la Convivencia.
Quizá no sea el gran Auditorio Getsemaní del Centro de Convenciones Julio César Turbay, pero el patio de la cárcel de San Diego tiene lo suyo y las acoge año tras año.
El lugar ha sido decorado con globos de colores brillantes; y, para evitar que a los asistentes les dé el sol en la cara, dispusieron varias carpas. Dentro del público se vive un ambiente de fiesta. Tienen letreros gigantes, con frases que apoyan a sus favoritas; y hasta un pedazo de madera, sacado de una puerta, hace las veces de pancarta.
Hay, además, pitos y ollas, pero el ruido más ensordecedor lo produce una reclusa con una par de botellas plastificadas que choca una y otra vez y que parece a nadie molestar.
Mas la verdadera competencia se vive tras bambalinas. Las ocho candidatas no conocen siquiera los premios que obtendrían en caso de ser elegidas. Sólo quieren divertirse y olvidarse por un instante del encierro que padecen.
Para ser Reina de la Convivencia no se necesita ser bella, ni tener la mejor educación, ni porte, ni pasarela. Basta con irradiar alegría y comerse con mucha actitud el escenario.
Muestra de ello es Erika Patricia Ortega, quien el año pasado fue la ganadora. Lo que le falta a esta mujer en preparación, le sobra en personalidad.
Antes de que salgan al ruedo, la veterana le da varios consejos reales a sus compañeras para que los tengan en cuenta durante el desfile.
“Yo gané por mi carisma y por el respeto. Lo más importante allá afuera es la personalidad y ser uno mismo y creyente de todas estas cosas”, expresa enérgicamente.
Dice que lo que más le agrada de sí es la forma valiente como ha asumido todo lo que pasó: “No es valiente la que pelee, la que esté buscando peleas, la más guapa. Valiente es la que resista, la que pueda soportar todo, porque esta rutina no la aguanta todo el mundo. Todas las que estamos aquí somos valientes”.
Hay días en los que no se quiere levantar de la cama. Se acuerda de todo lo que sucedió y no quiere hacer algo diferente a estar en su celda culpándose por lo que ocurrió.
“A veces hay días en que amanecemos aburridas y nos hacemos daño nosotras mismas. No queremos desayunar, almorzar, pero ahí está siempre Cristo con nosotras. Él es quien está con nosotras metido en esto. ¿Tú sabes qué es pasar un año y dos meses viendo lo mismo y lo mismo? A veces uno no quiere nada (se le resquebraja la voz)”.
No confesó qué hizo para estar prisión, pero sí desea enviar un mensaje a las personas que están a punto de delinquir y que todavía están a tiempo de corregir sus errores.
“Mi consejo es que hagan todo a lo limpio, a lo legal. A veces uno coge lo más fácil, acepta y se deja llevar. Pero lo más fácil es lo más difícil, porque mira mi situación: por buscar plata fácil estoy aquí. Y no nos pongamos hablar más de eso, porque estamos en un reinado y se me daña el maquillaje”.
Tiene un sentido del humor extraordinario. Es de esas personas que poseen la capacidad de burlarse hasta de sus propias desgracias.
-¿Qué fue lo que hizo?-pregunto.
-Eso no importa. De lo malo, viene pa' bueno. Hay que caerse, pa' poderse levantar.
-¿A cuánto tiempo la condenaron ? -Apenas voy a comenzar. (Suelta una carcajada).
No todas enfrentan el encierro de la misma forma. Es el caso de Almafi García, quien asegura que es inocente de todos los cargos en su contra.
Antes de hablarme de su historia, como toda una profesional de concurso, me cuenta que se define como una persona muy querida, amable y servicial. Le encanta estar pendiente de sus compañeras, y lo que más disfruta en sus ratos libres es practicar deporte y hacer abdominales.
Los atributos físicos que más la destacan son su cabello rubio y su cuerpo tonificado.
“Mi arma para ganarme al público y al jurado serán mi sonrisa, mi forma de hablar y expresarme. Me parezco a una cantante que se murió. ¿Eso es verdad?. Se llama Patricia Teherán”.
Ella hace parte del grupo de mujeres que dicen estar pagando una condena injusta. Llegó al centro penitenciario acusada de pertenecer a una banda criminal, y lo que más le preocupa es que en Mompox (Bolívar) crean que es culpable.                            
La razón principal que la mantiene con ánimo para seguir luchando son sus dos hijos, en especial el menor, para quien es padre y madre.
“La verdad, es duro llegar acá. No voy a llorar, porque voy a salir a mi desfile, pero todos deben saber que aquí hay personas culpables, pero también hay inocentes. Es más, en este lugar hay más gente inocente que culpable. Entre esas, estoy yo”.
Hay otras que no están interesadas en demostrar a toda costa su inocencia, más bien parecen resignadas y tratan de hacer su estadía más llevadera. Es el caso de la portuguesa, Vanessa Patricia Freixo, acusada por tráfico internacional.
A Vanessa es poco lo que se le entiende cuando habla, pero comprende perfectamente lo que se le pregunta. Ya lleva 4 meses en prisión y se siente bendecida por haber llegado a San Diego y no a otra cárcel donde, asegura, la estuviera pasando peor.
“Estamos aquí porque cometimos un error, pero somos humanos y estos eventos te ayudan a escapar de la realidad. Hay que pasarla bien el tiempo que estemos”, dice la extranjera, quien todavía no ha sido condenada.
Una de las más jóvenes dentro de la competencia es Alejandra Lenis Rodríguez, quien a sus 19 años pretende conquistar al jurado con su rostro, cabello y ojos verdes.
Si fuera un concurso de belleza, seguramente ella sería la más opcionada para llevarse el título, pero aquí lo que se premia es la actitud y el carisma de las participantes.
La culpan de extorsión y, sin aclarar si es culpable o no, cree en Dios en que pronto saldrá a compartir con la persona que le enseñó a amar sin medida, su hija.
Se nota que tiene un carácter muy fuerte. No sabía si abordarla o no. Se ve odio en su mirada, pero en cuanto habla de su “cachaquita” (su hija) se transforma en otra persona dulce y hasta débil.
“Le doy gracias a Dios por estar en este lugar. He sido muy bendecida. He contado con unas compañeras excelentes, a pesar de que me hace falta lo más lindo, que es mi hija. Ella y mi papá son lo único que tengo”.
Llegó el momento de conocer quién será la sucesora de Erika Ortega en el Reinado de la Convivencia. La reina, aunque sólo tiene que entregar la corona, parece más nerviosa que las concursantes. Sus nervios no tienen que ver con ceder el título, es la primera vez que usa uñas postizas y el cabello tan arreglado:
“Ay, no, ¿y si se me quedan las uñas incrustadas en el micrófono? ¿O pasa un viento fuerte y se me daña el peinado?”. Esa expresión acaba con la tensión entre las aspirantes y salen a la pasarela con un derroche de energía.
Las barras son distintas a las de otros concursos. En este aplauden a todas con el mismo entusiasmo. Hasta las extranjeras, que recién llegaron, son apoyadas por las comitivas.
Sin embargo, en la recta final, durante la ronda de preguntas, la respuesta de Paola Maldonado sacude a las internas y desde el patio gritan a una sola voz: 'Esa es, esa es'.
“Quiero que sepan que en un lugar como este, llamado Cárcel de San Diego, hay muchas personas inocentes. Yo soy una de ellas. Estoy aquí por dos delitos, los peores, pero por cosas del destino no pude demostrar mi inocencia. Pienso que por no tener los recursos, pero quiero aprovechar para decirles que mi nombre es Paola Andrea Maldonado, nací en Cali, pero vivo en Cartagena. Tengo dos hijas, una de seis y una de nueve. Me hacen mucha falta. Me han hecho mucho daño y, bueno, de todo lo malo se saca algo bueno”, expresa entre lágrimas.
La nueva Reina de la Convivencia es una administradora hotelera, de 32 años de edad. Lleva 24 meses en prisión y le dieron una condena de 18 años. Fue acusada de proxenetismo y pornografía infantil, dos delitos de los que se declara inocente.
“Haber ganado me da una emoción muy grande, pero con esto gano mucho y es representar a mis compañeras. Tenemos muchas necesidades en este lugar”, dice la reina.
Entre sus proyectos como nueva soberana de las reclusas está hacer presión para que las trasladen a un lugar que les ofrezca mejores condiciones. Así mismo, pide más atención en la parte de salud. Según Paola, no cuentan con odontólogos y el personal médico necesario que como mujeres requieren.
La fiesta acaba y, mientras los medios de comunicación y el jurado (integrado por varios empresarios y funcionarios de la ciudad) se van retirando para continuar con sus labores, las candidatas, junto a las otras 108 reclusas, vuelven a sus celdas a seguir guerreando en el reinado de sus vidas, en el que la mejor corona sería obtener la tan anhelada libertad.

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