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Carolina Cuervo y su relación de odio-amor con la TV

REVISTA NUEVA

25 de octubre de 2014 12:02 AM

Después de tantos años en el oficio, Carolina puede decir que no se enfrenta a nada en la vida como lo hace a un set de televisión. En ese lugar creció, se formó y aprendió la dinámica de un medio al cual quiere renunciar unas tres veces al año, aunque finalmente no lo haga, pues es imposible dejar algo tan apasionante para ella.

Con la literatura, la historia es diferente. Aunque considera que escribir es una de las dos cosas que mejor hace –la otra, por supuesto, es actuar-, llegó a ella por descarte. Cuando terminó el colegio no encontraba dónde estudiar Arte Dramático, así que se inscribió en Literatura, con todas las intenciones de salirse si no le gustaba. Pero el experimento terminó en título, un libro publicado, varias obras para teatro,  una maestría en Escrituras Creativas y una novela casi lista guardada en un cajón.

LA DÍA EN UN SET
- Empiezas a actuar a los cinco años. Después de décadas en la televisión, ¿llegaste a aburrirte alguna vez?

Cuando entré a estudiar en Los Ángeles (en la escuela The actor’s Circle Teatre), tenía la sensación de que mi trabajo podía ser inferior. Pero luego me di cuenta de que nadie allí tenía tantas horas en un set como yo y agradecí los años que llevaba trabajando.  La televisión es una oportunidad que hay que saber capitalizar. Pero eso no quiere decir que no haya momentos en los que la he maldecido y odiado.

La televisión es cruel: los televidentes son crueles, las productoras, los directores, los actores, las jornadas… Es un negocio que por momentos no entiende de arte sino de dinero, no de talento sino de belleza. Y si no tienes la belleza o la edad, todo se hace más complicado. He intentado vivir de otras cosas, pero definitivamente esto es lo que sé hacer mejor. Actuar y escribir. Nada más. Por fortuna ya me quedó claro.

- ¿Crecer en un set te dio la sensación de vivir una vida irreal alguna vez?
He tenido una vida diferente pero bastante real. Tal vez tuve más responsabilidades y aprendí algunas cosas más rápido que las niñas de mi edad, pero en mi casa se encargaron de aterrizarme cada vez que empezaba a subir. Crecí con los pies en la tierra, absolutamente libre e independiente, y en un hogar donde nunca me ha faltado amor.

-¿Salir en Oki Doki era un motivo para ser popular en el colegio o más bien te la ‘montaban’?
(Risas) Los niños y adolescentes tienden a la crueldad. Uno es muy tonto a esa edad, así que siempre hubo de las dos. Estaban los fans generosos, a quienes no les daba pena reconocer que les gustaba el programa; y otros más cobardes, que se escudaban en su ‘montadera’ para no aceptar que no se lo perdían. ¡Lo tenaz era cuando se la montaban a uno en frente del que a uno le gustaba!

- Para algunos niños, de las peores cosas que les puede pasar es que sus padres sean profesores del colegio al que asisten. ¿Qué tan difícil era para ti tener a tu madre (Tony Navia) como directora en Oki Doki?
Nunca fue malo. Ahora que miro hacia atrás, siento que esa familiaridad de la casa se trasladaba al set y nada me daba miedo. Mi madre es una mujer justa, disciplinada y odia la mediocridad. Su acto de amor más grande fue el de nunca permitírmela y dejarme claro que yo seguía en el programa por mi trabajo y no por el parentesco. Creo que el respeto por este trabajo se lo aprendí a ella. 

Era difícil porque no quería fallarle, así que me esforzaba en hacerlo bien y eso me exigía tiempo y disciplina. Además de un poco de presión extra por ser la “hija de la directora”, título que nunca quise ganarme y del que hoy me siento orgullosa de no tener.

- Irse a Los Ángeles, rodar en inglés, estudiar otras técnicas para actuar… ¿cómo afecta tu presente haber pasado por todo esto?
Mi experiencia en Los Ángeles fue determinante. Hay un antes y un después de eso. Doy gracias y me siento orgullosa de haberlo dejado todo aquí para tomar esa decisión. Me fui con la idea de ‘comerme el mundo’, pero para ‘comerse el mundo’ primero hay que saber quién es uno. Y lo que entendí de esos años fue que no tenía ni idea quién era y qué quería, por lo tanto no creía en mí. 

DESCUBRIENDO SU PROPIA VOZ
- ¿Qué te llevó a estudiar Literatura? ¿Sientes que esta vocación también te eligió o tú la elegiste?

La falta de oferta para estudiar Arte Dramático. En esa época lo mejor era irse a estudiar al exterior, pero estaba trabajando y no podía. Así que entre las charlas a las que pude asistir en las universidades, la que más me llamó la atención fue la de literatura. Y dije, ‘pues empiezo para no quedarme sin estudiar y si no me gusta, me salgo’. Pero me gustó.  Esa, parece que sí la escogí.

- Si tuvieras que sacrificar alguno de los dos oficios, ¿cuál sería?
Creo que la actuación me dejará de la misma forma como me escogió, de manera natural. Lo digo porque la vejez en un actor obra con más crueldad que en un escritor y es probable que tenga que renunciar primero a la actuación. Me alegra tener la escritura para mis años de retiro. Creo que si uno lee y escribe nunca está solo.

- ¿Cómo titularías tu autobiografía hasta este momento?
Método infalible para sobrevivir a mí misma.

- ¿Es tu vida una novela de aventuras, cómica, de amor?
Un drama cómico, sin duda. Yo le meto dramatismo, llanto y risa a todo.

- El 2015 parece que será un año muy especial…
Lo que se viene es mucho trabajo, porque vamos a hacer el lanzamiento de Boonet, una plataforma gratuita de difusión de contenidos audiovisuales que creamos junto con Estefanía Piñeres, Daniel Mora y Javier Delgado. Allí van a encontrar cortos y largometrajes, series de ficción, programas de cocina, de entrevistas, de deportes, de humor y hasta tutoriales. Por otro lado, continuaré actuando, escribiendo y dirigiendo para teatro.

- Todavía se habla mucho de tu relación con Fabio Rubiano. ¿Cómo es tu situación sentimental por estos días?
Terminé mi relación con Fabio hace tres años. Desde hace dos soy novia de Javier Delgado, arquitecto y productor audiovisual pastuso con el que me casaré el próximo año. Aunque eso es una chiva (Risas).
 

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