Hace 36 años, Robert Edwards, médico británico creador de la fecundación in vitro logró que naciera Louise Brown, el primer humano de ‘probeta’. Este acontecimiento le dio la vuelta al mundo y atizó uno de los debates más polémicos sobre el papel de la ciencia en asuntos que a lo largo de la historia solo fueron manejados por Dios. Aun así, los beneficios brindados por este descubrimiento a millones de parejas lo hicieron acreedor en 2010 al Premio Nobel de Medicina.
El avance científico tendrá siempre defensores y detractores. Pero sin duda alguna, ayudar a concebir a una pareja que desea más que nada tener un hijo, es uno de los propósitos que alienta a los especialistas a seguir sus investigaciones. Por supuesto abundan los documentales y artículos especializados que plantean posibilidades como, por ejemplo, elegir la información genética de los bebés para hacerlos más rubios o inteligentes, pero definitivamente este tipo de objetivos es “bastante cuestionable éticamente” (en palabras de los asesores de este artículo).
Por ello, la tendencia actual es desarrollar métodos que combatan los índices de infertilidad y prevenir el desarrollo de enfermedades o padecimientos que le impidan a ese futuro ser llevar una vida normal. Y creemos que hasta ahí podemos estar de acuerdo en su impacto positivo.
Una mirada al futuro
Aunque en los últimos años un grupo de científicos trabaja en la posibilidad de crear placentas artificiales para ayudar a bebés prematuros a terminar su desarrollo, aún no parece estar cerca la realidad de gestarlos allí completamente; un “avance” que según algunas voces, pondría definitivamente a las mujeres en igualdad de condiciones con respecto a los hombres a la hora de concebir.
Pero antes de polemizar sobre este tema, debemos saber que todavía estamos muy lejos de esa posibilidad; por el momento, la tendencia mundial en materia de reproducción es controlar los nacimientos múltiples y prolongar la fertilidad con el congelamiento de óvulos, además de perfeccionar tratamientos ya existentes como algunos que usan la fecundación in vitro.
La reproducción asistida
Cuando una pareja busca ayuda para concebir, ya sea por un caso de infertilidad o porque quiere ‘posponer’ el alumbramiento sin correr riesgos, el primer paso es practicar una serie de exámenes a los dos, buscando construir la historia clínica y determinar la posible causa de infertilidad. Además de exámenes de sangre, lo reglamentario en las mujeres es hacer una ecografía para ver en qué condiciones están los ovarios.
Por su parte, en los hombres se acude al espermograma, el cual valora la cantidad, morfología y demás características de los espermatozoides. Se supone que el número normal es de 20 millones por mililitro, pero la cantidad no es el único valor determinante. Para estar seguros de la fertilidad del hombre, es necesario evaluar también movilidad y morfología. En cuanto a la primera, puede haber cuatro tipos distintos: los que se mueven rápido, los que lo hacen lento, los oscilantes y los inmóviles.
Cuando se trata de analizar la morfología, se cuentan mil espermatozoides para valorar sus diferentes partes. En la cabeza, por ejemplo, básicamente hay dos zonas diferenciables físicamente: el acrosoma, un lugar de almacenamiento enzimático necesario para garantizar la entrada al óvulo, y el núcleo, recipiente del material genético que determinará toda la información del futuro humano.
La otra parte es el segmento intermedio, encargado de unir la cabeza con la cola, pero su labor principal es proveer de mitocondrias al espermatozoide para que este tenga la energía suficiente y pueda desempeñarse óptimamente. Por último, la cola garantizará su movilidad.
Los resultados de estos exámenes determinarán la elección del tratamiento adecuado. Los más “populares” en la actualidad son la inyección introcitoplasmática de espermatozoides, ICSI, (indicada cuando hay problemas en el hombre), y la fecundación in vitro tradicional.
Esto es explicable en parte cuando se conocen los porcentajes de infertilidad, pues los casos femeninos y masculinos están en el mismo rango, con un 33 por ciento. El porcentaje restante corresponde a casos mixtos, es decir, los dos tienen dificultades, y por último, casos poco comunes en los que ambos, clínicamente, están bien pero aún así no logran embarazarse.
Una inyección de vida
Uno de los tratamientos de alta complejidad es el ICSI, que consiste en seleccionar los mejores espermatozoides de una muestra tomada previamente para ser inyectados de a uno en cada óvulo con el fin de asegurar la fertilización.
Para comenzar, con una ecografía transvaginal se identifica el momento del ciclo menstrual de la mujer con el ánimo de inducir -a través de medicamentos (hormonas principalmente)- la ovulación y así lograr reclutar varios folículos para obtener de esta manera los suficientes ovocitos para fertilizar in vitro.
El primer día de la regla se administra la primera inyección con una sustancia llamada foliculoestimulante, que como su nombre lo indica, se encarga de estimular los folículos para que los óvulos crezcan y maduren. También se usan otros medicamentos con Hormona Luteinizante (LH), y así pasan de 8 a 10 días hasta que los óvulos están lo suficientemente maduros como para extraerlos.
Así, a la paciente se le practica una punción (en sala de cirugía con anestesia), la cual se hace con la ayuda de una ecografía transvaginal. Una vez adentro, la aguja aspira para obtener los ovocitos y almacenarlos en tubos de laboratorio. El líquido obtenido es revisado y limpiado con el ánimo de encontrarlos y así, con medios especiales de cultivo, se ponen en incubadora durante un tiempo, simulando las condiciones del cuerpo hasta el momento de la microinyección.
Mientras tanto, el hombre recoge su muestra de semen a la cual se le hace una “capacitación seminal” para seleccionar los mejores espermatozoides. En este momento del tratamiento puede optarse por inyectarlos de a uno en cada ovocito con la ayuda de un microscopio apto para micromanipulaciones, o realizar una fecundación in vitro tradicional en la que se ponen en el mismo cultivo de los óvulos para que naden a su alrededor y así lograr eventualmente la fertilización.
Sea cual sea la técnica, al día siguiente se revisa que efectivamente haya fertilización, un proceso que se evidencia por la presencia de dos pronúcleos: uno proveniente del óvulo y otro del espermatozoide. En el día 2 y 3 continúan dividiéndose, y así hasta obtener el embrión.
En condiciones artificiales pueden estar hasta el día 5, momento en que se hará la transferencia al útero con la ayuda de un catéter y sin anestesia (pues es un procedimiento muy sencillo). Una vez allí ocurre la implantación, y salvo casos específicos, el embarazo seguirá su curso de manera normal.
Embarazo múltiple, la mayor complicación
Tal vez hace 50 años pensar en alquilar un vientre o lograr concebir con métodos in vitro parecería cosa de locos. Pero en la actualidad, más que seguir descubriendo técnicas reproductivas antes impensables, los esfuerzos se están concentrando en perfeccionar las ya existentes para frenar los nacimientos múltiples, tan comunes cuando se acude a técnicas de reproducción asistidas.
Naturalmente, desde que se inventó la fecundación in vitro, tanto los equipos como los protocolos han evolucionado, y con ello, el control de nacimientos por parto. Lo que sucedía hace unos años es que la calidad de los embriones obtenidos en el laboratorio no tenía muchas expectativas de implantación, y por ello se trasferían varios para garantizarla.
En la actualidad se pasan normalmente dos, pues las posibilidades de implantación de cada uno de ellos son del 50 por ciento. Y como es natural, los dos podrían pegarse y resultar en un embarazo gemelar; sin duda alguna, con esta precaución se han reducido los nacimientos de trillizos y cuatrillizos.
De todas maneras, la meta a nivel mundial es lograr las transferencias uniembrionales y lograr un embarazo exitoso. Pero el número de embriones transferidos no es el único detonante de esta situación. Se ha sabido que pasarlos en una etapa conocida como blastocisto (seis días de gestación), genera un mayor riesgo de desembocar en un embarazo múltiple.
La postergación de la fertilidad
Aunque la congelación de óvulos logró hacerse por primera vez hace 10 años, solo ahora ha comenzado a ser popular en el país. Lo cierto es que esta técnica ofrece muchas posibilidades a mujeres que por distintas razones quieren conservar la calidad de óvulos más jóvenes para procrear tiempo después.
Por ejemplo, cuando una persona es diagnosticada de cáncer a tiempo, la recomendación -sea hombre o mujer- es congelar los óvulos o el semen, porque generalmente las quimioterapias y demás protocolos para tratar la enfermedad son potencialmente dañinos para la fertilidad. (Lo mismo cuando hay casos peligrosos de paperas en los hombres o de endometriosis en las mujeres).
Cuando se trata de los hombres, la toma de la muestra es muy sencilla, no gratuitamente se congela semen hace 50 años. En cambio, en el caso femenino, se requiere de una punción similar a la ya explicada para aspirar los óvulos y luego poder congelarlos por un lapso prácticamente indefinido.
Otras candidatas ideales para esta técnica son las mujeres que quieren primero alcanzar sus metas profesionales y laborales antes de ser madres, pero que no desean arriesgarse a recibir sorpresas desafortunadas por el hecho de concebir después de los 40. Lo que pasa es que la cantidad de óvulos que va a producir cada mujer está determinada desde el nacimiento, y éstos envejecen progresivamente de la misma forma como lo hace todo el organismo.
Por ello, aunque el cuerpo no está necesariamente diseñado para tener un embarazo después de los 40, lo más importante para evitar complicaciones es que los óvulos sean jóvenes, pues a través de medicamentos (que de ser necesario se suministran durante toda la gestación) puede acomodarse el útero y el endometrio para evitar cualquier tipo de riesgo.
No obstante, independientemente de la razón para acceder a estos tratamientos, lo cierto es que más del 10 por ciento de las parejas en el mundo han llevado a feliz término la concreción de un nacimiento gracias a estas técnicas, así que vale la pena poner a prueba los límites mentales y reconsiderar las posibilidades entregadas por la ciencia.
No sabemos si el día de mañana los niños nazcan masivamente en los laboratorios o si las mujeres renunciarán a la labor que les fue entregada por la naturaleza. Lo que está claro hasta aquí es que hoy existe esperanza para todos aquellos que por más que lo desearon no lograron prolongar su estirpe, o que por tratamientos invasivos como las quimioterapias han perdido buena parte de su fertilidad.
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Asesoría:
Doctor José Ignacio Madero, Médico Magister en Ciencias, director de MediFértil.
Doctora Claudia Rocío López, embrióloga, directora del Laboratorio de Reproducción Asistida en MediFértil.
Doctor Juan Sebastián Sáenz, biólogo, embriólogo en MediFértil.
www.medifertil.com
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