Confiesa que iba a ser cura. Es más, su trabajo como lector de la santa misa para los enfermos por televisión, fue el gancho para que varios empresarios se interesaran en su voz.
William Vinasco Ché, el hombre que narra con más caché en el país, tuvo su primera experiencia en los medios en el Campeonato Mundial de Locución, dirigido por Armando Plata, en donde hablaron al aire por cuatro días en una emisora conocida como Radio Tequendama.
Luego de participar en múltiples programas radiales, tuvo la oportunidad de dirigir y más adelante de comprar emisoras. La primera de ellas fue Acuario, hoy Vibra.
Se retiró de la narración deportiva en el Gol Caracol para lanzarse a la Alcaldía de Bogotá y, justo cuando finalizó su candidatura, RCN lo llamó para que formara parte del equipo de la Fútbolmanía.
Es un encanto de hombre, gran conversador y tiene un mundo de divertidas historias por contar. Se burla con facilidad de sus defectos y tiene un perspicaz sentido del humor.
Dialogamos en su apartamento, del barrio Castillogrande, y nos contó, entre otras cosas, cómo conoció a la que hoy es su esposa, qué tanto le heredó a sus padres, la entrevista que más recuerda y el personaje que menos disfrutó entrevistando.
Hábleme de su familia: ¿Qué tanto tiene de la personalidad de sus padres?
Creo que tengo más cosas de mi papá que de mi mamá. Mi mamá se llama Tulia, tiene 96 años; mi papá falleció hace ya como 15 años, se llamaba Jorge. Tengo cinco hermanos. Todos somos de Bogotá, excepto el mayor, que nació en el Valle.
¿Cómo se conoció con su esposa?
Fui a dictar una conferencia a la universidad donde Alma estaba empezando sus estudios de Comunicación, y me pareció muy bonita. Estando en la conferencia, como todos me habían hecho preguntas, dije: “Todos me han preguntado, pero la que yo quiero que me haga una pregunta no me la hace”.
Después esperé a que ella se graduara (fíjate la paciencia mía). El día de la graduación me le aparecí. Le dije que me gustaba mucho y empezamos a salir. Ya este año cumplimos 30 años juntos y ha funcionado bien. Ella me ha valorado. Tenemos un hogar chévere. Son tres hijos: Karen, que tiene 30 años; el segundo tiene 18 y el tercero tiene 16.
Usted, aparte de narrador deportivo, también es empresario. ¿Cómo le va con su restaurante en Bogotá?
Hemos diversificado un poco, así que no sólo estamos en la radio, sino también vinculados a la comida. Tenemos un restaurante que se llama Santa Costilla, chuparse los dedos es de buen gusto, es de buena educación. Es un restaurante de mucho éxito. Es muy difícil conseguir mesa, porque son las mejores costillas de la ciudad y, yo diría, del país.
Cuénteme una anécdota de su oficio como narrador...
Mi esposa siempre me recogía cuando tenía una transmisión en Bogotá. Entonces hubo problemas con el partido. Se alargó. De modo que perdimos el vuelo. No sabía cómo avisarle a Alma y dije al aire que esa noche no me esperara en la casa. Esa frase se volvió famosa a partir de ese momento, pero nadie sabía cómo era la cosa.
Una vez llegué a México a transmitir un partido y yo hacía la instalación del equipo. Era técnico, comentarista, narrador, y locutor comercial. Cuando llegué, se me acercó un periodista mexicano y me dijo: “Lo veo ahí como con problemas. Si quiere le doy la mano”. Le dije que sí.
“Edison Castaño llega al remate, le pega fuerte, esa pelota al marco”, le doy el paso para que comente y dice: “Nada más un trisiquito más abajo y estaba usted desgañitado cantándose el primero”. Chistosísimo, parecía un Chapulín, una locura, se volvió famoso en Bogotá. Ya después se pulió y no era tan bueno.
¿Cuál fue el oso más grande que le pasó estando en vivo?
En el Mundial de Estados Unidos, en la final de Italia y Brasil, me contrató la televisión ecuatoriana para que transmitiera, y resulta que en las cabinas sólo ponen dos asientos por medio, uno para el narrador y otro para el comentarista. Y justo detrás de nuestras bancas había un foso. Y bueno, cuando finalizó el partido yo agradeciendo a nuestros hermanos del Ecuador, diciendo que me sentí como en casa. Me emocioné y me puse en pie. El presidente del canal que me había contratado estaba al lado de nosotros y se sentó en mi asiento. El partido estaba demorado. Como yo estaba de pie, cuando me fui a sentar con el micrófono en mano me fui en el foso de pa’ tras. Todo el mundo muerto de la risa, yo así encartado, no soltaba el micrófono y dentro del foso hablando. Fue la locura. Eso lo registraron como anécdota casi en el mundo entero. Yo lo vi hasta por la televisión italiana.
¿Cuál considera ha sido la entrevista más importante que ha hecho?
En España le robé a Lucho Herrera, que acababa de ganar la vuelta a España, a 100 mil españoles. Lo cogí desde el Paseo de la Castellana y hablé con el narrador más importante de allá, un periodista de mucho prestigio, Pepe García, y le dije que me prestara el helicóptero que estaba en el Santiago Bernabéu. Desde ahí me llevé a Lucho Herrera con sus papás, hasta El Pirulín, donde queda la televisión española. Lo puse a hablar en directo con el presidente colombiano de esa época, Barco; y con Judith Sarmiento.
Andrés Pastrana, el hijo del presidente, que era nuestro director de noticiero de datos y mensajes, no sabía dónde ponerme. Fue un momento bien importante de mi vida periodística por la dificultad para conseguir la entrevista. No era fácil sacar de una locura, que era la terminación de la vuelta de España, al ganador en ese momento que era Lucho Herrera, y llevarlo con sus papás y algunos periodistas en dos helicópteros prestados, que estaban en el césped del Santiago Bernabéu.
El personaje más difícil de entrevistar fue...
Siendo disc-jockey tenía una admiración por José Luis Perales; y entonces el Gobierno argentino me becó y me fui a estudiar Comunicación a Buenos Aires (Argentina); y estando allá, él se presentó en el Festival OTI de la Canción, en el teatro San Martín, y yo fui a entrevistarlo. Él iba subiendo las escaleras y le dije: “José Luis, un saludo para Colombia. Él me dijo: “Vamos, hijo que estoy ocupado ahora”. Terminó su actuación y lo esperé. Me acerqué nuevamente y me dijo: “Pero si eres insoportable”. Después viajé a España a un partido, llegué hasta el hotel donde él se encontraba actuando. No me reconoció y tampoco me dio la entrevista. Me dijo que hablara con su jefe de prensa. Luego, él llegó a Bogotá y yo lo esperé en el Aeropuerto El Dorado. Estaba la moda Perales. No me dio la entrevista. No quiso. Se hizo el difícil. No sé. Me enteré entonces que se había ido para el Aeropuerto Guaymaral y me fui directo para allá a esperarlo. Se me había vuelto una obsesión periodística, y él subió derechito al avión, se hizo el loco y me ignoró. Con el paso del tiempo, se casó con la hija del Tommy Mottola, el presidente de Sony, y entonces ya había pasado de moda y empezó una gira por las estaciones de radio y yo estaba trabajando en un programa que era de máxima sintonía hace 8 años en Bogotá. Cuando llegó a la cabina, dije al aire: “Hoy tengo que contarles una serie de anécdotas que se han presentado con el artista que más he perseguido en mi vida, porque lo admiro profesionalmente, (empiezo a contar todas las anécdotas) pero hoy llega aquí al estudio”. Él estaba rojo, muerto de la pena.
¿A qué personaje no le ha gustado entrevistar?
A Cabas. Es muy serio. No da mucho. A mí me gusta la chispa, la simpatía, hacer informal, coloquial una entrevista. Él es un poco pragmático, como que no entra en el cuento, entonces no fluye tanto la entrevista. Me parece que el expresidente, Álvaro Uribe, termina diciendo lo que él quiere y no lo que uno le pregunta. Lo lleva a uno al escenario de él, lo que él quiere decir. Ricardo Arjona también es muy difícil.
¿Cuál ha sido el miedo con el que ha lidiado gran parte de su vida?
(Pensativo) Yo todavía me pongo un poco de nervioso antes de empezar un partido, pero cuando comienzo la transmisión me gozo el cuento. Tengo mucha información por el auricular, el productor me está diciendo que salude a Europa, que está con nosotros África, que acaba de llegar Inglaterra. El momento antes de empezar, estoy un poquito tenso.
¿Cómo se siente en este momento de su vida?
Muy feliz. Es el momento más importante de mi vida. Tengo un hogar muy lindo, una señora que me ayuda mucho en el hogar y en mi parte profesional. Es como mi consejera, la que dice la última palabra en lo que hacemos. Empezamos ya a pensar un poquito en disfrutar más. En nuestro apartamento acá en Cartagena encontramos un espacio más familiar, bonito. No dejo la disciplina del trabajo. Toda la vida me he levantado a las 4 y media de la mañana para estar pasadas las 5 al aire y siempre llegó después de 10 de la noche a la casa. Por eso, los pocos momentos que podemos estar juntos los aprovechamos al máximo.
¿Qué piensa de Cartagena?
Me encanta. Siempre soñé con tener un apartamento en Cartagena, porque desde la primera vez que vine a la ciudad me encantó, me sedujo. Yo había venido muchas veces cuando estaba con Todelar Radio. Me tocó trabajar con varias emisoras de acá. Transmití unos 15 años el Reinado Nacional de la Belleza. Entonces me fui encarretando con Cartagena, sus costumbres, su gente, me enamoré de Cartagena. Cada vez que veníamos, averiguábamos sobre proyectos de construcción hasta que por fin encontramos uno que nos llamó la atención, pero es la ciudad que más visitamos. Para mí, que he tenido la oportunidad de conocer gran parte de las ciudades del mundo, Cartagena es una de las ciudades más bellas. Es difícil encontrar una ciudad como esta, con tanta belleza urbanística y tanta calidez en las personas. Yo me siento aquí como en la casa. A mí el taxista me llena de anécdotas, en una tienda me saludan, cuando venía a transmitir los partidos del Real Cartagena, terminaba firmando más autógrafos que los mismos jugadores. En los restaurantes nunca hago reserva y no me cobran cover en las discotecas(Risas).
Finalmente, ¿qué le gusta más: el deporte o la política?
–Prefiero el deporte, porque me parece que da tantas satisfacciones; y la política, tantos sinsabores.
Facetas
William Vinasco Ché, prefirió la radio a la sotana
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