Facetas


Una voz por los Montes de María

EL UNIVERSAL

08 de enero de 2017 12:00 AM

Por: Hernán Pimienta Vásquez. Cuando la gente ve pasar a Luis Vásquez Reyes murmura en voz baja que tiene “el golero en el hombro”.

Este sanjacintero de 52 años, hijo de un campesino y una artesana, es un abanderado en la defensa de las víctimas que dejó el conflicto armado en los Montes de María. Integra la mesa de víctimas de El Carmen de Bolívar y la mesa de Restitución de Tierras.

Consciente de los riesgos a los que se expone a causa de la labor que desarrolla, Luis asumió la responsabilidad de liderar los procesos de reconciliación, reparación integral a las víctimas y restitución de tierras, en esta zona donde la violencia se hizo sentir de las formas más crueles y degradantes.

Desde muy joven hizo parte de diferentes asociaciones, así que cuando cursaba noveno grado en el Instituto Agrícola del pueblo, sus cualidades de líder juvenil eran reconocidas por mucha gente.

Esta popularidad lo llevó a ser “escogido” por militantes de un grupo armado ilegal, que comenzaron a contactarlo y a tratar de convencerlo para que se uniera a sus filas. Pronto la presión fue tan fuerte que lo obligaron a abandonar sus estudios y su pueblo para evitar un reclutamiento forzado.

¿Cómo llegaste a convertirte en representante de víctimas?

- Fue un largo camino, desde joven me interesé por esos aspectos. Cuando mi padre se vio obligado a abandonar su parcela que estaba en un sitio conocido como El rincón, me propuse defenderlo y a todos los campesinos que estaban en la misma situación.

El campesinado fue la principal víctima de la violencia. Muchos fueron asesinados, acusados injustamente de colaborar con tal o cual grupo armado, muchos otros fueron despojados de sus tierras, razones de sobra para hacer parte de la mesa de víctimas.

¿Tienes apoyo de tu familia?

- Mi familia ha sido siempre importante para mí y aunque en principio no estaban de acuerdo con mi decisión, con el tiempo llegaron a respetarla y aceptarla. Hoy más que nunca siento que cuento con ellos. Mi esposa y dos de mis hijos viven allá porque no aguantaron tener que estar de un lugar a otro por cuestiones de inseguridad, así que un día decidió dejarme.

Actualmente tengo otra relación y un hijo, pero tampoco me acompaña por las mismas cuestiones.

¿Cuántas veces te han amenazado?

- Muchas veces. Personas que no se identifican y otras que dicen ser de un grupo antirestitución me han hecho llamadas. Me insultan a cada rato, me dicen frases soeces, me tratan de guerrillero, me amenazan de muerte, y con hacerles daño a mis hijos. Nunca sé cómo logran averiguar mi número de teléfono.

¿Has sentido miedo?

- Sí, pero no por mí, sino por mis hijos. Un día uno me llamó y me dijo, “¿ Te sientes muy seguro con tu camioneta y tus guardaespaldas? Pues te diré que conozco toda la rutina de tu hija, qué camino coge, con quiénes anda”. Mi hija estudiaba aquí en San Jacinto. Me quise volver loco buscándola, cuando la hallé la llevé a la casa y le dije que preparara sus maletas porque se iba para Bogotá.

¿De alguna forma te marcó el crimen de tu hermano?

- Cuando los paramilitares asesinan a mi hermano Óscar Vásquez, al señor Gregorio Ortega y al señor Guillermo Pertuz, ya estaba metido en este cuento. Muchas veces pienso desistir, pero al final el deseo de encontrar a los asesinos de mi hermano y a los autores de tanta barbarie me impulsa a seguir adelante.

¿Qué crees que es lo mejor de tu trabajo?

- Lo mejor es ver las caras de las personas a las que he podido ayudarles y que no encuentran cómo agradecer.

¿Has recibido ayuda de las autoridades locales en tu labor?

- A nivel local y departamental la ayuda que he recibido es poca. La mayoría de diligencias las tengo que hacer en Bogotá, donde encuentro personas dispuestas a ayudar.

¿Apoyas el proceso de paz?

- Totalmente. Espero que se logre una paz duradera y estable y que se conozca la verdad que esperan las víctimas.

                                                 (...)
Más que un golero, Luis Alfredo carga en realidad un compromiso con una sociedad que aún tiene las heridas abiertas.

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