La semana pasada se celebró el mes de los abuelos. Coincidió con el cumpleaños ciento cinco de la Abuelita Esther, fecha que motivó una carta de su bisnieta de 14 años, Camila. La carta expresa unas realidades que evidencian la importancia de fomentar las relaciones entre abuelos y nietos ya que éstas juegan un papel muy importante en la salud psicológica de los niños como de los mayores.
La majestad de la edad irradia y transmite con inusitada facilidad valores que son aprehendidos de manera irresistible, casi mágica por los niños y así lo expresa Camila en estos apartes:
“Abuelita Esther,
Resistencia, fuerza, amor, cariño, respeto, y muchísimo más, son las cosas que no sólo yo, como bisnieta, sino todos los nietos, hijos y bisnietos han aprendido de ti.
A mis 14 años, siendo tu bisnieta más grande, no puedo parar de admirarte. Todo lo que has vivido se ha convertido en una inmensa sabiduría; todo lo que has oído lo has transformado en gigantes bloques de conocimiento; de todos tus errores has aprendido, pero todo el amor que has sentido lo has esparcido a toda la gente que conoces.
Está marcado en mi infancia llegar a Cartagena y pensar en la abuelita Esther, el abuelito Aristóbulo y la tía Muñe. Llegar al edificio Doral, ser recibida por Félix, subir corriendo por las escaleras, saludar a todo el mundo y sentarme horas a tus pies a oírte recitar poemas y canciones. Unos años después puedo decir, que no me sentaba allí por la belleza de los poemas, porque la verdad no entendía mucho. Me sentaba allí para poder mirarte ilimitadas horas, para entender cómo una sola mujer era capaz de tener tanta belleza y ternura a la vez.”
Es clara la influencia de las generaciones anteriores en la educación de las subsiguientes en la cultura, buenas maneras, costumbres familiares… No en vano se dice que la educación de los padres comienza cincuenta años antes. Y lo refrenda así la carta:
“Sé que fuiste la mejor mamá porque tengo la mejor abuela, sé que fuiste la mejor abuela porque tengo la mejor mamá, y sé que eres la mejor bisabuela por experiencia propia.”
La fuerza del ejemplo inspira y motiva a imitar el modelo ideal que se admira:
“¿Qué espero yo te ti? Fácil, ¡Nada! No espero nada de la mujer perfecta, nos has sorprendido mucho. No sería razonable que pidiera más.
¿Qué espero yo de mí después de conocerte? Espero poder crecer con tu misma fuerza, tu mismo carisma, tu misma capacidad de amar, pero sobre todo, espero poder crecer y ser una mujer exitosa como tú.”
La gratitud es la virtud que nos lleva a tomar conciencia de los dones que recibimos cada día, a valorar la generosidad del que nos los da y a mover nuestra voluntad para corresponder a estos dones, aprovecharlos, desarrollarlos y ponerlos al servicio de los demás. Y así termina Camila su carta:
(…) “Aunque no hables mucho, sé lo que piensas con sólo mirarte: Con esa sonrisa pícara y esos ojitos enamorados es imposible que estés pensando como un mayor de edad. La edad son sólo números.
Es muy difícil terminar una carta para una persona tan especial como tú, no importa cuánto escriba, nunca va a ser suficiente, entonces, voy a terminar de la mejor manera posible porque no es fácil poner en palabras todo lo que me has dado, no es fácil describir el amor, porque después de todo, el amor, no se describe ¡se siente!
Voy a terminar con un simple: Gracias. Es la única palabra que puedo encontrar para el cielo. Gracias por darme el privilegio de tener una bisabuela. Gracias Dios, por darme esta gigante oportunidad.(…) Gracias a ti, abuelita Esther (…)por demostrarme cómo se debe comportar una señorita, por probarme que las mujeres si pueden.
Simplemente, gracias por ser tú. ¿Qué más puedo pedir yo, si contigo lo tengo todo?
¡GRACIAS ABUELITA!
Agosto 17 de 2014
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