Combinar los colores de la ropa que vamos a lucir cada día es un ejercicio generalmente divertido y fácil. Pero, ¿por qué le tenemos tanto miedo a lanzarnos al agua y decidir que nuestra sala blanca puede invitar a un nuevo protagonista –totalmente diferente al negro o al marrón- y decidirnos por un espectacular sofá color naranja chillón, verde manzana o rojo deslumbrante? Pues bien, es hora de perder el temor y comenzar a jugar con uno de los elementos más importantes a la hora de ampliar o disminuir espacios; darles una imagen vibrante o, por el contrario, plácida; reafirmar un estilo y demostrar cómo somos: nos referimos al color.
Lo mejor del color es que nos ofrece una cantidad asombrosa de combinaciones, las cuales –a su vez- sirven a muchos propósitos. Porque además de servir a nuestro gusto personal (que, por supuesto, se lleva una buena parte del porcentaje a la hora de decidirnos por una u otra tonalidad), también activa nuestra imaginación y creatividad permitiéndonos lucir, por ejemplo, un comedor violeta al lado de una pared del mismo color.
Atreverse a usar una buena cuota de tonos diferentes a los pasteles o a los básicos blancos, negro y café nos ofrece resultados espectaculares, como el hecho de dar la sensación de amplitud y luminosidad a un área reducida, con ventanas pequeñas o con un techo muy bajo. O, por el contrario, dar más calidez y acercamiento a un lugar de mayor metraje, techo muy alto y ventanales que dejan pasar bastante luz.
¿Armonía o contraste?
El consejo para comenzar es: si no estamos muy seguros de los resultados a la hora de lanzarnos a la aventura de usar colores intensos en paredes o pisos, deberíamos comenzar a experimentar con solo acentos o detalles en muebles, cojines, cortinas y alfombras.
Luego, el segundo paso. Los diseñadores de interiores aseguran que es definir si queremos colores armónicos entre sí (por ejemplo, violeta y lila) o, por el contrario, contrastantes (naranja, verde y rojo).
En el primer caso, al echar una mirada al lugar, lo primero que nos genera es la sensación de serenidad, tranquilidad, placidez. Esto, porque esos colores se llevan bien juntos -pues ninguno predomina sobre el otro- y además tienen una base común. Incluso, cuando se usan dentro de la gama de los fríos, permiten hasta tres tonalidades distintas, lo que no pasa con los contrastantes.
En el segundo caso, la contraposición entre dos o más colores fuertes nos resulta dinámica, brillante, alegre, vibrante. Y si ponemos algo de blanco como tercer color, ¡perfecto! Este es el preferido no solo para acentuar los otros dos colores, sino que logra aportar frescura al ambiente y luminosidad.
Cuando se decida por dos colores contrastantes, evite acudir a la fórmula 50 – 50. Es decir, no utilice la misma cantidad de los dos, pues el resultado será un espacio sobrecargado. La idea es que una tonalidad domine sobre la otra.
Grandes y pequeños
Generalmente, se indica que las habitaciones de los adultos deben mostrar tonalidades relajantes; las de los bebés, colores pasteles; las de los adolescentes, estimulantes y chillones; y que las áreas sociales aceptan casi todas las combinaciones. Lo importante aquí es no tomarse esas reglas al pie de la letra y mejor adaptarlas a nuestro gusto personal, estilo y funcionalidad.
Con relación a este último aspecto, es un hecho que la mayoría de nosotros tendemos a pintar toda la casa o el apartamento de un mismo color, así como a elegir muebles que “le salgan” a ese color. Y olvidamos que la función del salón comedor no es la misma que la del estudio o de la habitación principal. Entonces, ¿por qué no darle a cada uno su propia “personalidad” a través de una pared, un mueble, cortinas, almohadones, alfombras o cuadros en colores contrastantes o armónicos? Por ejemplo, podría optar por dos colores fuertes y contrastantes solo en un muro de la habitación o en la pared más pequeña o en la cabecera de la cama.
No obstante, hay una norma que es mejor no pasarse por alto. Los colores claros “crean” ambientes espaciosos y los oscuros los achican. Por fortuna, en cada una de esas divisiones encontramos una variedad maravillosa de tonos que nos permiten movernos con facilidad entre los neutros –como los beiges, ocres, cafés, grises, el blanco y el negro-; los fríos –violeta, verde y azul-; y los cálidos –amarillo, rojo, naranja, rosa fuerte-.
Aunque parezca muy difícil y dudemos de los resultados, es posible combinar acertadamente entre sí colores contrastantes. Lo importante es no excedernos en la superficie (por ejemplo, en las paredes) o en el número de muebles y accesorios que vayamos a lucir.
EL COLOR EN...
Los tonos osados aportan personalidad a nuestra casa, pero es clave tener en cuenta que no todos funcionan en todos los espacios. Y también que cada color nos inspira una sensación. Dos razones para decidirnos, o por el contrario, descartar unos y otros.
- La sala
Los expertos en “leer” las sensaciones que cada color nos da, aseguran que este espacio acepta casi cualquier combinación. Por ejemplo, las parejas contrastantes conformadas por el blanco y el rojo, el negro y el naranja, el azul y el amarillo, el rojo burdeos y el morado, o el blanco con verde limón, resultan cálidas y acogedoras. Si no quiere excederse, opte por una mezcla armónica de tonos pastel.
- El comedor
La idea es usar colores estimulantes de los sentidos del olfato y la vista. Por eso funcionan las tonalidades claras y neutras, siempre y cuando se acompañen de acentos en amarillo quemado, mostaza y terracota. Pero los mejores para cumplir el propósito son el verde oscuro, el naranja, el amarillo y el rojo. Este último, en especial, estimula el apetito.
- El pasillo
Suele ser el área olvidada cuando decidimos cambiarle el look a nuestro hogar y se nos olvida que ese lugar es el primero en recibirnos cuando llegamos a casa o que nos lleva hasta nuestra habitación a descansar.
Como generalmente es estrecho, decídase por colores pasteles (el blanco se usa mucho, pero resulta aburrido en un área que es más larga que ancha). Si tiene la fortuna de un buen metraje, no lo dude: amarillo para iluminar, verde vibrante, naranja al ciento por ciento.
- La cocina
Violeta, amarillo, verde y rojo en los estantes o en las sillas auxiliares, como acento, son ideales.
- Las habitaciones
En las de los adultos se recomiendan colores que den paz y tranquilidad, y si son armónicos…; mejor. Entonces decídase por el azul y el verde fríos o el violeta muy claro (se ve espectacular). Pero si quiere cálidos, opte por la versión menos osada y combinados con otro que disminuya su efecto.
En las de los bebés, se sugieren definitivamente los claros y pasteles por su efecto relajante, tranquilizante y armónico. Por el contrario, en las habitaciones de los jóvenes y en el cuarto de juegos van muy bien los verdes intensos, los morados y los violetas fuertes.
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