Regresar a Cartagena fue una felicidad total, por fin podía estar un buen tiempo en la que califica como “una ciudad absolutamente mágica”. Las grabaciones de Bazurto la mantuvieron allí durante dos meses, y revivir el ambiente de tranquilidad y amor que le acompañó los primeros 11 años de su vida fue para Matilde “inmejorable”.
Sus antepasados se asentaron en Bolívar hace mucho tiempo; de hecho, sus bisabuelos maternos eran dueños del ingenio más grande del país, ubicado en Sincerín (Bolívar), lugar donde hoy enfoca su tiempo y corazón en la ayuda a niños en condiciones de riesgo, a través de la fundación Gotas de Amor.
Estuvo a punto de estudiar Ciencias Políticas y eso se nota al escucharla hablar sobre el contraste que vive su ciudad natal, la misma que le brindó un tiempo dorado en medio de juegos de tenis y competencias de navegación en el Club Naval. Matilde sabe que allí se formaron sus bases y creencias y se siente afortunada por pertenecer a un lugar tan grato.
ACTUAR… UN LLAMADO.
¿De dónde cree que viene su amor por la actuación?
Por el lado Lemaitre. Somos muy artísticos, así que tenemos “el llamado”. Florina es prima de mi papá y muy amiga de mi mamá, fue ella quien me permitió ver de cerca por primera vez el mundo de la actuación, lo que era ese oficio. Recuerdo cómo le rogaba a mi mamá para que le dijera que me dejara ir a las grabaciones.
Y lo que más me gustaba cuando iba era el olor. Las grabaciones, al igual que los sets, tienen un aroma específico… ¡y a mí me fascina!
Todos somos diferentes y tenemos que encontrar nuestra propia razón de vida; yo siento que ese fue mi llamado, no tengo otra explicación sobre por qué me gusta actuar si se trata de una profesión tan complicada. ¡Porque hay que luchársela!
- ¿Cuándo les dijo a sus padres que quería actuar?
Tenía 15 años. Los dos me apoyaron ciento por ciento. Mis abuelos también, pues habían pasado por eso antes. Entonces empecé a tomar clases desde que estaba en el colegio.
Luego, en 2006, me gradué y nos fuimos a vivir a Buenos Aires. Al regresar entré a facultad de Comunicación Social en la Javeriana de Bogotá y al mismo tiempo hacía casting. Pero cuando estaba estudiando –y pienso terminar algún día-, me llamaron para una novela y tuve que dejar la universidad.
- ¿Qué sintió cuando le dieron ese primer papel?
Soy muy creyente en Dios y la Virgen. Hace ocho años asistía a un grupo de oración y le había pedido a ‘Papá Dios’ con un deseo profundo en mi corazón que me llamaran. Había tenido muchas trabas y hoy entiendo que eso, en el mundo de Dios, también sucede. Además agradezco esas dificultades porque me han hecho una mejor persona… pero en ese momento no lo sabía.
Cuando comencé a ir al grupo me profetizaron que Él cumpliría los deseos de mi corazón y me regalaría bendiciones. ¡Y así fue! Ese primer papel en una novela fue un regalo indescriptible que además me permitió independizarme y pagar todos mis gastos… fue otro escalón, otra etapa.
- Muchas personas creen que pertenecer al medio y ser tan creyente es algo difícil de reconciliar…
Estoy en el medio pero no pertenezco a él. En un momento seguramente sí lo hice. Muchas personas no son cercanas a Dios, otras sí. De todas maneras, ¿quién soy yo para juzgar?
DAR ES DAR
- Viene de hacer dos superproducciones. ¿Es como lo imaginaba?
He hecho grandes amigos y aprendido mucho, pero en lo laboral no lo veo tan grande como cuando miraba en la tele a los actores que me gustaban.
De pronto siento que lo que quiero en este momento es ayudar a la gente y por eso me vinculé a Gotas de Amor, una fundación creada por mis amigos del grupo de oración.
Lógicamente seguiré trabajando, pero en este momento quiero devolver lo que ‘Papá Dios’ me dio. Estoy satisfecha porque se nota el crecimiento actoral, empecé desde abajo y todavía me queda mucho por aprender.
¿Y cuál es la labor de Gotas de Amor?
Tenemos niños en diferentes lugares del país, pues comenzó hace un año largo: Medellín, Cartagena y Barranquilla, entre otros lugares de la Costa. Ahora estamos organizándonos para poder presentar las Siete obras de Misericordia (vestir al desnudo, alimentar al hambriento, etc.), pero yo me enfoco en Sincerín, pues de ahí viene mi familia. Este corregimiento es muy pobre y además de niños con problemas nutricionales, algunos sufren padecimientos motores. Ellos necesitan de todo. Por el momento intentamos conseguirles las sillas de ruedas… al menos. Ahora mismo estoy pensando en ofrecer una cena para recoger fondos, vamos a ver qué pasa.
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