Facetas


Walberto Ahumedo Sierra: El profeta del comentario

JOHANA CORRALES

26 de agosto de 2012 12:01 AM

Pronto se cumplirán 40 años desde que el periodista Walberto Ahumedo Sierra se sentó por primera vez en una cabina a hacer radio.
Era 1969 cuando jugaba en un equipo local de béisbol, y un reconocido periodista radial de la época, Robinson Suárez, le hizo una entrevista en el campo de juego.
Sus respuestas llamaron tanto la atención del veterano, que lo invitó inmediatamente a que comentaran juntos el segundo partido.
Esa experiencia lo marcó para siempre. De ahí en adelante comenzó en firme su sueño de ser narrador deportivo. Sin embargo, recuerda que desde muy niño se sentía atraído hacia este medio masivo de comunicación.
Su madre se dedicaba a comercializar productos del extranjero, en especial de Panamá. Y, dentro de los artículos que traía, siempre venían varias grabadoras, las cuales Walberto usaba antes de que se vendieran. Se ponía a grabar partidos de béisbol que él mismo se inventaba y se transformaba en cuestión de segundos en uno de esos grandes genios de la narración, a quienes tanto admiraba.
Siguió comentando con Robinson Suárez, hasta que uno de esos días, cuando iba conduciendo el camioncito de su padre con la intención de  a ir a practicar al estadio 11 de Noviembre, le dio el “chance” al periodista Luis Alberto Payares Villa.
Payares, quien era su vecino en el barrio El Bosque, le dijo que lo había escuchado por la radio y que iba muy bien.
Al poco tiempo de esta conversación, lo invitó a que lo acompañara en su programa Visión del Deporte, años más tarde Puntos del Deporte, que se transmitía por la emisora Radio Vigía, de la cadena Todelar.
Durante todo ese tiempo aprendió las mañas del oficio. Se formó como un periodista integral. Se enamoró de la radio y se percató de la influencia tan grande que tenía sobre sus oyentes. Por eso, día tras día, intentaba ser mejor profesional.
Caso parecido le ocurrió con el gran Napoleón Perea. Éste también lo felicitó por su proceso junto a Payares Villa y le abrió las puertas para que trabajara con él y siguiera su formación.  Trabajaron juntos durante 20 años. Fue su comentarista principal y se hicieron grandes amigos.
Sitúa la mejor época de la radio entre el periodo del 69 hasta el año 88, cuando estaban Melanio Porto Ariza, Napoleón Perea, Luis Alberto Payares y una cantidad de jóvenes, entre ellos él mismo, detrás de los micrófonos.
Recuerda con agrado aquellos años en que se jugaba buen béisbol en la ciudad. Cuenta que eran alrededor de seis emisoras las que hacían las transmisiones locales.
“Eramos conscientes de que la sintonía la tenían Napoleón Perea y Payares Villa. Sólo cuando los suplentes de ellos tomaban la palabra, los otros periodistas tenían la oportunidad de meterse en la pelea y equilibrar las acciones. Pero cuando estaban los dos, no había nada que hacer. El más sobresaliente en materia de béisbol y boxeo era Napoleón”, explica Ahumedo Sierra.
Dice que la gente en los partidos, aunque los estaba presenciando en vivo y en directo, sentía la necesidad de sintonizar las emisoras. Walberto y sus compañeros sabían si los estaban o no sintonizando, cuando escuchaban sus propias voces en los radios de los fanáticos.

El profeta del comentario
Tenía la facilidad de predecir las jugadas y de acertar con los movimientos que hacía el manager en cada juego. Por eso, el periodista Alfonso Cabrera Altamiranda lo apodó “El Profeta del Comentario”.
“Recuerdo que se me hacía muy fácil predecir lo que iba a ocurrir. Como había jugado béisbol, sabía qué podía hacer el manager en determinado momento. Entonces, me adelantaba y atinaba. La gente que estaba escuchando, volteaba y señalaba hacia la casilla de transmisión como reafirmando que yo lo había dicho”, cuenta.
Payares Villa decía en broma que les prohibía a los técnicos de los equipos escuchar radio, porque entonces sabrían cuál decisión tomar.
“Yo decía: ‘va a entrar y va a quitar al pitcher’. ‘Este jugador yo creo que lo han traído para tocar la pelota’ y efectivamente así ocurría. Era impresionante, pero quizás era que como yo había jugado béisbol, me atrevía a decir esas cosas”, agrega.
Hasta ese momento había trabajado como comentarista, pero su verdadero sueño siempre había sido ser narrador. Pese a esto, su maestro, Payares Villa, no estaba muy de acuerdo.
“Luis Alberto nunca quiso que yo me dedicara a ser narrador. Me decía que yo era muy buen comentarista, que era el mejor del país, y que si me convertía en narrador no iba a hacerlo tan bien, porque no tenía lo que se requería”, rememora Walberto.
Relata que al fallecer Napoleón Perea, Payares Villa se enfermó y Emiro Bertel Torrente se dedicó a su profesión de docente y Cartagena se quedó sin narrador deportivo. Aunque en ese momento el interés por el béisbol y el boxeo había bajado, Walberto vio la oportunidad de convertirse en narrador; y así lo hizo, consiguiendo como comentarista a Freddy Jinete.
“Freddy y yo hicimos una llave insuperable al punto que los únicos que transmitíamos béisbol profesional aquí en Cartagena éramos los dos. Y yo no es que sea un gran narrador, pero como conozco del tema, matizo con otras cosas y he tenido buena aceptación”, dice.
Desde que decayó el béisbol en la ciudad su rutina cambió totalmente. Antes tenía más trabajo: después de un día entero en la emisora, se iba para el estadio a narrar 3 o 4 veces a la semana los partidos que se hacían.
Ahora, cuando llegan las 5 de la tarde, se encuentra en su casa descansando y compartiendo con su familia.
Walberto vive en el barrio El Campestre con su esposa Guadalupe Domínguez. Tiene 3 hijos: Walberto, Maritza y William, de 10 años de edad.
Aunque se considera un periodista especializado en béisbol y en boxeo, afirma que es muy bueno comentando atletismo, porque cuando estuvo más joven fue un atleta activo y representó a Bolívar en más de 10 campeonatos nacionales.
Esa experiencia le dio la oportunidad de conocer el deporte en su interior y de trabajar comentándolo en varios eventos internacionales que se han realizado en la ciudad, como los pasados Juegos Centroamericanos y del Caribe.
Extraña la radio de antaño por dos razones: la primera, y más importante, tiene que ver con los periodistas que estaban al aire en esa época; y, la segunda, con el sentido de pertenencia que existía hacia la empresa que contrataba el servicio.   
“La sapiencia de esos compañeros en materia de béisbol era increíble. Se extasiaba uno hablando con ellos. Otra debilidad es que las emisoras ya no te emplean, tienes que pagar para hablar. Entonces, uno no tiene ningún compromiso con el medio en ese sentido”, aclara.
Sobre las nuevas generaciones, dice que los periodistas no son tan consagrados como hace algunos años, y que no profundizan lo necesario para llegar a ser grandes profesionales de la comunicación.
“Sin ánimo de desacreditar a las nuevas generaciones, los jóvenes no están empapados en los temas. Están ahí por estar. Parece que no sienten la radio. Llegan con la idea de ganarse un dinero o por obtener popularidad. Yo duré muchos años haciendo esto por amor al arte”, comenta.

No recomienda estudiar periodismo
Si algo ha aprendido durante todo este tiempo en los medios, es que el periodismo es una profesión muy difícil y las probabilidades de fracasar son mayores a las de conseguir un trabajo estable.
Él mismo ha sido testigo de ello. Incluso, su hija estudió Comunicación Social y nunca pudo conseguir un buen empleo. Vive de un negocio que puso para poder pagar sus gastos.
“Cuando me preguntan si recomiendo estudiar periodismo, digo que no. Es una profesión en la cual se pasan muchas dificultades. Si no se está en un medio oficialmente contratado, la subsistencia es dura. A veces a uno le toca andar como pordiosero pidiendo las cuñas para poder vivir”, dice.
Sin embargo, sigue enamorado como desde el principio de la radio por la posibilidad de estar cerca de los oyentes. Ese contacto permanente es lo que no lo deja abandonar  los micrófonos.
“Recientemente, estaba en mi carro, esperando el cambio de semáforo, y una buseta quería pasar primero que yo. Yo tenía mucha rabia y, de un momento a otro, el sparring me sacó la mano y me gritó: ‘viejo Walbert, pare, déjeme entrar’”, expresa riéndose.
“Hay personas que me saludan y no tengo la menor idea de quiénes son. Ese público que está detrás del radio es el mismo que me motiva después de casi 40 años a entregarme con pasión a este oficio”, puntualiza.

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