Facetas


Un héroe militar de carne y hueso

ERICA OTERO BRITO

04 de julio de 2010 12:01 AM

A sus 62 años, el comandante general de las Fuerzas Militares de Colombia, el general del Ejército, Freddy Padilla De León, goza de una imagen “irrefutable” de héroe de la patria. Nació el 10 de octubre de 1948, por deseo de su madre, en Montería, cuando esta población aún hacía parte del departamento de Bolívar. Dos meses después sus padres se residenciaron en Cartagena, donde vivió hasta los 15 años, cuando por iniciativa propia viajó a Bogotá para hacer quinto y sexto bachillerato en la Escuela Militar. Es ingeniero industrial con magister en Estudios Políticos, y entre los diversos títulos académicos que ostenta, tiene el de Analista de Estudios de Terrorismo, concedido por la Universidad George Washington. Es un general de cuatro soles, grado que hasta ahora, sólo había alcanzado el general Gustavo Rojas Pinilla. En su hoja de vida se cuentan 21 condecoraciones. Está casado hace 38 años con Ada Miryam Hodges con quien tiene cinco hijos, Freddy, Johana María, Diana, Ada y Mariana. El próximo 8 de agosto, un día después de que Padillla se retiré de las Fuerzas Militares, a las que ha pertenecido durante 44 años, comenzará una nueva etapa para él. ¿Está preparado para hacer a un lado el uniforme?, ¿Se quedará a vivir en Colombia?, ¿Cómo se considera a sí mismo? y algunos otros aspectos de su vida que humanizan la figura de este militar considerado hoy por hoy como uno de los estrategas más valiosos de Colombia en la lucha contra el terrorismo; son algunas de las preguntas que respondió en entrevista con El Universal. Las mamás suelen contarle a uno como es fue nuestro nacimiento ¿qué le contaron a usted? -Yo fui concebido en la casa de mis abuelos, en Lorica, una casa inmensa que todavía existe en el barrio Cascajada. Mis padres vivían ahí. Mi mamá había perdido a su primogénita y por lo tanto cuando quedó embarazada de mí quiso tener unos cuidados muy especiales. Quería que una comadrona en especial la atendiera, pero como la comadrona no quiso ir a Lorica, mis padres se trasladaron hasta Montería. No conozco bien las razones, pero al mes nos vinimos en avión para Cartagena. ¿Qué recuerda de los años vividos en Cartagena? -Recuerdo la educación que nos impartían en el colegio La Salle, los hermanos cristianos que venían de España. ¿Qué valor aprendió en el colegio que todavía tenga vigente en su conducta? -El honor, la verdad y la honestidad. ¿Fue un alumno modelo o hizo sus travesuras? -(Risas) No crea, tuve mis dificultades. Tuve una época de indisciplina que afortunadamente me corrigieron a tiempo. ¿Qué hizo? -¡Terrible!, ¡terrible! (risas) Pero ¿qué hizo? -Por ejemplo ponerle un chinche en el asiento a un compañero y cuando ese compañero se sentaba... imagina usted; cosas de ese estilo. ¿Quiénes fueron sus amigos en esos tiempos? -Todavía son mis amigos. Está Toño Ambrad, Luis Carlos Sota, Emigdio Morales, Juancho Salcedo, no me ponga a decir nombres porque me falta alguno y tengo mis dificultades (risas). Una anécdota, hace tres años, estaba yo, en diciembre, en una calle en Bocagrande y vi un viejito que venía caminando lento y me dice: ¡Freddy! y yo me lo quedé mirando y me dijo: ‘no me vayas a decir que no te acuerdas de mí’ y claro ya por el tono de la voz me acordé que era Carlos Sota, un compañero de colegio hace muchísimos años. Esa es una de las cosas que pienso hacer después del 7 de agosto, reunirme con mis amigos de infancia. ¿Qué lo inspiró a la vida militar? -Precisamente la lectura. En el colegio leímos mucha literatura española sobre grandes capitanes, formidables líderes de la época medieval en la lucha contra los árabes. Uno leyendo esa epopeya siente que siempre han existido grandes hombres que lo dan todo por su pueblo. ¿Irse a la escuela militar a los 15 años fue una decisión suya o en conjunto con su familia? -Mía sola, mi papá no quería, él decía que si yo tenía todo en Cartagena, qué iba a hacer a Bogotá. Pero tengo qué reconocer que más que todo lo hice por la aventura de conocer la capital, de liberarme un poco de la casa, asunto que toda la vida me arrepentí, porque eso de separarse uno de su familia, ir a otro sitio a mí no me gustó, vivir en un área extraña de costumbres diferentes, imagínese usted. ¿Por qué? ¿Qué dificultades pasó? -Era un ambiente diferente al mío, dormíamos en unas barracas de unas 90 camas, una al lado de la otra, conviviendo con personas extrañas, empezando por la manera de hablar, ahora es más fácil porque la televisión nos ha unido, pero ¿antes?, cuando me fui yo nunca había escuchado a un pastuso, a un bogotano, ni a un paisa. Me acuerdo de Toño Ambrad que una vez dijo en el alojamiento ‘¡apaguen el foco!’ y todo el mundo hizo el escándalo más grande porque él había dicho foco, resulta que eso allá se llama bombillo. Yo no sé que les parecería, pero por la reacción les pareció una cosa atroz (risas). ¿En aquella época cómo se divertían? -(Risas) Bueno uno jugada de todo, hasta a la yeba. Sin embargo yo no fui un deportista destacado como mis primos, los Tinoco Padilla, que sobresalieron en béisbol. Entonces, ¿en qué se destacó? -En leer, aún me gusta hacerlo. ¿Bailaba? -No era tan buen bailarín. Reconozco que para eso no soy tan bueno. Una cosa que Dios me negó en la vida es el oído y la capacidad de tocar un instrumento que la envidié mucho tiempo. Yo veía compañeros que sabían tocar el violín. Fernando Avendaño Puche, por ejemplo, no sólo tocaba el acordeón sino que tocaba el piano, pero yo nada, la caja, por ejemplo, ¡bruto! (risas) ¿Por qué menciona con tanto énfasis la caja, le gusta el vallenato? -En esa época, tan solo el vallenato estaba llegando, había una que otra canción de Escalona, me acuerdo que a Emigdio Morales le gustaba la Casa en el Aire. La música colombiana es bien agradable, por supuesto que en el corazón de un Caribe la música caribeña está por encima, pero también hay momentos en los que se quiere escuchar otra música, depende del estado de ánimo. ¿A qué edad se casó? -A los 24 años ¿Cómo se conoció con su esposa? -En el matrimonio de un compañero en Bogotá. Ella fue a ese mismo matrimonio y la verdad la vi tan linda que quedé flechao, de ahí para adelante hubo unas guerras espantosas hasta conquistarla. ¿Le antecedieron muchas candidatas a su señora? -Nada serio. Las mujeres todas son lindas, pero a uno después que se casa le toca volverse serio y no mirar más de la cuenta, pero Dios les da a ustedes unos dones... Pero, por lo que acaba de decir usted si miraba -(Risas) Con respeto, con respeto. ¿A usted le tocó la época de enamorar con el papá en la mitad de la visita? -(Risas) Pero tampoco tirando piedras como a los turbaqueros. Era una época distinta, hay cosas que pasan hoy que antes no se permitían. A propósito de esa respuesta ahora está muy de moda que los hijos atiendan las visitas en las habitaciones, ¿qué opina de eso? -No estoy de acuerdo. Las visitas para las salas, como tiene que ser. Honestamente no estoy de acuerdo no me pongas a explicarme por qué, no es porque haya malicia en el asunto, pero las casas tienen sus áreas y esas áreas cada una de ellas tiene una función. En las casas hay unas áreas que son de total respeto, de privacidad, aquí y en Cafarnaúm Todo el que tiene uniforme, policía o militar, tienen fama de enamorado... -Pero a cada uno le llega su agosto y a mí con Ada me llegó el mío. ¿Por qué lo dice, usted fue por la fiesta y le llegó el tatequieto? -Lo admito, yo fui mirando así como quien no quiere la cosa y resulté tragao. ¿Cómo se siente ser el hombre consentido entre cinco mujeres? -(Risas) me consienten mucho, mis hijas me dicen Api y Ada, Papi, no papito, pero no crea, No le puedo decir que soy el rey, más bien estoy al servicio de ellas. Con cinco hijos (un varón y cinco mujeres) ¿Qué música le ha tocado aguantarse en su casa que no le guste? -La música moderna, pero afortunadamente hay un milagro que hizo Carlos Vives que fue recuperar para la juventud colombiana el amor por el vallenato. Cuando yo era niño se hablaba de la cumbia como una música representativa del país, hoy el vallenato le compite. ¿Alguna vez ha bailado un regaettón, un pop? -¡No!, ese regaetton (risas) y ese pop ya son, como se dice, grandes ligas, yo creo que me desarmaría bailando una vaina de esas. ¿Usted se siente héroe? -Lo que puedo decirle es que yo juré servirle a Colombia hasta el día de mi muerte. ¿Cuál fue su primer éxito como militar? -¡Secreto! (Risas) La verdad no lo he pensado, usted no lo va a creer, pero nunca me he puesto a analizar cuál ha sido mi mayor acierto y cuál el más grande desacierto, Yo creo que esas reflexiones son unas de las tantas que tengo que hacer después del 7 de agosto. ¿Se necesita de muchas relaciones públicas para llegar al grado máximo de una institución militar? -En estas instituciones hay una valoración permanente de tu desempeño. Pero, como en cualquier otra profesión, guardando la proporción de las características propias de cada una, la esencia es la misma: tu te destacas por tus condiciones personales, es el ser humano como tal el que las demás personas valoran, ese ser humano que pone su intelecto y su voluntad al servicio de los demás. ¿Se considera un hombre sereno o es de mal genio? -Cada circunstancia amerita la acción. Cuando le habló a un pelotón mi tono de voz es diferente a cuando le hablo a los comandantes por radio, a través de unas comunicaciones que son secretas. Si uno necesita golpear una mesa, la golpea; cuando se necesita meter un grito a tiempo, es mejor eso que una lamentación para siempre; si hay que reprender a alguien hay que hacerlo con respeto y prudencia porque se está enseñando a que no se cometa ese error nuevamente. ¿En esos momentos de adrenalina como fueron Jaque, Fénix y Camaleón qué actitud toma? -Hay que tener mucha prudencia. Yo creo que soy una persona que me controlo, que controlo las emociones para que estas no me ofusquen en las decisiones, para que no contagien a quienes están a mi alrededor que también tienen que tomar decisiones. Eso lo da la experiencia y el entrenamiento. ¿Está listo para desligarse de esa autoridad que le confiere ser el Comandante de las Fuerzas Militares? -Yo creo que hay que mirar hacia delante, el 7 de agosto yo habré terminado una etapa. Eso de la autoridad es algo material, realmente los militares somos muy espirituales. ¿Se va a quedar en Colombia? -Sí, Claro. ¿Si le ofrecen el Ministerio de Defensa? -Hasta ahí. Cada día trae su afán. ROSARIO DE ÉXITOS Freddy Padilla ha logrado un “rosario de éxitos” recientes contra la guerrilla de las Farc. Ha estado al frente, de la operación Aromos, en el 2007, que permitió la liberación del ex canciller Fernando Araújo, actual director del Partido Conservador. La operación Sol Naciente, que dio de baja al “Negro Acacio”, cabecilla del frente 16 que operaba en el Guaviare y un hombre clave en el financiamiento del grupo subversivo; la baja de alias Martín Caballero, el hombre más representativo de las Farc en la Costa Caribe, cabecilla del Bloque 37 que se movía en Los Montes de María; la operación Jaque, que le devolvió la libertad a Ingrid Betancourt, a tres norteamericanos y a once miembros de la Fuerza Pública; la operación Fénix que culminó con la muerte de Raúl Reyes y el decomiso de los computadores de este antiguo comandante de las Farc; y la operación Camaleón que rescató, también, de más de una década de secuestro, al general de la Policía Luis Mendieta y a dos coroneles y un sargento de esta misma institución.

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