En la década de los años 60, la mayoría de la población colombiana se concentraba más en las áreas rurales que en las ciudades. Pero gracias a las recomendaciones del economista canadiense Lauchlin Currie, el país debía volcarse del campo a las ciudades, de tal manera que se creara un modelo de ciudad capital principal y varias intermedias a su alrededor.
Desde entonces, ciudades como Bogotá, Medellín, Cali, Barranquilla, Bucaramanga, Cartagena y Pereira, entre otras, han crecido rápidamente convirtiéndose en importantes centros de desarrollo. Sin embargo, ese proceso de crecimiento se realizó sin ningún tipo de planeación urbanística y la superpoblación vehicular pronto superó la infraestructura existente.
Aunque puede sonar muy trillado, este fenómeno detectado desde hace mucho tiempo por las administraciones locales no ha tenido un doliente verdadero que pueda reaccionar rápidamente ante el crecimiento desbordado. Ya en 2006 la Contraloría General de la República vaticinaba el problema de movilidad en todas las ciudades, generado por la sobreoferta vehicular, la deficiente calidad de la malla vial y la ineficiente señalización, entre otros factores.
Los embotellamientos en Medellín, Cali y Bucaramanga no son exclusivos de las horas pico, sino que son una constante durante todo el día. Medellín, por ejemplo, cuenta con una infraestructura vial en buen estado, aunque se queda corta ante al crecimiento vehicular. El problema radica en que no hay las suficientes vías para mejorar la conectividad de la ciudad. El crecimiento del parque automotor es mayor tanto en autos como en motocicletas, pero la construcción de vías no compensa ese considerable aumento.
En el caso de Cali, la situación tampoco es la mejor. Los cerca de 2.000 kilómetros de vías que reciben un promedio de 50 mil vehículos nuevos cada año no son suficientes para recorrer la “sucursal del cielo”. Se carece de nuevas vías y las que existen están en regular estado. Además, el sistema de semaforización no es el mejor y tampoco se cuenta con la cantidad suficiente de agentes que controlen el tráfico.
En Bucaramanga, Barranquilla y demás ciudades ocurre algo similar. Pese a los estudios, las autoridades sólo atinan a restringir, mientras pasa el tiempo en estudios para mejorar la movilidad. Todo esto trae consigo un incremento sustancial en los tiempos de viaje y un gran deterioro en la calidad de vida de los usuarios, que cada día nos vemos más afectados en nuestras actividades diarias.
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