Ser madres es uno de los trabajos menos reconocidos, peor pagos y más desgastantes que existen en el mundo actual, un lugar donde las labores en el ámbito doméstico son cada vez más subvaloradas y en el que educar hijos no es una prioridad para muchas mujeres, lo cual es absolutamente entendible. Sin embargo, aquellas que deciden tener hijos, experimentan ese amor supremo y ese despertar de una parte hasta entonces dormida de su feminidad.
Pero si somos justas, ser madre no solo es difícil por el mundo que habitamos, lo es también porque en ningún lado nos enseñan a serlo. Y así, cada una hace su propio experimento, mezclando las enseñanzas de sus progenitoras o alejándose lo humanamente posible de ellas, según su experiencia. De esta manera, ser madre es un difícil trabajo que dependerá de la curiosidad de cada una y de lo buena autodidacta que pueda ser.
Lo alentador es que cada vez hay más información a la mano para plantearse qué tan buen camino emprendieron en la educación de los hijos. Y en esa búsqueda podrán darse cuenta de que uno de los grandes inconvenientes es no tener un plan de acción concreto o asociar el amor incondicional con la ausencia de normas y responsabilidades, lo cual puede desembocar en un tsunami emocional en el hogar.
Amigas vs Madres
Por estos tiempos, muchas mujeres que asumen la maternidad deducen consciente o inconscientemente que alejarse del modelo autoritario con el cual fueron criadas es necesariamente cruzar el río hasta la orilla contraria, cuando en realidad deberían encontrar una zona confortable en la mitad.
La naturaleza nos delimitó un rol claro en esa relación con los hijos, y no es precisamente el de ser la cómplice o la alcahueta. Tampoco el de pretender conocer hasta el mínimo detalle de sus vidas privadas o celebrarles comportamientos un tanto cuestionables.
Porque para todo lo anterior hay personas que pertenecen a la misma etapa de nuestros hijos en cuanto a edad e intereses se refiere, mientras que nuestro papel será el de guías, espina dorsal de la formación que reciban y gestoras de seres humanos que puedan vivir pleno, incluso enfrentando adversidades.
Por ello es clave saber ejercer la autoridad, para lo cual no es necesario caer en autoritarismos o en un régimen de reglas y castigos insostenibles. La idea es saber mezclar, en las cantidades adecuadas, un soporte emocional constante y unas responsabilidades acordes con la edad de los niños. Debemos saber que la formación comienza desde el útero mismo, porque pretender poner límites cuando son adolescentes, generalmente desemboca en fuertes dolores de cabeza.
Está muy bien vincularlos con las decisiones de la casa, para las dinámicas familiares y las suyas, pero como madres debemos saber que así como no podemos imponernos a toda costa, tampoco es sano dejar que ellos hagan lo propio. Simplemente hay cosas que no se negocian, sobre todo aquellas asociadas con sus rutinas escolares o con las normas que los mantendrán a salvo.
Un estilo ‘democrático’
Generalmente hay tres problemáticas identificadas en los hogares: las madres que le huyen al modelo de autoridad y dejan que sus hijos hagan todo lo que les plazca sin siquiera un llamado de atención, las que saben que deben poner límites pero no tienen idea de cómo hacerlo y las que lo hacen cayendo en los errores del pasado, es decir, volviéndose madres autoritarias que no generan una conexión entre sus decisiones y las razones para tomarlas.
Por eso debemos estar muy claras en lo siguiente: el exceso de permisividad no está directamente relacionado con la cantidad de amor y cuidados que les demos a los chicos. Somos consentidoras por naturaleza y por más independientes que seamos, la necesidad de cuidar y proveer está muy ligada a nuestro género; pero escudadas en eso, muchas madres crían unos verdaderos “mounstritos”.
Y cuando los resultados de tanta permisividad, sobreprotección y ausencia de ley se cosechan, generalmente queda poco por hacer, excepto lamentarse y contar hasta diez antes de buscar soluciones… No gratuitamente cerca de la mitad de las madres modernas –al igual que sus parejas- se sienten desbordadas por los problemas causados por su descendencia, y aunque en teoría saben lo importante que resulta tener una buena comunicación y relacionamiento con sus hijos, en la práctica -para muchas- resulta una utopía.
Entonces, ¿cómo saber si usted está siendo buena madre o pasándose de ‘buena gente’? La respuesta depende de la edad que tengan sus hijos, porque si son todavía pequeños la cuestión es mucho más fácil de resolver que cuando son adolescentes.
Desde la primera infancia es indispensable otorgarles responsabilidades acordes a sus capacidades –recoger sus juguetes, por ejemplo- pero también debemos aprender a decirles “no”, o por lo menos, a mantenernos en las decisiones tomadas. Muchas personas siguen creyendo que los niños de tres años de edad –por poner un ejemplo- son muy pequeños y por esos deben ser concedidas todas sus demandas. Y esa es una subestimación que solemos pagar caro.
A medida que su desarrollo avanza, los niños deben tener más claros y aprendidos los límites y reglas que a la larga delimitan su camino a seguir, obviamente sin que se sientan en un régimen militar en el que no tienen ni voz ni voto; porque entonces conectarán los deberes con las imposiciones y esto puede detonar en múltiples problemáticas.
Tenga un proyecto claro
Debemos recordar algo antes de elegir la forma de educar: la autoridad no se expresa a través de la imposición, así como amar no significa conceder todos los caprichos. Y dependerá de su intención, recapacitación y reconocimiento de sus excesos, la capacidad que tenga de encontrar el punto medio.
Sin embargo, uno de los errores que más cometen las madres en su afán de no perder popularidad con sus hijos es no cumplir o retractarse de un castigo impuesto. Mostrarles firmeza en una decisión, a la larga les da seguridad –pues la interpretarán como una señal de que usted sabe lo que está haciendo- y tampoco dejará espacio para que intenten manipular la situación; así, se ´matan dos pájaros de un solo tiro´.
El tema es que esta actitud debe ser acompañada de un castigo coherente y acorde con la edad, porque si desde los 5 años estamos impartiendo ´penas´ como alejarlos un mes de la televisión, además de ser arbitrario e incumplible, cuando tengan 15 encontrará que el saco de las ‘penitencias’ ya está vacío.
No obstante, hay muchos terrenos donde pueden elegir desde pequeños, pues les ayudará a formar su identidad y a afianzar la relación que sostengan con usted. Porque ser tenidos en cuenta, estar al tanto de sus gustos y problemas, darles espacio para que resuelvan problemáticas adecuadas a su edad y dejar que se equivoquen sin reprobarlos, serán ‘condimentos’ clave a la hora de afianzar un lazo sólido y bello.
Reiteramos que no se trata de ceder constantemente, pues esta actitud incapacita a los hijos en temas tan importantes como asimilar las frustraciones y el desconocimiento absoluto de la forma adecuada de resolver los problemas. Y recuerde, la disciplina y la exigencia también son muestras de amor y ellos están en toda la capacidad de percibirlo.
Las armas a su favor
- Una de las cosas que más agradecen los hijos es que su madre –y esto se extiende al padre también- sepa reconocer sus errores y retractarse cuando se equivoca. El ejemplo es indispensable, y lo que no podemos reproducir es esa premisa de que porque somos madres, sabemos lo que hacemos en todo momento.
- Saber negociar con ellos implica defender las propias ideas y deseos –obviamente con argumentos-. Si usted no lo hace por ceder a todos los caprichos de sus hijos, simplemente no espere algo diferente de ellos en los demás aspectos de la vida.
- Por favor, deje de pensar en la clase de hijos que quisiera tener. Lo realmente importante es educarlos bien para que sean buenas personas y desarrollen todos sus potenciales.
- Eduque hijos modernos, que entiendan que por ser madre no necesariamente debe hacerles todo. Enseñarles a hacer sus cosas generará un ambiente familiar más adecuado y también le dejará más tiempo libre para jugar o compartir otro tipo de actividades con ellos.
- Tómese el tiempo de conocerlos a fondo, no basta con comprarles lo que piden o pasarse de protectora. Saber qué les gusta y aprender a leer su estado de ánimo, es en el fondo mucho más valorado por ellos.
- ¡Paciencia! Muchas veces nos permitimos ciertos tratos injustos por haber tenido un mal día laboral o una pelea con la pareja, y eso solo puede desestabilizar la relación familiar.
- Los seres humanos necesitamos comprensión, que se pongan en nuestros zapatos, y nadie como una madre está capacitada para hacerlo. No sea la excepción.
Asesoría: doctora Sonia Velásquez, sicóloga de familia con experiencia en conflictos familiares. Sonia.velasquez1975@gmail.com
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