Facetas


Una australiana 'champetúa'

JOHANA CORRALES

20 de abril de 2014 12:02 AM

“Coño, ¿cuál es tu viaje? Párate en la raya”, me saluda de ese modo y no puedo evitar reírme.

Kristy Ellis llegó de Australia hace dos años y no sabía decir una sola palabra en español. El único idioma que aprendió en las calles de Getsemaní fue el popular costeñol.

Es la forma como se acostumbró a formar las oraciones; y, siendo honesta, es encantadora.

A primera vista es la típica extranjera rubia, despampanante, ojos azules, de piernas largas y facciones delicadas.

Pero una vez la escuchas hablar, piensas: ¿en Australia hay gente champetuda?

Vivía en ese país desde hacía seis años con su pareja y un perro, que hacia las veces de hijo en la relación. Una mañana tuvo el impulso de querer cambiar el rumbo completo de su vida. Entonces, abandonó a su familia y salió a experimentar por todo el mundo.

Emprendió un viaje por Suramérica y pensó que Buenos Aires (Argentina) sería su destino final, pero al poco tiempo visitó Colombia. Todavía recuerda la sensación que le produjo la primera vez que pisó suelo costeño:

“Cuando llegué a Cartagena, sentí como calor, no era el clima, era la gente. Son gente muy cariñosa. Yo no hablaba nada de español, pero eso a ellos no les importó”, dice sonriendo.

Pronto se enamoró de lo colorida que lucían las estrechas callecitas de la ciudad amurallada. Le daba la impresión de que cada lugar guardaba una historia mágica que ella estaba dispuesta a descubrir y contar. El bullicio de la ciudad, los vendedores por la calle y el picó en la terraza de los raizales de Getsemaní hicieron que acelerara su decisión de quedarse a vivir por tiempo indefinido.

“Aguacate, aguacate, aguacate (golpea la mesa), bollo 'e mazorca, mora para la señora, piña para la niña”, canta con su acento extranjero.

Los piropos también le parecen muy curiosos. Al principio quedaba en shock con los comentarios que le gritaban por la calle. Ahora sólo se ríe y evita vestirse con estampados de bolas y rayas.
“Los señores por la calle me dicen: 'Kristy, si así te ves en rayas, no te imagino en bolas'”, expresa.

Luego de haberse instalado en la ciudad, tenía que buscar qué hacer para sostenerse. Fue así como aprovechó sus estudios de guía turística para conocer la historia de la ciudad y contarla de una forma más atractiva y poco común a los extranjeros.

Montó su página bajo el nombre de Cartagena Connections y fueron varios los grupos de foráneos interesados en ese tipo de turismo aventurero que proponía Kristy en su perfil.

En lugar de los lujosos buses de Gema Tours, busetas corrientes; en vez de opulentos restaurantes, comida callejera; en lugar de cata de vino, aguardiente; prohibido los aburridos paseos en coche por el Centro, bienvenidas las caminatas por el Mercado de Bazurto.

“Vamos siempre a zonas muy populares. Los pongo a comer arepa de huevo, chocolo, chicharrones, bolis, mango biche, jugo de lulo, bollo de mazorca, carimañolas, papa chorreada, buñuelos y bocadillo con queso costeño”, dice, mientras se muerde los labios.

Todo cuanto a ella la sorprendió cuando llegó a la ciudad, es lo que intenta que sus clientes experimenten. Por ejemplo: el género musical de la champeta la cautivó por lo sensual de los movimientos y la manera simple y al tiempo trágica en que los más vulnerables cuentan sus historias de amor, desamor, drogas, pobreza y hambre.

“Yo les explico a los extranjeros que bailar champeta es como fornicar. Es un baile muy sensual”, explica.

Aunque siente que le falta el sabor que tienen los cartageneros con su energía, trata de que eso pase a un segundo plano. Es más, en la pista de baile ha hecho las mejores amistades.

Cuando empezó el negocio de los tours, el dinero que obtenía no era suficiente, de modo que se le ocurrió organizar fiestas. Vaya sorpresa al recibir más de 300 invitados en la primera que hizo. Con eso logró recoger el dinero que le hacía falta para pagar el arriendo.

Pronto se fue regando el rumor de las fiestas de la australiana, y los dueños de varios locales del Centro le pedían que organizara alguna. Sin embargo, los tours también ganaban fama. Los antiguos clientes de Kristy la habían recomendado con sus demás conocidos, y el negocio comenzó a dar frutos.

Ya no tiene que hacer fiestas cuando está corta de dinero, ahora vive de su trabajo como guía turística. Trata de manejar grupos muy pequeños, máximo de 6 extranjeros, para que más bien sea como una salida entre amigos. También la historia que cuenta sobre la ciudad, no se queda en los héroes blancos que supuestamente gestaron el proceso de independencia. Ella tiene en cuenta a otros líderes negros como Pedro Romero y palenqueros como el cimarrón Benkos Biohó.

Así mismo, cree que es importante que la gente de afuera conozca la historia de las personas del común, que no aparecen en algún libro, y que son testimonios de superación personal.
Mientras hablábamos, hubo un pitico que nunca nos abandonó.

“Lo siento, es mi reloj. Lo compré en 'Todo a 5 mil, todo a 5 mil (canta)', me dice como aclarando la calidad del reloj.

Cuando finalizamos la entrevista, me comunicó que deseaba que las fotos se hicieran sobre “Nemo”, su bicicleta. Aprovecha y me cuenta la historia de “Tortuga”, su cicla anterior, que llevaba ese nombre no precisamente por lo veloz que era.

-¿Qué le pasó a Tortuga?-Pregunté

-Me la tumbaron.

-¿Cómo?

-Di mucha papaya (risas)

Parece que la extranjera estará mucho tiempo en la ciudad. Lleva dos meses saliendo con un cartagenero que la trae loquita, otra razón más para no quererse regresar. Él es uno de los que han intentado que la hermosa rubia aprenda a hablar español, y la corrige todo el tiempo. Pero sus esfuerzos hasta la fecha han sido en vanos.

Kristy es la australiana más champetúa que alguna vez había conocido. Es brutalmente divertida y tiene un sentido del humor extremo. Se enamoró de la ciudad y, como me dijo quien me la recomendó: “es más cartagenera que un poco”. 

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