¿Cómo se imagina usted al certificador de los Guinness World Records en Latinoamérica?
En mi caso, creía que era un hombre mayor, de unos 50 años o más, bien gordito, canoso y con unos anteojos de lujo. También pensé que siempre cargaba con un metro a todas partes.
Pues bien, Ralph Hannah es todo lo contrario: es demasiado joven (no pasa de los 29 años), de contextura delgada, no tiene canas, bueno, por lo menos, no alcancé a verle una sola, y no usa lentes. Tampoco pasa con el metro encima.
No parece ni británico. Ni siquiera su acento lo delata porque habla español perfecto. Si no hubiese googleado su nacionalidad antes de esta entrevista, juraría que estaba frente a un cachaco colorado a causa del inclemente sol de la ciudad.
Más insólito aún: es historiador. Para ser quien da la última palabra si se es el mejor del mundo en algo, no se necesita una profesión específica. Cualquiera que domine dos idiomas y sea profesional podría ocupar su puesto.
Acababa de salir de una universidad en Londres cuando se enteró de que habían vacantes en la Casa Central de Guinness Records, que tiene sede en ese país. Se inscribió y quedó seleccionado. Comenzó trabajando en atención al cliente, o algo así entendí. Era quien recibía, aprobaba o desaprobaba las solicitudes que llegaban a través de la página web.
El momento que más recuerda en los cuatro años que estuvo en ese puesto fue cuando conoció al hombre más alto del mundo. Medía 2,52 metros de estatura. Se acuerda de ese caso en particular porque el primer acercamiento que tuvo con la organización fue cuando vio la foto de aquel gigante en el libro de los Guinness Records, que cumple en esta edición 60 años de existencia.
Le tocó abandonar el trabajo porque se enamoró de una paraguaya con la que se fue a vivir. Se lució tanto en su trabajo en Londres, que estando en Paraguay le propusieron ser el representante para América Latina, a lo que aceptó emocionadísimo.
Ha sido testigo de los retos más increíbles y divertidos. Los que más le causan risa son los que miden la velocidad, el tiempo y la fuerza.
“Tenemos un récord de romper nueces con el trasero en un minuto. Eso era para morirse de la risa. También el de un señor que rompía sandías con la cabeza”, cuenta.
Asegura que en Latinoamérica los desafíos están relacionados con la comida, grupos masivos y obras sociales.
En El Salvador, por ejemplo, se hizo el mosaico de cupcakes más grande del mundo y se consiguió un comprador para cada uno y el dinero se envío a un teletón. Además, al final del evento, se donó el mosaico a un banco de alimentos para niños vulnerables.
“También hacen muchos retos con la comida. En México se hizo la enchilada y la taza de chocolate más grande del mundo. En Perú, el ceviche y así en otros lugares”.
Semanalmente reciben solicitudes de mil personas, ese número aumenta en especial a final de año cuando se publica el libro. Los países que más se postulan son México, Brasil y el tercer lugar se lo pelean Colombia y Argentina.
En este país se hizo la muñeca más grande del mundo en Palmira(Valle). Así mismo, durante el mundial de Brasil, se congregó a la mayor cantidad de personas en caballito de palo, en Ibagué. En Neiva, el mayor número de personas bailando sanjuanero a la vez. Participaron 555 parejas. Recientemente se hizo el mayor tapete de flores en Boyacá. Y esta semana, en Cartagena, la cata de ron más grande del mundo.
No se hará rico con un Guinness Record
Por alguna extraña razón, en Latinoamérica se cree que la persona que gane un Guinnes World Records recibirá muchísimo dinero. Y la realidad es que no hay tal premio monetario.
“Nunca lo ha habido y nunca lo habrá. No sabemos de dónde surgió eso. Cada persona que rompe un récord recibe un certificado, como un diploma de que es el mejor del mundo. Eso es todo”.
De hecho, si usted desea utilizar la imagen de la organización, debe pagar un valor extra.
-Si no hay plata de por medio, ¿por qué es tanta la convocatoria?-pregunto.
-Porque es la única forma que se puede ser el mejor del mundo oficializado. Si nosotros no certificamos que usted es el mejor del mundo, aún cuando lo sea, no lo es-
Como son tantas las solicitudes que llegan, hay un equipo en Londres y Nueva York que funciona como un filtro para aprobarlas o no. Cada reto tiene tiene unas reglas específicas pero en general los parámetros para participar es que debe ser retos medibles. Es decir, que si alguien piensa que es la más bella o el más bello del mundo, no puede concursar. Porque la belleza es algo subjetivo. Además deben ser rompibles y no se acepta la crueldad animal. Por ejemplo, nada de carreras de perros para no forzar a los animales. Y prohibido concursar con la mascota más gorda del mundo, porque se podría sobrealimentarla para obtener el reconocimiento.
Hay solicitudes que son ridículamente absurdas. Y no exagero en la expresión. Cuenta Ralph, que en una ocasión una señora aseguró que no había girado el rostro hacia el lado derecho en los 10 últimos años, según porque tenía la convicción que si lo hacía, envejecería. Como esa, hay miles de rarezas más que llegan todos los días a las oficinas de Guinness Records.
-¿Y usted, en qué es el mejor del mundo?
-Oh, por Dios, nunca me habían preguntado eso. Creo que en nada.
Comentarios ()